Consecuencias de mis actos

165 5 0
                                    

Mi mirada viajaba de un lado a otro. Paredes blancas, el sonido de una máquina marcando mi ritmo cardíaco, olor a cloro, sábanas blancas. Si. Definitivamente estaba en un hospital.

Para ser sincera no recordaba mucho de lo que había sucedido. Solo recuerdo haber bebido en un bar y después nada. ¿Había bebido tanto?

— Más le vale estar viva, porque te juro que yo misma quiero matarla.

— Tranquila mujer. Estás haciendo un escándalo.

Un par de voces se escucharon por el pasillo y no pude evitar sentir pena por la pobre chica a la cual de seguro le espera un gran castigo.

— Escándalo es el que ella hizo. ¡Salió en los noticieros! ¡En los noticieros Arturo!

— Lo importante ahorita es ver el estado en el que se encuentra, ya después puedes ponerle los castigos que quieras.

La puerta se abrió y con ellos dos personas entraron a la habitación. Mi mirada se poso en ambos. Se trataba de una mujer de una estatura de un metro sesenta, piel morena, de quizás unos cuarenta años. Su rostro expresaba lo molesta que se encontraba pero también se lograba apreciar preocupación y cansancio en el. El hombre que se mantenía a su lado portaba un traje, era realmente alto, quizás de un metro noventa, complexión mediana, un tono de piel más clara que la contraria.

— ¡Princesa!

La sonrisa de aquel hombre dejaba al descubierto su blanca dentadura. Camino hacia mi y dejo un beso en mi frente, gesto que por supuesto hizo que mi cabeza doliera.

— Mierda. _Susurré por lo bajo.

— Cuida ese lenguaje señorita.

La voz de aquella señora se escuchaba realmente molesta, si fuera mi mamá sería muy desafortunada.

— Más te vale tener un buen argumento del porque estás aquí.

— ¡Oh no!, ya viene el regaño.

Oculte mi sonrisa al ver cómo ella lo miraba.

— Estoy esperando Cristal.

— Yo no recuerdo nada. Ni siquiera recuerdo quienes son ustedes o siquiera mi nombre. Mi mente está en blanco.

Ambos se miraron y luego volvieron a posar su mirada en mi al escucharme hablar.

— Me queda claro que ustedes son mis padres y déjenme decirles que el nombre que eligieron para mí está horrible.

Mi padre comenzó a reír.

— Castigada. Un mes, nada de salidas, sin tarjetas de crédito y olvídate de que ambos paguemos la reparación de la moto. No volverás a manejar.

Trate de decir algo pero fui interrumpida por alguien más que entro a la habitación sin siquiera tocar. Su mirada estaba en su celular, en el cual seguramente veía algo divertido pues este tenía una gran sonrisa en su rostro.

— ¡Dennis! Esas no son formas de entrar a una habitación.

Su mirada se desvío de su celular a mi madre y luego hacia mi, provocando que su sonrisa creciera aún más.

— Linda venda.

Lo observé por un instante. Cabello oscuro, su piel más clara que la de mis padres, tenía un persing en su nariz y era un poco más bajo de estatura que mi padre.

Camino hacia mi y me mostró su celular.

— ¡Mira esto! ¡Eres noticia nacional!

El comenzó a reír y me mostró algunas fotos en donde me encontraba en el suelo con el casco puesto, una moto estrellada en un árbol y luego de eso muchas fotos más de como había quedado la moto.

— ¡Mi bebé! _sollose_ ¡Mi bebé está destrozada!

Mis padres me miraron incrédulos.

— No nos recuerda a nosotros pero si a su moto. _ comento mi padre.

— Si por mi fuera la mandaba ahorita mismo a España.

...

Dios le da sus peores batallas a sus mejores guerreros. Pero dios ya me había agarrado de su puerquito.

Dos días después del accidente me dieron de alta, que porque según ellos fue un milagro que no saliera tan herida de tan fuerte impacto. Milagros los santo, lo que me había salvado había sido el equipo de protección y el casco que llevaba puesto. Mi memoria volvió el mismo día que me dieron de alta, aunque para ser sincera hubiera preferido quedarme unos días más en el hospital y no tener que soportar los constantes reclamos que mi madre me hacía cada que entraba a mi habitación a darme algún medicamento o a cambiarme la venda de mi cabeza.

— ¡Mamá más despacio! ¡Estás apretando mucho la venda!

— Y agradece que no tengo más fuerza, porque si no.

Sufrí en silencio hasta que ella termino de colocarme la venda y darme los analgésicos.

— ¿Eres mi mamá o mi hater?

— ¿Eres mi hija o una rebelde que se emborracha en bares y choca en árboles?

— Las dos cosas.

Ella me miró de mala gana y dio un pequeño golpe en mi cabeza.

— ¡Que me duele!

— Te aguantas. Esas son las consecuencias de tus actos.

Tomo las cosas y salió de mi habitación sin decir una sola palabra.

La había cagado y mucho, sabía que el enojo que traía mi madre contra mi duraría mucho tiempo, pues para ella yo soy un ejemplo a seguir o al menos es lo que le he hecho creer, al igual que a mi padre, pues toda esa pinta de niña buena, de niña aplicada y de más solo era eso una farsa. Ellos no conocían mi forma de ser, mis gustos, mi forma de pensar, ellos creían que seguía siendo la misma niña que podían moldear a su antojo, que podían manipular e imponer sus órdenes en mi y eso por supuesto me orillo a crear esa falsa personalidad y no poder ser yo.

¿Quién es cristal realmente?

Esa era la verdadera pregunta.


Antes de ella.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora