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Helen Bryne.

Era ya de noche estaba esperando que Agatha viniera a buscarme a mi casa, hace pocas horas había llegado de la casa de los Wembley, no había aparecido la voz de nuevo en mi cabeza, pero el dolor persistía, una vez Mark dijo, los buscadores tienen que usar tanta energía para hablar en la cabeza de alguien que puede afectar al receptor también. Seguramente eso es lo que me estaba pasando, también me había dicho que si podías hablar fluidamente en la cabeza de alguien debía ser muy experimentado y tener mucha magia, eso quería decir que solo muy pocos buscadores lo podían hacer, o sea cada vez estaba más confundida de quien podría ser.

Justo cuando salía de mi burbuja mental, llegaba la chica de ojos verdes, que me iba a llevar a la fiesta de Mark, y ahí le preguntaría cosas que por un celular no se podían hacer.

Llegamos a la fiesta y estaba petada de gente, no cabía más gente en esa casa, y seguían llegando. Pero eso no me impidió seguir mi propósito, buscar a Mark. Después de un arduo trabajo lo encontré hablando con un chico muy sonriente y simpático que nunca había visto.

- Hola, Mark. Necesito tu ayuda, a solas. – grité sobre la música que se escuchaba en toda la casa alguna canción de Sia, y le mostré una gran sonrisa al chico que lo acompañaba y le dije que pronto se lo devolvería.

- Ya vuelvo. – le dice a regañadientes Mark al chico sonriente, y me mira, mientras lo tomo del brazo y lo arrastro a alguna habitación donde no haya gente haciendo cosas indebidas. – ¿Qué te pasa? Estuve media hora para conseguir hablar con él, por cierto, se llama, Nicolas, es de España, se va a quedar unos meses de intercambio en el pueblo...- Encontré una habitación vacía y lo empujé al interior.

Era una habitación de invitados, donde me había quedado muchas veces, muy amplia, tenía una cama de dos plazas al lado de una pequeña ventana que daba al patio de la casa, tenía un baño que estaba cerrado, y estaba todo completamente ordenado. Cuando Mark y yo entré, tranqué la puerta con el cerrojo para que no nos interrumpieran.

- Puedes contármelo más tarde, será rápido, necesito tu ayuda y esto no puedo hablarlo por teléfono. Un buscador me habla, está siempre en mi mente, no puedo creer que sea tan poderoso, tu me contaste que para hacer eso necesita mucha energía, y eso es muy complicado.

- Que raro, en mi grupo no se ha hablado de ninguna búsqueda reciente y menos de ti, ¿podrá haber más buscadores sin ser de este pueblo?

- ¡No lo sé!, si tu no sabes que eres el que tiene acceso a ellos, no sé quién puede saber.

Ya no sabía dónde buscar respuestas, todos eran lugares sin salida, me estaba comenzando a frustrar.

- Creo que puedo saber quién es, pero necesito que el buscador este en tu mente para hacerlo, para poder entrar a tu mente también y desde ahí buscarlo a él o ella, ¿no sabes cómo atraerlo? – nunca había visto tan pensativo a Mark desde las clases de matemáticas cuando comenzamos un tema nuevo.

- ¿Cómo podrás entrar a mi mente, si no puedes hacerlo con las personas que quieres?

- Es que a ti no te quiero. – bromeó.

- No me mientas, me amas. Ahora dime la verdad.

- La verdad es una mentira de los devastadores eso de que no puedes usar los poderes con la gente que quieres, es una regla para que no se cree una guerra entre nosotros mismos y nuestros familiares, pero si se pueden usar, solo que es ilegal, así que cállate y responde mi pregunta. – no podía creer que los Devastadores mintieran, ¿Qué más esconderían?, no lo sabía, pero también quería descubrirlo.

- No sé cómo atraerlo, pero siempre aparece cuando quiere advertirme algo, es como que me protege o algo así.

- ¿Qué estuviste haciendo para que te advierta sobre algo? – está vez me miro con los ojos entrecerrados.

- Pues..., estuve en la casa de los Wembley. – confesé. Sabía que se me vendría un sermón sobre lo peligroso que fue eso, y que no debería haberlo hecho, pero solo me miró, y negó con su cabeza como decepcionado.

- Bryne, ya no eres una niña pequeña, no te mandes más cagadas. – me miró a los ojos y me abrazo. – No vuelvas a hacer eso, si lo haces avísale a alguien, tienes mucha gente que te quiere, que no quiere que te pase nada, y sí, yo soy uno de ellos, así que aquí me tienes para cuando cometas estupideces y no sepas a quien contarle, yo te diré lo estúpida que eres. – y ese fue el momento donde le pegue un puñetazo amistoso en el estómago para que me soltara y también por llamarme de esa manera, aunque siempre nos trabamos de esa forma, era nuestro estilo de decir te quiero.

- Tu eres un idiota, pero a decir verdad creo que voy a seguir viendo a los Wembley, necesito saber que traman, aunque sea peligroso.

- La próxima voy contigo, no puedes irte sola así, sin más, podrían haberte matado.

- Lo sé. Bueno, ¿Qué hago con el buscador?

- Cuando se te aparezca, mándame un mensaje y haré mi trabajo, si estamos juntos tócame dos veces el brazo, de esta manera. – Me toca el brazo con dos dedos con un pulso continuo. – ¿Ok?

- Okey, gracias, chico dark. Ahora vete con ese tal Nicolas. – pronunció muy mal el nombre seguramente, pero en mi defensa mi única fuente de español es mi amiga, Agatha.

- Bye, Bryne. – cuando va a abrir la puerta, se abre la puerta del baño de aquella habitación donde estábamos charlando.

- Hola, ojos negros.

No puede ser, ¿Qué hace Clark aquí?, ¿Cómo llegó hasta aquí? Esto no podía estar sucediendo, ahora tendría información importante sobre los Devastadores, y todo por mi culpa.

Clark salió del baño, y se sentó en el borde de la cama que había allí al lado de una pequeña ventana, muy cómodamente.

- ¿Qué haces aquí? No eres invitado a esta fiesta. – le habla Mark, muy serio.

- La verdad no vi ningún cartel que dijera prohibido Wembley's en esta fiesta, así que creo que no es verdad lo que dices. Además, la conversación estaba muy interesante, ¿quién será ese buscador que molesta la cabeza de la querida Helen? – dice Clark, con tono sarcástico, nos tenía entre la espada y la pared.

- No tienes derecho a hablarnos así, así que mejor vete y metete en tus asuntos. – lo evade mi amigo, pero no podíamos dejarlo ir con esa situación,

- No podemos ir así, Mark. – dije con voz inaudible, si contaba lo que hablamos estaríamos muertos.

- Creo que la chica tiene razón, Peters. – dice el pelirrojo, con una sonrisa socarrona en su horrible cara.

- ¿Qué hacemos? – me dijo, Mark, ahora si dudando y cayendo su mascara de seriedad, tenía miedo, como yo.

- La verdad, lo mejor que podrían hacer es hacer lo que yo digo de ahora en adelante. – habló Clark, y la verdad no teníamos otra opción, a no ser que quisiéramos morir.

- ¿Qué cosas? – dijo Mark, dudoso.

- Ya lo sabrán, hasta pronto queridos amigos. – se levantó de la cama, camino hacia la puerta de salida donde estábamos parados y nos hizo un saludo militar, para después abrir el cerrojo e irse.


MarhallDonde viven las historias. Descúbrelo ahora