Capítulo 18. El bendito vestido rojo.

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     Era sábado por la tarde cuando Aurora y yo estábamos perdiéndonos entre las tiendas del centro comercial

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Era sábado por la tarde cuando Aurora y yo estábamos perdiéndonos entre las tiendas del centro comercial.

En pocos días sería la graduación de Adam, y Aurora ya estaba entrando bajo presión por no tener el vestido.

—Detesto esto, no me gusta venir de compras, pero no tengo vestidos adecuados para la graduación de Adam.

Oírla quejarse me gustaba, sus cejas se fruncían y las arrugas de su frente era preciosas. En ocasiones las aletas de su nariz subían y bajaban pero en esta ocasión solo la arrugaba. Era tierna, tan dulce y era toda mía.

—Ya has visto el gusto que tengo para elegir vestidos, anda yo te ahorraré tiempo.

Andaba a diestra y siniestra por la sección de vestidos. Conocía la talla de Aurora así que sería fácil.

La miraba más animada desde lo de Vince. Sus ojos estaban menos hinchados y la luz en su mirada estaba resurgiendo poco a poco.

Encontré un vestido muy sexi en color rojo con una abertura de lado para mostrar parte de la pierna. Los tirantes eran a la altura de los hombros y estaba seguro que le haría un escote espectacular.

Se lo mostré de frente y ella no parecía segura.

—Demasiado...

—Hermoso y sexi para ti —terminé para ella—. Pruébatelo para que confirmes mi hipótesis.

Aurora se acercó sigilosa, frunció los ojos y miró a detalle el vestido.

—No es feo, pero...

—Princesa, pones otro pero y te arrastraré al probador para yo mismo vestirte —me incliné para arquear mis cejas—. Y corres el riesgo de que te folle, así que tú decides. O vas sola o terminas follada.

Dos chicas pasaron a un lado y Aurora estaba más roja que un tomate, si fuera un volcán ya habría hecho erupción. Sonreí divertido al escuchar las risitas nerviosas de ambas chicas que aprobaban mi amenaza.

Mi novia me quitó el vestido a regañadientes y entró al probador. Esperé afuera pero de pronto sentí unas manos por detrás que me arrastraron al interior de los probadores.

Intenté no reírme tan alto ante el secuestro de Aurora.

Cerramos la puerta sin hacer escándalo y con este solo hecho confirmaba que la había excitado, y a mí también.

—Quiero ser follada —susurró muy cerca de mis labios.

Carajo, con esas palabras me la puso dura al instante. Nos besamos con fuerza, salvajes y con ganas. Parecía que el mundo se acabaría en cualquier segundo y estábamos aprovechando para morir de la mejor manera, cogiendo duro.

3º FRENESÍ: ¿Para siempre juntos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora