Capítulo 39

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Mis sentidos van recobrándose uno por uno, primero escucho el rápido sonido de un palpitar, segundo huelo un olor parecido al sudor y por último mis extremidades empiezan a cosquillear.


Estoy aferrada al cuerpo de Alex, él sostiene mi cabeza contra su pecho y con su otra mano me rodea la cintura. Me quedo junto a él con los ojos cerrados, tratando de que mi cuerpo se estabilice.


Y cuando lo hace, doy un paso hacía atrás y me separo unos centímetros de él.


Lo primero que hago es mirarlo con la boca entre abierta y los ojos muy abiertos. Ese es su rostro, es su cuerpo, es él.


Lo he sacado de ahí, del castillo, lo hice.


-Alex... -Susurro y palmeo su cara sólo para comprobar si esto es real.


Sus ojos lagrimean, él quiere sonreírme pero de algún modo su sonrisa se transforma en un puchero.


Suelto una risa que es entrecortada por un suspiro.


Alex cierra los ojos y muerde su labio por unos segundos. Luego él me mira.


Y yo lo miro a él.


No creo que existan palabras para describir como se siente cuando vuelvo a tocar sus labios otra vez.


Tal vez nos habíamos besado otras veces, tal vez esas veces tenían otros significados. Pero ahora no, esto era... amor.


¿Cómo puedes explicar la sensación de descubrir algo que siempre estuvo ahí? Él siempre estuvo ahí, y no me enamoré de él antes porque no quise. Porque me daba miedo, porque le temía a lo desconocido. Pero aquí está.


Aquí estamos nosotros, en un momento robado. Un momento que le hemos robado ambos al universo, al destino, o a lo que sea. Más tarde tendremos tiempo para seguir con el camino que los dioses, las estrellas nos han trazado.


Alex me acaricia la mejilla y abre los ojos, nuestros labios están separados sólo por un milímetro.


-Me salvaste -Susurra. -Lo has hecho todo este tiempo.


Alex vuelve a besarme, y de algún modo, eso lo es todo.




***


Tardamos un tiempo en darnos cuenta en dónde verdaderamente estábamos, en dónde mi mente había decidido traernos desde que lo rescaté a él de ese castillo.


Bueno, después de ese beso creo que ambos teníamos asuntos que resolver.


No nos habíamos dado cuenta. Lo cuál fue raro.


Sólo llegamos a saberlo cuando mi pie tropezó con un plato de porcelana y este al moverse dejó caer la vela de cera blanca que estaba sobre él al polvoriento piso de madera.

Tormenta (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora