Capítulo 33.

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Capítulo 33

-¡Anne! ¡Anne! -Su voz ahogada en lagrimas me gritó.

Lo primero que recuerdo ver fueron esos ojos azules. Cuando los mirabas de cerca, muy cerca, pensarías que ibas a ser tragada por un peligroso mar.

Él estaba frente a mi. Y estaba llorando.

-¡Pensé que te ibas a morir! -Exclamó haciendo puchero y arrugando la frente con tristeza. -Oh Dios, pensé que ibas a morir...

Alex me tomó de los hombros y me estrechó contra sus brazos. Ambos estábamos sentados, yo estaba apoyada contra una pared con mi cuerpo extendido y él estaba sobre mi.

-Alex... ¿Qué... -Empecé, aún sin entender nada.

¿Cómo había escapado?

Él se apartó de mí y colocó sus manos en mis mejillas.

-Pensé que ibas a morir -Repitió negándome con la cabeza. -Es mi culpa, Anne. Todo es mi culpa... -Susurró.

-No lo es, Alex. -Susurré. - ¿Qué pasó? -Pregunté en mi mejor intento de fingir tranquilidad. Pero las lagrimas empezaron a recorrer mis mejillas.

Él las limpió.

-Dejé que ella te llevara.

Apreté mis ojos, sin saber exactamente que decir.

-Pude sacarte de allí. -Comentó después de unos segundos, tristemente.

Abrí mis ojos.

Él me volvió a abrazar.

Nos quedamos así, por unos minutos.

Cuando nos separamos, lo miré a los ojos y pregunté en un susurro:

-¿Qué se supone que debemos hacer ahora?

Él tragó fuertemente.

-La gente que estaba fuera del callejón, en la calle, están... muertos.

-Ella los mató -Completé.

Alex asintió.

-Creo que... deberíamos irnos. Antes de que llegue la policía.

-Sí. -Respondí.

Alex se me quedó mirando, como si quisiese decir algo, pero de todas formas no lo dijo.

Poco después, Alex se paró y me tendió su mano para que yo me parase también.

Lentamente, salimos caminando del callejón.


Hombres, mujeres, niños yacían tirados sobre la cera, ella los había matado. A todos. No había ni un alma viviente en esta calle. Todo estaba silencioso y había un aire pesado. El ambiente combinaba a la perfección con todo lo que había pasado.

-¿Derek ha desaparecido?

Alex me miró de reojo y asintió.

No nos dijimos nada más.

Seguimos caminando, apretando los dientes, porque teníamos que esquivar cuerpos inertes sobre toda la calle.

No tenía ni idea de lo que había pasado. Yo sólo sabía una cosa: Esto, había sido nuestra culpa...

Y entonces fue cuando comprendí por qué Alex había dicho que era su culpa, él había llamado a Katherine al enojarse con Derek.

Pero ahora yo no podía enojarme con él.

No, no debía.

Cuando habíamos ya doblado la esquina a Lemon Grove, escuchamos la sirena de una ambulancia.

Tormenta (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora