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Helen Bryne.

Me desperté con un dolor de cabeza tremendo, ojalá ya se me vaya, o eso creí, pero hace dos horas que estoy en la preparatoria y no se me ha ido, no si es que me acosté enojada con mis padres o por los nervios de la prueba para entrar a la organización, pero siento que algo me va a pasar, capaz solo me estoy volviendo loca.

Creo que la segunda opción es la correcta. Ya van tres años seguidos que he querido unirme y siempre han puesto un, pero. La verdad esta vez sí deseo, ansío entrar, pretendo combatir con mis amigos codo con codo, en esa guerra que supuestamente por mi padre se está avecinando.

Me levanto de mi silla en medio de la clase de biología, donde no estoy prestando atención, mi amiga Agatha me mira confusa, y le hago señas de que después le cuento, y ella asiente.

– Bryne, ¿estás bien? Se te nota algo pálida. – me pregunta mi profesor, tocándome mi hombro.

– Creo que no, me duele la cabeza, ¿puedo ir a la enfermería? – Él asiente, y salgo del salón, con una mano en mi cabeza, nunca me había dolido tanto.

Camino por los pasillos casi vacíos de mi preparatoria, hasta que chocó con un pecho fuerte, ya que iba mirando el piso para no marearme. Subo mi cabeza para pedir perdón a quien sea la persona con la que me he chocado.

– Oh, lo siento. – digo medio en voz baja, el chico con el que me choque no es más ni nada menos que el chico de la casa embrujada, el chico Wembley, un chico bastante atractivo ahora más de cerca; es alto, tiene unos ojazos azules como el mar, y su pelo era completamente pelirrojo.

– Mira por dónde caminas la próxima vez, ojos negros. – pronuncia con su voz ronca, y después pasa por mi lado, sin dejarme replicarle. ¿Ojos negros? ¿Qué es ese apodo? Nadie antes me había llamado así, que chico más raro.

Llegó a la enfermería y le habló a la enfermera, pero no me prestó atención. Así que le tocó el escritorio de madera, con mi puño como si fuera una puerta.

– Oh, hola, ¿en qué puedo ayudarte? – me responde sorprendida, mientras se saca unos auriculares inalámbricos que no había visto que tenía.

– Me duele mucho la cabeza, puedes darme algún medicamento o no lo sé. – digo, mientras me siento en una silla que me señala detrás de ella, al lado de una mesita donde hay una caja de primeros auxilios y algunas pastillas.

– Toma esta pastilla, en una o dos horas. Te voy a dar un permiso para retirarte a tu casa, trata de descansar, duerme, seguro eso te hará bien. Que te mejores. – me sonríe y vuelve a su asiento para hacerme el permiso, mientras yo me tomo la pastilla con algo de agua que me había colocado en un vaso.

– Gracias. – digo, tratando de sonreír.

– Necesito que llenes este molesto formulario antes de irte. – me entrega una tabla con una hoja y una lapicera. En la hoja tienes que poner tus datos personales, fecha y hora que te fuiste de allí.

Escribo todo lo que se pide en el formulario, y con curiosidad observo quien estuvo antes que yo allí, Clark Wembley. El chico con el cual me choque hace unos minutos, que me pareció tan extraño y atractivo a la vez. ¿Qué piensas Helen? ¿Estás loca? Él es el enemigo. Efectivamente el dolor de cabeza me está haciendo muy mal.

Dejo el formulario en el escritorio de madera, y me despido de la enfermera. Voy a la clase nuevamente a buscar mis cosas e irme, justo cuando entro a la clase, Clark está parado al lado del profesor de biología, pero cuando entro me mira, y yo también, hasta no sé cuánto tiempo.

– Bryne, ¿estás mejor?, ¿Bryne? – dice mi profesor, y vuelvo de mi ensoñamiento.

– No, señor, me voy a retirar, ya me dieron un permiso. – pronunció como puedo.

MarhallDonde viven las historias. Descúbrelo ahora