Capítulo 17. Amenaza.

199 35 56
                                    

     Estacioné mi auto frente a mi casa

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

     Estacioné mi auto frente a mi casa. Necesitaba un momento a solas para reflexionar sobre todo lo que acaba de suceder en estas últimas horas. No tardaba en amanecer y llegaría a casa de mi padre ante de que notara mi ausencia. La calle como de costumbre se mantenía solitaria y subí los escalones para abrir la puerta.

     Entré, cerré y después... lo olfateé.

     Como acto reflejo saqué mi arma y apunté hacía el oscuro pasillo del fondo. No se distinguía nada a simple vista pero mis ojos se agudizaron al instante.

     Y lo vi. Dos metros de altura, piel tostada, delgado y vestía con unos jeans desgastados que los cubría su desaliñada gabardina negra.

     —Pero mira nada más... como has crecido mi querido As.

     Sus afilados dientes relucieron, sus ojos brillaban de un rojo sangre. Su maldita melena desgarbada, larga y plateada la había dejado crecer hasta los codos.

     —Dagger —rugí su nombre.

     Hizo una ridícula reverencia con una sonrisa tétrica.

     —Mi capitán —levantó la vista aun con clara burla a mi rango—. Me enteré de tu nombramiento y vine a darte mis felicitaciones.

     —Asquerosa bestia —apunté pero antes de dar el primer disparo él estiró su brazo con la palma extendida en señal de alto.

     —No te lo recomiendo.

     Se desvaneció y apareció más cerca de mí. Por un momento trastabillé. No estaba tratando con una bestia común, estaba frente al creador, o al menos una parte de su ser estaba conmigo.

     Fruncí el ceño y juro por Dios que iba a quebrarme algún diente por lo fuerte que apreté mi mandíbula.

     —Como siempre, eres un maldito cobarde —escupí—, no das la cara de frente.

     Su risa antinatural y escalofriante me irritó aún más.

     —Yo diré cuando vernos en persona mi capitán. Vaya —arqueó las cejas, sus manos estaban en su espalda y esa maldita sonrisa ladina apareció en cuanto sus ojos me recorrieron por completo—. Te ves fuerte, deberías de decirme tu secreto, fortachón.

     A diferencia de mí, Dagger carecía de musculatura pero su gran altura lo hacía ver fuerte.

     Apreté mis manos en puños.

     Dispararle no funcionaría, esto era una ilusión que apenas y podía tocar pero no aniquilar.

     Era astuto.

     — ¿Qué quieres?

     Miraba sus uñas alargadas y filosas, su mirada altiva me producía querer ahorcarlo hasta acabar con su vida.

3º FRENESÍ: ¿Para siempre juntos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora