La chica de los ojos tristes

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Los días transcurrieron con un poco de dificultad, mi berrinchito como mamá lo había llamado solo me duró un día, pues me obligó a salir de mi habitación y se mantuvo todo el tiempo a mi lado, su forma de hacer más duro mi castigo.

— Ya pague la consulta por transferencia, así ya no tendremos que esperar por mucho.

Nuevamente íbamos en su auto. Al parecer para ella lo que había sucedido días atrás ya lo había olvidado, no volvimos a tocar el tema, y en verdad lo agradezco.

— No tengo prisa por volver a casa.

— No quiero volverte a perder de vista, tal vez saliendo podríamos comprar helado.

— No me apetece.

— Bien.

Nuevamente el silencio se hizo presente, ninguna quiso seguir con aquella conversación y eso estaba bien para mí, pues no quería pasar por lo mismo de nuevo.

No sé cuánto tiempo estuvimos en el auto, ni cuánto tiempo me mantuve mirando por la ventana, realmente no era conciente de lo que miraba, seguía perdida en mis emociones y seguramente así estaría por un buen tiempo.

— Llegamos.

Anunció antes de bajar del auto, por mi parte yo repetí su acción, sin embargo me mantuve caminando detrás de ella hasta que entramos al hospital.

— Iré a preguntar si el doctor ya está aqui. Por favor no vayas a otro lado y quédate aquí.

— Está bien, aquí te espero.

Ella asintió y se marchó sin decir nada más.

Comencé a mirar a mi alrededor como la primera vez que estuve en este lugar, tenía curiosidad por conocer cada área del hospital. Sabía que me sería imposible pero quizás si observaba con atención podría encontrar algo interesante que mirar.

Seguí con mi labor de observar a mi alrededor, hasta que mi mirada se poso en aquella chica, la misma que había visto un par de días atrás. Sus ojos cafés volvieron a hacer contacto visual con los míos, nuevamente esa mirada triste se encontraba con mi mirada vacía, trate de sonreírle pero ella despegó su vista de mi, pues al parecer era una paciente más de este lugar, ya que un hombre igual de alto que mi padre vestido de traje y con una bata blanca encima de este llegó hasta ella y la tomo del hombro, logrando captar su atención y llevársela hacia otro lado.

— ¿Acosando a los pacientes?

La repentina voz me hizo dar un pequeño brinco de la impresión, provocando que aquella comenzará a reír.

— ¡Dios! ¡No puedes hacer eso!

— ¡Pero si yo no hice nada!

Ella seguía riendo divertida de la situación.

— ¿Que es tan divertido?

Dejo de reír y me miró con una pequeña sonrisa de lado. Sonrisa que provocó cierto cosquilleo dentro de mi.

— Lamento haberte asustado, no creí que estuvieras tan distraída.

— No estaba distraída.

— Si tú lo dices.

Sus ojos hicieron contacto visual con los míos, logrando que me perdiera en el hermoso color verde de ellos.

— No creí volverte a encontrar.

— Ni yo a ti. ¿Vienes a consulta?

— Si. El diagnóstico me lo dan hoy.

Antes de ella.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora