Todo mundo es un poco homosexual

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Dos semanas. Dos malditas semanas y aún no veía mejoras en mi.

El tratamiento que me habían recetado había resultado ser todo un fraude, pues en vez de estar mejorando cada vez me sentía peor.

El enojo de mi madre ya había pasado, esta vez si que estaba preocupada por mi, pues comenzaba a tener síntomas que no eran para nada normales. Migraña, insomnio, vómito, vista borrosa, sangrado constante, si definitivamente algo no estaba bien en mi.

— ¿Te sientes bien?

Despegue mi vista de la ventana del auto y la mire a ella.

— Estoy bien mamá. Esta es la cuarta vez que lo preguntas.

Mire como ella asintió y siguió con su vista pegada en la carretera.

Mi nariz comenzó a sangrar por segunda vez está mañana, saque un trozo de papel de la bolsa de mi sudadera y limpie las pequeñas gotas que escurrían.

— ¡Por favor! ¡Esta es la segunda vez en el día y apenas son las ocho de la mañana! _ Me queje_

— ¿Necesitas más papel?

Desvío su mirada y me extendió una caja con clinex, la cuál tome sin decir absolutamente nada.

— ¿Tardaremos en llegar?

— No lo creo. La clínica no está tan lejos, quizás en unos veinte minutos estemos ahí.

La semana pasada mi madre estuvo investigando sobre alguna clínica que me pudiera atender y como resultado encontró la clínica Mondragón. Una clínica especializada en neurología, la mejor en todo el país, según las reseñas de internet. Los costos por consulta eran realmente altos y aunque sabía que mis padres si tenían el dinero para pagar, no se sentía correcto.

— Llegamos.

No supe cuánto tiempo me perdí en mis pensamientos, pero de lo que si estaba segura es que ahora estaba aterrada y no quería bajarme.

— Mamá no es tan necesario. Seguro son síntomas que se pasarán en cuanto menos nos demos cuenta.

— Dos semanas con los mismos síntomas. ¿Eso te parece poco?

Negué un par de veces.

— Eso creí.

Ambas bajamos del auto y nos encaminamos a la entrada de la enorme clínica.

Entramos al lugar y puedo decirles que mis nervios crecieron aún más, trataba de distraerme observando cada detalle del lugar, pero era inútil, nada de eso ayudaba a tranquilizarme

— Iré a pagar la consulta. Por favor no te alejes demasiado, este lugar es enorme y será un problema poder encontrar si te pierdo de vista.

La mire incrédula.

— Mamá sabes que soy más alta que las chicas promedio, literalmente sería imposible que me pierdas de vista.

— No hables con extraños y no te alejes mucho, es mi última palabra.

Comenzó a alejarse de mi, dejándome con la palabra en la boca.

— ¿Cuantos años tengo? ¿Ocho?

Suspiré resignada y me encamine a los asientos de espera, los cuales al parecer estaban todos ocupados. Mala suerte mia o de plano dios era mi mayor hater. Caminé hacia una esquina y me senté en el suelo a observar a la gente pasar.

Doctores, enfermeras, pacientes, visitantes, todo tipo de personas se encontraban aquí, mi madre ya había tardado más de la cuenta, pero definitivamente no deseaba moverme de mi lugar, a pesar de estar sentada en el frío suelo estaba realmente cómoda.

Mi mirada viajaba de un lado a otro atenta a lo que la gente hacia, sin embargo entre tanta curiosidad de mi parte me tope con un par de ojos cafés. Su mirada era intensa, tanto que comenzaba a incomodarme, su rostro mantenía una expresión de enojo, quizás tanta curiosidad por mi parte la había molestado.

Deje de sentir su mirada en cuanto alguien más se atravesó entre nosotras, se trataba de una chica con el cabello rubio, su piel blanca y una sonrisa encantadora.

— ¿Puedo sentarme?

Preguntó, manteniendo su sonrisa.

— Adelante, no es un gran lugar pero eres libre de sentarte donde gustes.

Ella me observó un par de segundos y tomo asiento a mi lado.

— ¿Primera vez aquí?

— Ujum.

No debía hablar con desconocidos, era una orden de mi madre y debía hacerle caso, después de todo no deseaba que ella se volviera a molestar conmigo.

— ¿A qué vienes?

Desvíe mi mirada hacia ella y me resigné, pues al parecer ella no planeaba quedarse callada y yo estaba comenzando a aburrirme de estar ahí.

— Una revisión.

— Ya veo.

Ninguna dijo nada más. El silencio no era incómodo, pero no quería parecer grosera al dejarla con la última palabra. Así que me atreví a preguntar.

— ¿Y tú?

— ¿Yo?

Al parecer mi pregunta la agarró desprevenida, así que desidi volver a preguntar.

— ¿Que haces aquí?

— Mi mejor amigo trabaja en este lugar. _su sonrisa volvió a aparecer_ tengo problemas de insomnio, así que el me da un tratamiento que me permite dormir, solo vine a recoger esto. _ señaló una pequeña bolsa de plástico en la cuál llevaba varios medicamentos_

— Entonces estás esperando a alguien.

— Nop. Solo decidí sentarme aquí porque estabas sola y no lo sé, me dio curiosidad el saber porque estás aquí.

— Ya veo.

Nuevamente el silencio reino entre ambas.

— ¿Es grave?

Negué

— No lo sé. Hace tres semanas tuve un accidente en moto, no recuerdo mucho, tal vez perdí el control de la moto, los frenos se rompieron o algo así.

— ¿No sabes realmente que paso?

Negué_ No. Estaba ebria cuando eso paso y no he querido acercarme a mi moto para saber del origen del accidente.

¿Por?

— Odiaría verla destrozada.

Se quedó en silencio un par de minutos, su expresión se mantenía serena, algo que agradecí pues así podía observarla con detenimiento. Su cabello no era tan largo, si acaso estaba un poco más abajo de sus hombros, su piel era clara y al sonreír dejaba al descubierto un par de hoyuelos en sus mejillas. Era linda, bastante linda.

— ¿Tengo algo en el rostro?

Sentí mis mejillas arder de la vergüenza al ser descubierta por ella, al parecer si la estaba mirando mucho. Sus ojos verdes hicieron contacto visual con los míos, algo que sin duda alguna me hizo perder el aliento.

— ¿Oye estás bien?

Ella movió su mano enfrente de mi rostro, tratando de que reaccionara.

— Eh si, si lo estoy _ le sonreí un poco apenada_

— Me gusta tu sonrisa. Eres más linda cuando sonríes.

Tomo sus cosas y se puso de pié.

— Debo irme. Espero que todo resulte bien en tu revisión y deseo poder verte pronto.

No espero un respuesta y comenzó a caminar, perdiéndose poco a poco entre la gente. No pregunte su nombre, ni ella el mío, sin embargo sabía que no podría olvidar tan fácilmente su rostro y en especial sus preciosos ojos verdes.

Era un hecho todo mundo es un poco homosexual.

Antes de ella.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora