Capítulo XLI

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Diana Cano

Me encontraba tirada en el suelo y rodeada de humo y polvo, sin duda una de las cosas que más odio, la suciedad.

Bastián estaba encima mío, cubriéndome con su cuerpo, él reaccionó antes que yo, me agarró por los hombros y se lanzó al suelo conmigo, sin él, habría quedado envuelta en el epicentro de esa explosión.

Blake se encontraba de pie frente a todos nosotros, viéndonos con diversión como si fuéramos alguna especie de juego. ¿Lo más horrible de la situación? Saber que yo no era de ninguna utilidad aquí.

Díaz al menos tenía esa máscara que le permite leer mentes, y quién sabe cuántas modificaciones más le haya dado el mismo Blake, ¿Pero yo? No tengo más que una simple pistola.

— Respira, Diana — Susurró Bastián, quien se había quitado de encima y ahora estaba cubriéndome con su cuerpo —  Por muy poderoso que sea ahora, su cuerpo sigue siendo humano, un disparo es más que suficiente para hacerle daño.

— El plomo no distingue carne mágica de carne normal — Dijo Stan, quién se encontraba con los ojos fijos en Blake mientras le apuntaba con sus pistolas — Así que desenfunda, novata.

"Novata" cómo odio ese maldito apodo.

Blake comenzó a reír mientras nos observaba a todos — Qué hermoso verlos dándose ánimos unos a otros, pero... Todo es inútil.

— Estás en desventaja, Magnus — Dijo Bastián — Somos 5 contra 1, no tienes oportunidad.

— ¿Desventaja? ¿Quién dijo que vine sólo? — Alardeó Blake.

En el momento en qué esas palabras terminaron de salir de su boca todo ocurrió muy rápido. Noté como algo se movía extremadamente rápido detrás de mi, al mismo tiempo que un frío espeluznante atravesaba mi columna vertebral y se extendía por todo mi cuerpo.

El sonido de algo pesado y viscoso cayendo al suelo logró que me diera vuelta y observara que había ocurrido a mis espaldas.

Leonardo se encontraba ahí, de pie y dándome la espalda, con su mano derecha estaba sosteniendo un trozo de metal, este se encontraba goteando tanto sangre normal como una más viscosa y de color negro.

Sobre el suelo había un enorme charco de color negro, viscoso y brillante y encima de él, yacía una enorme mano de aspecto podrido y con los dedos alargados y filosos.

Los alaridos de dolor del monstruo hicieron presencia justo después de un largo silencio de sorpresa. Díaz había logrado herir a un wendigo.

— ¡Acábalo! — Gritó él, sacándome de la sorpresa y logrando que reaccionara.

Agarré la pistola con ambas manos y sin dudarlo jale el gatillo. El estruendo del disparo se hizo notar y poco después, el sonido de la criatura cayendo sobre el suelo, inmóvil.

Díaz volteó lentamente hacia Blake, su pecho bajaba y subía de forma exagerada pero lenta, y su máscaras blanca estaba ahora manchada de sangre, dándole un aspecto aterrador.

— "Cuídate de los enmascarados", Magnus Blake — Dijo Díaz.

— ¡MALDITO MOCOSO! — Gritó Blake e intentó abalanzarse sobre nosotros tres, pero Stan fue rápido y disparó a la pierna de Blake, haciendo que volteara hacia ellos.

— ¡Vamos! — Gritó Bastián, agarrándome del brazo y comenzando a correr fuera de la habitación.

— ¿Cómo es qué el disparo tuvo efecto? — Pregunté confundida.

— Cambié todas las balas de sus pistolas por balas de plata — Dijo Leo, corriendo al lado de nosotros — Tan sólo pude fabricar diez para cada uno, así que tenemos que sacarles el máximo provecho.

Caminos Cruzados (Saga Pecados)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora