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Ed Thomson.

Llegué a la puerta de la casa de Helen. Ella no debería saber lo que estoy a punto de decirle, sin embargo, si no se lo cuento, lo sabrá por su cuenta, es muy astuta, por eso la quiero.

- Hola, cariño. – saludo mientras me bajo de mi moto, y la veo parada en el porche de su casa.

- Debemos hablar, cariño. – ese "cariño" sonó a problemas, mierda.

- ¿Qué pasa? ¿Hice algo malo? – hacerme el inocente siempre me funcionaba, aunque con ella ya no.

- No lo sé, si tu no sabes. – espeta en su tono más frío posible, mientras se sube a la moto, y yo la acompaño.

Debo llevarla al bosque, pienso. El bosque era el lugar más tranquilo, hasta que la familia Wembley vino a molestarlo todo. Cuando llegamos está todo muy sereno, no distingo nada entre los árboles, así que paro la moto justo allí y bajo, después de sentir bajar a Helen detrás de mí. Ella no habló en todo el viaje hasta allí, esto no está nada bien, hasta ahora:

- ¿Por qué has estado distante todo este tiempo? – se cruza de brazos mientras espera mi respuesta, y yo quedo callado.

- La verdad, no lo sé, cariño, he estado muy ocupado, mis padres me han pedido unos recados y no pude hacerme un tiempo, lo siento. – mentí, no debía saber la verdadera razón.

- Tus padres nunca te han pedido nada, no me mientas, Ed. – no soy buen mentiroso para ella. Ella es la excepción a mis mentiras.

- No debo contarlo, sino me matarán. No te voy a meter en problemas.

- Ya, escúpelo, por dios, ¡no quiero más misterios!, ya tengo mucho con mis padres y los devastadores, para que tú también me mientas. – estaba verdaderamente enojada y como para no, yo nunca le había ocultado nada, o eso creía ella.

- No puedo decírtelo, lo siento. – era la verdad, me matarían a mí y a mi familia, a todos los que supieran.

- Entonces terminamos. Adiós, Ed. – dijo en el tono más bajo mientras se le quebraba la voz. No, no, no podía hacerla llorar.

- Espera, por lo menos te llevaré a tu casa.

- ¿No te importa que terminemos? Fui tan ingenua, debí hacerles caso a todos. Eres la persona más frívola que debo haber conocido, no te importa nadie, ni yo. – nunca la había escuchado tan enojada.

- Mientras pueda salvarte de mis problemas te mentiré. Estoy metido en un lío, y es mejor salvarte antes de llevarte a la muerte. Dejame llevarte a tu casa. – déjala ahí, es lo que te ordenaron, dice mi subconsciente.

- ¡NO!, me iré sola, caminando, vete. ¡No quiero verte más en mi vida! – se perdió por el bosque, ya no podría hacer nada por ella, debía cumplir mi trato.

Así que llamé a la persona que me hizo hacer todo esto para salvarme de la muerte. Lo siento, Bryne.

- Está hecho, se fue por el bosque. ¿Estoy libre?

- Sí, estarás libre en el infierno. – sentí su voz detrás de mí, luego de un pitido sordo en mis oídos. Ya no escuchaba nada, había caído al suelo, y sentía algo espeso subiendo por mi garganta.

Lo último que vi fueron esas botas que tanto me gustaban en su momento y que, según yo, me habían amado.

MarhallDonde viven las historias. Descúbrelo ahora