capítulo 3

122 27 0
                                    

—¡por fin es viernes!—exclama la rubia mientras se sienta a mi lado.

—alfin el último día de la semana.—le respondo estirandome en el asiento.

Todavía tengo sueño, anoche no pude dormir bien.

—¿Vendrás a dormir a mi casa?—pregunta la femenina.

—si, no creo que me hagan problemas por eso.

—muy bien...—esboza una enorme sonrisa.—te tengo preparada una sorpresa.

—¿sorpresa de que?

—ya lo verás en la noche.—me guiña el ojo.

¿Que se le habrá ocurrido ahora a esta loca?

El día transcurrió normal, sin muchas novedades de por medio y llegó la hora de la salida, Sophie sigue insistiendo en que me vaya directo a su casa, así que tomo mi celular y llamo a mi madre para pedir permiso pero me toma por sorpresa que inusualmente esta de buen ánimo.

—¿Entonces me puedo quedar en casa de Sophie?—vuelvo a preguntar para verificar.

—claro que si hija, no te preocupes por nada, puedes quedarte todo el fin de semana si quieres.

¿Esta hablando enserio?

¿desde cuándo tan liberal?

Bueno pero no tengo que perder oportunidades así.

—gracias mamita, te amo.

—y yo a tí, cuidate.—y sin más cuelga la llamada.

Okey, sin duda eso fue algo extraño, ¿pero que más da?

—¿entonces ya nos podemos ir?—alcanzo a ver a la rubia esperándome en la acera fuera de la prepa.

—si, vamos.—comenzamos a caminar.

—por cierto, tendrás que dormir en mi cama, el colchón sobrante ahora lo está ocupando Leah.

—¿Se está quedando en tu casa?—pregunto algo desconcertada.

—si, mamá decidió recibirla y la verdad es buena compañía.

—¿Y porque llego hasta acá? ¿Y sus padres?—vuelvo a preguntar mientras seguimos caminando.

—bueno, es una larga historia la verdad, pero digamos que ya no cuenta con ellos.—responde algo tajante con el tema.

—¿pero por qué?

Ante mi inoportuno interrogatorio lanza un amplio suspiro y se arma de valor para responderme.

—cuestiones familiares.

Sólo asiento en silencio.

Es una pena que los hijos se alejen de las personas que les dieron la vida, pero supongo que tienen sus razones, creo que nadie le gusta pasar por esas etapas.

Así que para no llegar a la incomodida cambiamos rápidamente de tema.

...

—aqui tengo tu sorpresa, pero tienes que cerrar los ojos.—escucho atraves de la puerta.

—¿Estas hablando enserio?—me incorporo en la cama.

—¡si, cierra los ojos o no se vale!

Dejo a un lado la revista que traía en manos y aprieto lo más que puedo mis ojos.

Escucho el rechinar de la puerta al abrirse y unos pequeños pasos que parecen acercarse pero nunca llegan a mi.

—abrelos.

AmárrameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora