Capítulo 9. Rencor.

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     El mes de octubre era más fresco en Baltimore y una cazadora era suficiente para andar en la calle

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     El mes de octubre era más fresco en Baltimore y una cazadora era suficiente para andar en la calle. Teníamos un clima bastante agradable. Eran las nueve de la noche cuando las luces de los grandes edificios nos rodeaban. La luna llena nos hacía compañía y Aurora iba enganchada de uno de mis brazos mientras dábamos un paseo por la acera.

Por un momento me olvidé de todo el estrés y el trabajo peligroso.

    Las personas a nuestro alrededor iban en sus mundos y en sus pláticas. Todo parecía estar pacifico a pesar de las desapariciones que no se resolverían jamás.

     —Ese chico... Michael Sanderson —comenzó a deducir muy cautelosa mientras yo observaba todo nuestro entorno—, ¿Es... de esa sangre?

     Asentí y ella apretó la mano que estaba enganchada a mí.

     — ¿Qué pasó?

     Se detuvo en el camino y yo lo hice para mirarla de frente. Sus ojos exigían respuestas, apreté mis labios en una línea de expresión y fruncí las cejas.

     —Murió junto con su protectora.

     Aurora poco a poco fue cambiando su expresión de expectativa a petrificada. Por un segundo creí que no reaccionaría y apreté su mano.

     —Por Dios... Ronald, eso suena bastante grave.

     Mordí mi labio y aparté la mirada de ella.

     —El mensaje que me mandó Heather, era como una despedida que apenas pudo hacer —fui susurrando cada vez más—. La encontraron muerta junto con Michael.

     Abrió ligeramente la boca, de verdad le afectó la muerte de Heather porque sus ojos se cristalizaron hasta que las lágrimas surgieron.

  —Joder, Aurora, por favor no llores —acuné su rostro en mis manos para quitarle las lágrimas—. Lo siento, no debí decírtelo —apoyé mi frente en la suya—, sigo siendo un imbécil.

     Sorbió su nariz y me miró compungida. Como si tuviese una lucha interna para calmar sus emociones y tranquilizarse.

     —Tengo miedo de que... —vaciló y llevó sus manos a su rostro para ocultarlo y detener su frustración. De un movimiento rápido las quitó y me miró—. No quiero perderte.

     Sonreí. Su ternura y preocupación eran parte de ella. De alguna forma eso me consternaba porque era yo quien le provocaba esa mezcla de emociones. Pero Aurora hacía las preguntas y yo respondía.

     —Aurora, si dejo de luchar sería porque tú has dejado de existir —alcancé sus manos y besé en dorso de cada una, fue un beso efímero, pero que para ella significaba mucho—. Y no estoy dispuesto a que la muerte nos separe tan pronto. No temas —acaricié una de sus mejillas y ella se apoyó en mi mano—. Tú estarás protegida siempre.

3º FRENESÍ: ¿Para siempre juntos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora