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Gabriel Giraud

Estaba en la cabaña de los Devastadores, esperando a la chica pelinegra que tenía que entrenar, debía llegar en cualquier momento. Me encontraba en la zona de entrenamiento de los iniciados, se suponía que Helen debía haber llegado hace quince minutos, pero todavía no había aparecido, ya me veía venir esto, por eso le dije esta mañana que llegara puntual, pero obviamente se pasó mi sugerencia por donde quiso.

Justo cuando me paraba para encontrar algo que hacer o alguien con quien conversar llegó a mi campo visual una chica corriendo y jadeante diciendo algo como "perdón". La miré de abajo para arriba, venía con un pantalón negro ajustado en las partes necesarias, un top del mismo color, sin mangas, y unas botas militares, que le quedaban espectaculares y se había recogido el pelo en una coleta, que no le quedaba nada mal. Deja de pensar que se ve bien y regañala por llegar tarde, pensé.

- Llegas quince minutos tarde, eso que te avisé que odiaba la gente impuntual. No quiero excusas, esta te la perdono, mañana no. - dije severamente mientras veía como se incorporaba y me miraba suplicante, odiaba que me miraran con cara triste, me hacía sentir mal y que bajara la guardia, y ahí es cuando te comienzan a manipular, pero ya no volvería a pasar, ya no más manipulaciones, debía mantenerme firme.

- Sí, señor. - hizo una seña militar y mostró esa sonrisa reluciente. - ¿Qué aprenderemos hoy?

- Antes de aprender a entrar en la cabeza de alguien y escudriñar todos sus pensamientos, primero debemos saber hacerlo con nuestra cabeza, aprender a dominar nuestra mente y nuestros pensamientos. - dije señalando su cabeza con mi dedo su índice. - Ahora te estarás preguntando ¿cómo podemos dominar nuestros pensamientos?

- La verdad es que sí.

- Pues muy facil, cuando estes triste deberás aprender a estar feliz y cuando te están manipulando deberás aprender a encontrar como no seguirles la corriente, estas dos son cosas muy importantes no solo en un interrogatorio, sino en la vida misma. - me acerqué a ella lo más que pude, casi nuestros cuerpos se tocaban, y ella ya comenzaba a respirar entrecortado, y me miraba esperando que estaba tramando.

- ¿Qué haces? - susurró.

- Enseñándote que puedo desviar la conversación hacia otro lado y hacerte salir de tu zona de confort, solo con acercarme a ti, si alguien tiene ese poder sobre ti, te vuelves muy manipulable. - después de decir aquello me apartó con un empujón y yo sonreí. - Aprenderás a poder manejar mente y cuerpo, y cuando hayas hecho eso, tus poderes serán una cosa sencilla. Yo te enseñaré a manejar tu mente y tu hermano, Jacob, tu cuerpo.

- ¿Y los demás poderes? ¿Cómo hipnotizar, predecir o simplemente curar? - ella quería ser poderosa, pero necesitaba tiempo, primero debía dominar los más simples y luego veríamos si puede hacer lo demás.

- Primero debes aprender lo simple, y luego sigues hacía lo más complejo. Debes dominar tus fuertes y luego veremos si eres capaz de lo demás.

- Claro que soy capaz, nunca dudes de mí, solo eso te pido. - dijo acercándose a mí, mirándome detenidamente a mis ojos, quería entrar a mi mente, quería saber que pensaba, pero no se lo permitiría, era algo muy íntimo y se prohibió hacerlo con gente que mantuvieras conexiones muy unidas, Helen era mi amiga, no debía dejarla entrar de ninguna manera.

- Nunca trates de entrar en mi mente o saldrás herida, es una amenaza. - dejé de mantener contacto visual con ella.

- Lo siento, no creí que pudiera hacerlo, solo lo intenté. - sonreía como si fuera una persona inocente, pero la conocía y sabía que no lo era, ni una pizca de ella lo era.

- Bueno, comienza la lección, trataré de manipularte de una forma ofensiva, tú deberás evadirme. - me acerqué a ella, y susurré en su oído. - He entrado a tu cabeza, como ya sabes, y he encontrado cosas muy perturbadoras, encontré algo sobre Ed y tú. Sigo pensando cómo pudiste andar con algo tan pequeño. - reí por lo bajo, me separé de ella y miré su cara. Me encontré con su cara que cambiaba rápidamente, del rojo al blanco pálido, estaba jugando sucio, pero debía divertirme entrenandola, ¿no?

MarhallDonde viven las historias. Descúbrelo ahora