Capítulo 14. Chip de muerte.

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     Despedí a Chad de mi casa y cerré

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Despedí a Chad de mi casa y cerré. Apoyé mi mano a la altura de mi frente para presionar contra la puerta. Suspiré, esta clase de niños—que las bestias secuestraban—eran delicados, en el sentido que se aferraban a la primera oportunidad que tenían de estar con alguien quien los protegiera por quedar desamparados.

     Escuché como Aurora se esforzaba porque no escuchara sus pasos. La oí venir a mí hasta percibir sus cálidas y pequeñas manos rodeándome desde atrás.

    —Te ves cansado.

    —Estoy cansado —afirmé.

    —Duerme, yo te cuidaré.

     Sonreí porque aún no dejaba atrás esa inocencia que la caracterizaba. Me giré para verla de frente.

     —Debes irte, no es bueno que estés mucho tiempo aquí.

     Me miró ceñuda.

     — ¿Por qué dices eso?

     Cerré por un momento los ojos.

     —Es... peligroso, Aurora.

     —Explícame.

     No cedería a dejarlo así, ella siempre quería saberlo todo, que le contara aunque eso le afectara.

     —Nos enteramos que Dagger está cerca. Ha vigilado a los capitanes de varios países... incluyéndome —no pude ocultar mi preocupación—. Mierda, si él se entera de que te... —cubrí mi boca con mis manos en forma de libro abierto—. No quiero ni imaginarme que se acerque a ti.

     Aurora parpadeaba atónita, procesando mis palabras.

     —Entonces... ¿Estás tratando de decirme que no nos veremos seguido? ¿Por eso has estado ausente estos días?

     Fruncí el ceño.

     —Prometí protegerte y eso haré.

     — ¿Alejándote de mí?

     Tragué saliva.

     —De verdad he estado ocupado, no es que quiera alejarme. Estos días han sido una mierda y apenas duermo.

El silencio sepulcro inundó la estancia. Aurora se había cruzado de brazos y yo esperé a que hablara. No quería herirla, ya lo hice una vez y casi la pierdo.

      Eliminó la distancia entre nosotros y acarició mi rostro. Eso fue suficiente para desconcentrarme y prestar completa atención a sus caricias. Su respiración suave la sentí muy cerca hasta que sus rosados y tibios labios llegaron a los míos.

     Fue dulce, tierna e inesperadamente seductora.

     El ambiente era tan pacífico que solo se escuchaban nuestras respiraciones, nuestros besos y los gemidos leves que no podíamos contener. Me deshacía por tocarla, besarla y hacerla mía.

3º FRENESÍ: ¿Para siempre juntos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora