Secretos

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- Eso sería todo por hoy señorita.

- Gracias doctor.

Limpie mis lágrimas antes de salir del consultorio de mi psicólogo asignado. Debía admitir que había llorado durante toda la sesión y por eso ahora me encontraba con los ojos hinchados y la nariz irritada, pero a pesar de eso había sido bastante liberador. Es verdad eso que las personas dicen. Todos necesitamos ir a terapia al menos una vez.

- Te ves fatal.

Su voz me hizo buscarla con la mirada. Para ser sincera creí que se había marchado, sin embargo no era así. Ella permanecía en el mismo lugar donde la había visto una hora atrás.

- Lo sé.

Ella me sonrió y me tendió su mano para que pudiera tomarla. Acción que me dejó perpleja.

- Tenemos una charla pendiente ¿No?.

- Tienes razón.

Tome su mano y ella comenzó a caminar. No sabía a dónde íbamos y ella no decía absolutamente nada. Mi mirada viajaba de un lado a otro observando las diversas habitaciones de aquel enorme pasillo, hasta que se detuvo.

- Es aquí.

Soltó mi mano para poder abrir aquella puerta que era distinta a las demás, ya que está era de un precioso color negro muy diferente a las demás puertas de color café que se encontraban en las demás habitaciones.

- ¿Que es este lugar?

Me adentre junto con ella. La habitación estaba decorada con diversos cuadros, la cama era de tamaño matrimonial y muy diferente a las camillas de hospital, un enorme librero de color negro y una pequeña sala que consistía en un par de sillones. Sin mencionar que en ella también había un enorme ventanal que dejaba observar a las afueras del hospital.

- Mi habitación.

Abrí mis ojos de par en par sorprendida por el tipo de habitación que le habían asignado. Al parecer ella era especial.

- ¡Woow! Tus padres deben pagar una fortuna por este lugar.

- Mi padre. _me corrigió _ y realmente no necesitamos pagar nada. Él es el dueño del hospital.

Abrí mi boca sorprendida por lo que había dicho. Al parecer mi expresión le hizo gracias porque soltó una pequeña risita y me guío hacia su cama.

- Ahora entiendo porque el guardia de seguridad cumplió con tu petición.

Ella alzó sus hombros restándole importancia.

- Carlos es un buen amigo mío.

- ¿Carlos?

- El guardia de seguridad.

- ¡Oh!

Ambas guardamos silencio por algunos segundos, sin embargo mi curiosidad ganó. Tenía muchas cosas que preguntarle y no quería desaprovechar mi oportunidad de conocerla un poquito más.

- ¿Cuánto tiempo llevas viviendo en este lugar?

Ella dejó de mirar a dónde sea que lo estaba haciendo y me miró.

- Desde que tengo doce años.

La mire sorprendida, sin embargo traté de disimular mi expresión para no incomodarla.

- ¿Y cuántos años tienes ahora?

- veintiuno. _me miró a los ojos con ese mismo rostro inexpresivo de cuando la conocí_

Antes de ella.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora