Capítulo 1. Nombramiento.

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     Acostado en mi cama observé el pequeño y plateado anillo con un diamante incrustado en él

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Acostado en mi cama observé el pequeño y plateado anillo con un diamante incrustado en él. Estaba relajado a pesar de que mis pensamientos me atormentaban con el anillo de compromiso que tenía jugueteando entre los dedos mientras que mi otra mano reposaba debajo de mi cabeza.

«La única manera de tenerla a tu lado, As, es casándote con ella.»

Esa frase me taladraba la cabeza.

—Regla de mierda.

La pequeña pieza ya tenía tiempo conmigo, cuando deambulaba por las calles de Londres me topé con una joyería donde vi el anillo, joder, en cuanto lo vi supe que tenía que comprarlo. Aurora era la razón por la que muchas noches en vela pensé mil veces en pedirle matrimonio.

Suspiré buscando la caja del anillo, lo guardé de golpe y lo alejé de mí. Desde que me convertí en alguien independiente nunca volví a sentir pánico, pero de solo pensar que en algún momento podría pronunciar esas palabras... maldición, me entraba un estremecimiento frío que me calaba hasta la más mínima entraña.

     Suspiré una vez más. Guardé la caja en uno de mis escondites secretos para despejar un poco mi mente. Ese anillo no podía salir hasta el momento correcto, o al menos hasta que los dos estuviéramos completamente listos, pero dudaba mucho de mí y temía a que ella se cansara de esperar.

     En eso, mi celular vibró y casi sentí migraña. Era el tono de ellos. Contesté a regañadientes.

     —As.

     —Reunión de protectores ahora mismo —retumbó la voz de Joey en un tono que detestaba escuchar.

     —No estoy de humor.

     —Son órdenes de Solomon.

     Puse los ojos en blanco. Estaba casando de sentirme como un maldito esclavo de mierda que no tenía nada de valor su palabra y solo se limitaba a obedecer.

     — ¿Tan si quiera vale la pena?

     —El jefe sonaba serio así que puede que sí.

     —Estaré en quince.

     — ¡As! Es de ya ¿Por qué tienes que ser tan... desesperante?

     Parte de mi trabajo era sacar de quicio a Joey.

     —Ya estoy saliendo —mentí.

     —Te lo agradezco.

     Colgué.

     Me cambié la camisa por una playera de algodón negra. Salí de mi habitación, agarré las llaves de mi auto y de nuevo abandoné mi casa.

     Las intensas reuniones con Solomon era en resumen: Tediosas y sobrecargadas de tiempo. Escucharlo hablar hacía que quisiera lanzarle el primer objeto filoso a mi alcance directo su garganta para tener paz.

3º FRENESÍ: ¿Para siempre juntos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora