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Helen Bryne.

En la cima de la colina del pueblo había un castillo; viejo, de ladrillos, negro por el mal mantenimiento. Este castillo desde siempre me da miedo, parece una casa embrujada, pero hace unos pocos meses llegó una familia adinerada, y lo compró y lo renovó. Y para mi conciencia ya no parece una casa embrujada. Sigue siendo viejo, sí, pero ya no da miedo. Lo arreglaron tan bien que ya no tiene ni una rajadura en su frente. Pero ¿por qué estoy hablando de esto? Pues, esta nueva familia no es bienvenida por los Devastadores, por nadie del pueblo, y entre ellos me incluyo.

La verdad tengo mucha información sobre ellos, según mis padres son peligrosos y me tengo que mantener alejada de ella, pero aquí me ven, delante de su casa, por tocar el timbre.

¿Cómo llegué a estar aquí? Gran pregunta, ya les cuento.

Dos días antes...

– ¡Mamá, llego tarde a clases! – grité, mientras bajaba las escaleras corriendo, mi mejor amigo, Mark, me venía a buscar en su auto, porque el mío estaba en el mecánico.

– ¡Toma el café para llevar! – gritó mi madre desde la cocina, así que corrí hasta allí, cogí mi café, y salí a la calle.

Era un día soleado de otoño, próximamente sería diciembre, la época navideña, mi época favorita desde niña. Entré al auto de Mark, y le di un beso en la mejilla, y él me sonrió como saludo.

– Hola, tonta. ¿Otra vez tarde? – me dijo, con cara burlona.

– Sí, así que arranca ya. – le dije secamente. – por favor.

– Claro, milady. – respondió, con su buen humor de siempre, si lo veías triste era muy raro, creo que lo vi triste dos veces en mi vida.

Llegamos lo más rápido que pudimos, ya que la avenida que lleva a la preparatoria está llena de semáforos. Cuando paró los dos salimos corriendo, porque quedaban solo dos segundos para que tocara la campana. Igualmente llegamos tarde, pero el profesor Smith, nos la dejó pasar por ser sus alumnos más estudiosos, aunque no lo diga en voz alta, lo sabíamos.

Nos sentamos en los lugares libres que quedaban, al lado de mi amiga, Agatha, y Mark, al lado de Gabriel, el francés, más amado de la escuela. Se preguntarán, ¿por qué amado?, pues es el chico que da señales inconclusas, y que nunca llegamos a entender que pasa entre nosotros, todos creen que pasó algo referido al amor, pero yo no lo creo. Cuando llegó el año pasado, todas las chicas e incluso chicos estaban detrás de él, y como para no: piel morena, ojos color avellana, linda sonrisa, sexy, apuesto, y un acento francés que te mueres. Y digamos que yo también caí un poco en el encantamiento, pero me di cuenta de que no era un buen partido, y ahora solo somos buenos amigos, además, tengo un lindo novio que me quiere mucho, Ed. El chico más lindo, para mí, de la escuela: ojos verdes, pelo negro, y un bromista en todos los aspectos, que me alegra los días, aunque a Mark no le agrade, es perfecto para mí.

La hora de clase de Mr. Smith se pasó volando, y salí de la clase hablando con Agatha sobre un libro que terminé el otro día. Y justo cuando pasábamos el umbral de la puerta del salón de química, pasaron. ¿Quiénes eran ellos? ¿Por qué el chico tan alto me parecía súper apuesto, y la chica tan oscura y misteriosa? No lo sé, solo sé, que ellos no son del pueblo, eso quiere decir, que son la familia peligrosa, la familia prohibida por papá, la familia Wembley, o así se hacían llamar, ya que todo era una fachada, para ocultar su motivo de venir a vivir al pueblo más pequeño de Inglaterra, Marhall.

Todos los estudiantes estaban parados, mirándolos y cuchicheando, sobre ellos, obviamente. Me sentía observada, pero ¿quién me estaba mirando? Ed, me miraba y me hacía señales de que me acercara a él, así que le dije a Agatha:

– Ahora vuelvo. – en un susurro.

Y me acerqué a Ed. Cuando estuve a centímetros de él, lo besé con los labios cerrados, por unos segundos, como saludo, y después le sonreí, y le dije:

– ¿Qué pasó, lindo?

Él me sonrió, y me dio otro beso, como saludo, y después se separó y me dijo, en un susurro:

– ¿Quiénes son ellos? – con el entrecejo fruncido.

– La familia Wembley, los del castillo embrujado. – contesté, en un susurro, sabiendo que entendería de quienes hablaba, y lo entendió, porque sus ojos y su cara se pusieron atónitos de sorpresa.

Hace meses, le había contado sobre los Wembley, sobre los Devastadores, y todo lo que tiene con este pueblo, el secreto de Marhall, y porque es un pueblo especial.

Ed no es de aquí. Se mudó al mismo tiempo que Gabriel, pero el paso despistado, Gabriel tuvo toda la atención. Y cuando me di cuenta de su existencia, le hablé, y tuvimos una conexión instantánea, cosa que no le gustó a Mark, y supuestamente por Agatha, a Gabriel tampoco.

– Hay que hacer una reunión, esta noche, en la cabaña. – dijo Wyliam, uniéndose a la conversación, seguramente siempre debe haber estado escuchando, y recién pensó en meterse, como siempre hacía él.

– No me cabe duda de que sí. – contestamos en respuesta, Ed y yo.

MarhallDonde viven las historias. Descúbrelo ahora