𝒄𝒉𝒂𝒑𝒕𝒆𝒓 𝒔𝒊𝒙𝒕𝒆𝒆𝒏

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Comencé a reirme cuando esas preguntas se empezaron a contestar en mi cabeza.

—¿De qué te ríes, menguante? —sonrió a la vez que me lo preguntaba.

—De que acabas de hacer algo que tiene de qué hablar —agarré las coca colas que nos hemos pedido y agradecí a la camarera dirigiéndome a una mesa libre.

—¿El qué? —cuestionó frunciendo su ceño sin entender nada.

Mi móvil comenzó a vibrar sin parar. No, no era una llamada entrante. No, tampoco era algo sobre mi padre. Podría ser algo sobre el partido de hoy, pero tampoco.

Encendí la pantalla y enseguida se lo mostré al sevillano mordiéndome el labio reprimiendo una carcajada.

—Ah —tardó un microsegundo en volver a reproducir otro monosílabo.— Oh... Bueno, en algún momento lo tenían que saber

—¿Saber el qué? —levanté mis cejas con una ladeada sonrisa empleando un tono provicativo.

Estábamos sentados en una mesa y le tenía enfrente. Conociendo a Pablo, seguramente se hubiese puesto nervioso, pero no percibí ningún atisbo de nerviosismo por su cuerpo cosa que me sorprendió.

Me miró seguro y luego dio un trago a su bebida sin retirar sus ojos fijados en los míos, ahora me estaba poniendo yo nerviosa.

—Que eres mi novia

Casi escupo la coca cola. Agerré rápidamente una servilleta para limpiarme mientras Pablo se reía de forma escandalosa. Le di una patada por lo bajo y su cara sonriente se convirtió en una mueca dolorosa.

—Perdón —dijo sin dejar de tocarse la zona afectada pero volviendo a una risa.

—¿Puedes repetirlo? —cuestioné dando un trago a mi bebida.

—¿Lo de que te considero mi novia?

—¿Lo soy?

Era pensarlo no decirlo, Luna. MAL

Pablo tomó aire, se acomodó en su asiento y volvió a mirarme fijamente a los ojos despues de haber hecho un recorrido por el bar.

La verdad es que no estaba mal. Es un bar muy bonito de barrio No uno como a los que voy por costumbre donde solo hay gente que grita a los cuatro vientos ser rica. Era diferente para mi y eso me encantaba.

Tenía una luz cálida, las mesas de madera oscura en conjunto con las sillas que estaban en la zona del gluteo acolchadas; por las paredes había fotos de estilo antiguo, acompañadas de tiras de plantas que daban un toque natural. Y el ambiente... era súper cómodo.

—Quería hablar de esto el otro día, pero no econtré el momento

—Bueno, podemos hablarlo ahora —comenté sin más.

Antes de hablar, la camarera se acercó a nuestra mesa y nos dejó unas aceitunas para picar y unas patatas. Agradecimos ambos, rápidamente me metí una aceituna en la boca. No quería ser yo la primera que hablase, nunca he hablado con alguien de lo que somos, no con alguien con el que he avanzado tanto y siento tanto.

Pablo se frotó sus manos en los muslos nervioso y habló.

—Luna, llevo mucho tiempo pensando seriamente en lo que sea que tengamos y...

Comencé a ponerme nerviosa otra vez. No sé que narices tiene Pablo para ponerme siempre así, de verdad que nunca me había pasado con ningún chico.

—Yo te considero mi novia —primera confesión—. Lo que pasó en Paris fue una cagada monumental y no hay cosa que más me arrepienta de haber hecho, porque a la que quería estar besando en esa fiesta era a ti, en esa fiesta y en cualquier otra situación

INEFABLE; p.gaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora