Capítulo XXXVI

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Kichiro Fukui

— ¡Salva al muchacho! — Me gritó Stan, mientras embestía al Pecado de la Envidia y ambos se alejaban volando a gran velocidad.

¿Muchacho? ¿Qué muchacho?

Miré hacia arriba y vi que había una figura cayendo del cielo. Parecía ser un chico y todo apuntaba a que estaba inconsciente ¿De dónde diablos salió?

Comencé a correr para acercarme y pensar con claridad que hacer. El chico seguía cayendo, sus brazos y piernas extendidos hacia arriba, sin duda alguna está inconsciente.

Agudicé mi vista y, aún cuando él se encontraba extremadamente lejos, pude observarlo como si estuviera a unos metros de distancia. Volví a concentrarme y tan pronto como parpadeé y volví a abrir los ojos, noté como el chico se encontraba rodeado de una gran cantidad de siluetas oscuras, cubiertas por capas negras que giraban alrededor de él mientras caía.

Tensé mis manos y estas fueron opacadas por un aura negra con destellos morados, semejante a una gran gota de agua que flotaba y cubría mis manos. Extendí ambos brazos en dirección al muchacho y la magia que cubría mis manos salió disparada hacia él, tan pronto como impactaron con su cuerpo, todas las siluetas que habían a su alrededor se dispersaron como pájaros asustados. La magia viajó por su cuerpo hasta centrarse en su espalda, donde se compactó y formó una mochila que acabó abriéndose sola y dejó paso a un paracaídas de color negro que, al brillar bajo la luz de la luna, irradiaba tonos morados.

Mantuve la tensión en mis manos hasta que el chico tocó el suelo con suavidad, fue ahí cuando pude deshacer el hechizo y relajar mis músculos.

Comencé a caminar en dirección a él, pero antes de poder acercarme lo suficiente para detallarlo, todas las siluetas que habían estado merodeando a su alrededor, se detuvieron en frente mío.

— Eres una deshonra para todos los de nuestra especie — Siseó el que se encontraba al frente, su rostro estaba cubierto por una capucha de color negro, roída, rota y con una apariencia excesivamente vieja.

— No soy como ustedes — Respondí con la postura firme, no iba a permitir que me denigraran una vez más.

Eres un asco, salvando humanos de la muerte ¿No sabes lo suculento que se ve? ¿Acaso no ves lo que desperdiciaste? — Siseó otra voz, aunque, a diferencia de la anterior, esta era femenina, y provenía de alguna de las siluetas que había en el medio del grupo.

Vi por encima del grupo de todos ellos y observé al muchacho, si, tenían razón, incluso estando inconsciente, su cuerpo emitía un gran resplandor, tiene mucha más energía mágica que la mayoría de los humanos mágicos. Su alma debe ser muy fuerte... Incluso, noto otro pequeño resplandor de un color distinto... Casi pareciera otra alma.

Volví a ver a la silueta que flotaba delante de mí — Izanami me dio unas reglas las cuáles seguir, y con esas reglas, libertades y prohibiciones. Si algo de lo qué hago les molesta, háblenlo con ella — Solté.

Todos parecieron nerviosos al escuchar el nombre de Izanami, ni siquiera tuvieron el valor de decir palabra alguna sobre eso. Tan solo se alejaron y se perdieron en la profundidad del bosque.

Regresé mi vista a la normalidad y corrí en dirección al muchacho. Dios, está hecho mierda. La mitad de su cara está cubierta de sangre, la otra, llena de graves quemaduras. Levanté su camiseta para revisar su cuerpo y este se encontraba lleno de moretones...

Este chico sufrió un infierno ¿Cómo diablos sigue vivo después de haberse enfrentado a un Pecado él solo?

— ¿Dónde está? — Murmuró el chico, parece que recobró la conciencia.

Caminos Cruzados (Saga Pecados)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora