19-Heridas abiertas, secretos inconfesales

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Ella corre hacia mí apurada, toma mi rostro con las manos. De cerca noto su cabello largo, las ojeras se le notan aún más, veo lo delgado de su rostro y el frío de sus manos, no he sido la única que la ha pasado mal. El otoño, mi estación favorita ya ha iniciado, las hojas caen a azotadas por el aire, una nueva estación que comienza quizás con la promesa y esperanza que de esta charla, entre las dos vuelva a unirnos.

   Luego de un momento de mirarnos, Julia me abraza fuerte, no quiere soltarme pero tenemos que movernos antes de que lo hagan los autos para seguir su camino. Ella me toma de la mano y sin mediar palabras caminamos, sin apuro, sin hablarnos aún. Lo que tenga que decir tiene que contarme es demasiado para hablarlo en cualquier lado. Pasan varios minutos con nosotras caminando de la mano, hasta que llegamos a una plaza, donde ambas nos sentamos lado a lado para poder hablar. Jamás había extrañado tanto a alguien, tenerla cerca, tocarla, verla, jamás la hubiera  extrañado, hasta que conocí la otra versión de Julia, su versión amorosa, tierna y protectora.

   ―¿Cómo has estado? –Pregunto.

   ―Como se puede... no bien. ―Traga con dificultad―. Han sido días difíciles. Te queda bien tu cabello corto.

  ―También te sienta bien tu cabello largo.

   El silencio se interpone como una barrera, por primera vez nos quedamos sin tema de conversación y nos siento como extrañas. Debe ser porque la última vez que nos vimos, no fue en los mejores términos nuestra despedida.

   ―Te extraño ―dice ella primero dejando su orgullo de lado― te he extrañado cada día, no dejo de pensar en ti ―me observa―, en todos mis pensamientos y sueños estás tú.

   ―Lamento que ni siquiera puedas dormir.

   ―Lo que más hago es dormir ―me observa con los ojos llenos de lágrimas―, ahí puedo abrazarte, besarte y no te dejo ir.

   ―También te he extrañado, Julia, mucho más de lo que debería, mucho más de lo que quisiera y aunque lo intenté, no he podido odiarte, no como al principio que cada día al llegar a trabajar pensaba "odio a mi jefa". No puedo odiarte ahora que conocí la otra parte de ti, de haber podido, me habría hecho las cosas más fáciles quizás. Creo que es tiempo de hablar, no sé de qué, pero hablar o al menos en realidad, escuchar lo que tienes que decir, ya que yo no tengo nada para decirte ―volteo a verla y le limpio las lágrimas que van cayendo.

   ―Lo sé y hay cosas que debo decirte ¿quieres que vamos a tomar algo o...?

   ―Vamos a tu casa y hablamos tranquilas, si tengo que llorar no tengo ganas de hacer una escena pública y tampoco quiero que te vean así de expuesta.

Secrets – One republic

Julia

Vamos a buscar el auto que está en la empresa. Cancelé todas las reuniones de este día. Al llegar a mi hogar un departamento ubicado en una zona modesta, no es el tipo de vivienda que se espera de una persona que es dueña de una multinacional y factura millones al mes, pero es lo que soy, una persona sencilla que encuentra la calidez y la comodidad en la modestia. Le ofrezco sentarse en el amplio sillón, mientras voy a ponerme algo más cómodo. No tardó tanto sigo con el miedo latente de que, Victoria se vaya, ni siquiera puedo creer que esté ahora en el living de mi departamento. Vuelvo con una caja entre mis manos, la cual contiene archivos, fotos y unas carpetas.

Odio a mi jefa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora