Capítulo 7. La pesadilla de Inglaterra.

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     Antes de salir con Ronald me cambié de ropa

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     Antes de salir con Ronald me cambié de ropa. No sabía a donde nos dirigíamos pero intenté verme lo más linda tanto para mí como para Ronald, así que me puse una falda verde olivo y una sudadera blanca con rayas negras horizontales con unas zapatillas deportivas.

     Me despedí de mis amigos y Ronald y yo nos fuimos a recorrer Londres.

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     La primera parada fue en el río Támesis. Íbamos a navegar y me emocionaba la idea de pasear el bote. Ronald rentó uno solo para nosotros y antes de subir a nuestro transporte marítimo vi que traía en sus manos un chaleco naranja horroroso, y solo uno.

     Retrocedí por instinto.

      — ¿Qué harás con eso? —pregunté con cautela.

     Ronald observó confuso el chaleco porque era evidente que no quería usarlo.

     —Es para ti —respondió muy determinado.

     Abrí mis ojos y llevé mis manos a mis caderas.

     —No —espeté firme.

     Enarcó una ceja como diciéndome: ¿ah, no?

     —Lo vas a usar quieras o no —remató con voz dominante—. Así estarás segura.

     —Lo estoy contigo —respondí con una cara angelical para adularlo.

     Esta vez arqueó ambas cejas.

     —Claro que sí, pero te quiero dentro de este chaleco.

     —Pero...

     —Pero nada —me atrapó y me pasó el chaleco para amarrarme a el como si fuera una niña pequeña con la que iba de paseo; yo intenté zafarme, pero fue totalmente inútil, de un segundo a otro ya estaba con ese feo chaleco puesto—. Deja de hacer berrinche —dijo con una risita burlona—. Así sé que si caes por accidente al agua... —me sujetó de los hombros e hizo una ademán de lanzarme al río ya que estábamos en la orilla, me atrajo de regreso a él con una mirada y sonrisa traviesa—. Estarás en la superficie cuando yo vaya por ti.

     Lo fulminé con la mirada y me contuve para no golpearlo, no llegaba a ese grado de torpeza ¿o sí?

     —Pero...

     Estampó sus labios contra los míos y chillé cuando me tomó en sus brazos para cargarme y subir al bote para empezar nuestra navegación.

    Minutos después Ronald me animó a conducir el bote mientras pasábamos por debajo del puente de La Torre, era hermoso y sentía que tenía todo el poder en mis manos.

     —Mantén derecho el volante —me indicaba.

     Se había colocado detrás de mí y sus manos reposaban sobre el tablero sin intervenir en mi forma de conducir.

3º FRENESÍ: ¿Para siempre juntos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora