La manera en que se miran.

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Llegar a casa de los abuelos ya no fue tan cansado y estresante como lo había sido en un principio del viaje. La sonrisa que traía en mi rostro no se borraba con nada y estaba segura que no lo haría.

— ¿Quien te llamo?

Diego me aparto de mi familia en cuanto bajamos del auto. Me tomo del brazo y me jaló hacia él para que nadie pudiera escucharnos.

Lo miré de mala gana, sin embargo comencé a reírme al darme cuenta que mis hermanos le habían dibujado un pene en la frente.

— ¿De que tanto te ríes?

De nada.

Tome mis cosas e hice el intento de alejarme de él pero no me lo permitió.

— Te hice una pregunta. ¿Quien te llamo?

— Suéltame Diego.

— ¡No hasta que me digas quien te llamo!

— ¿Que no escuchaste que la sueltes?

Ambos desviamos nuestras miradas hacia la persona que se encontraba justo enfrente de nosotros.

— Tal parece que no sabes tratar a una dama.

— Abuelo.

— Hola cariño. Bienvenida.

Diego me soltó y yo corrí hacia los brazos de mi abuelo, escondí mi rostro en su pecho y aspire su olor. Siempre vestía bien y amaba su olor.

— Hueles a vainilla.

— Es mi fragancia de siempre.

Dejo un par de palmadas en mi cabeza y volvió a mirar a Diego.

— ¿Quien es él?

— Mi novio.

Diego estiro su mano para estrechar la de mi abuelo pero el simplemente se limito a ignorarlo.

— Mucho gusto.

— Mi amor ya te había dicho que el chiste es mejorar a la familia no empeorarla.

Mi abuelo me abrazo de los hombros y me guío hasta la entrada de la casa, mientras que Diego nos seguía mientras cargaba con mis cosas y las suyas.

Al entrar a la casa los brazos de mi abuela me recibieron con un fuerte abrazo. Ella parecía estar feliz por nuestra visita, mis hermanos habían desaparecido tal parece habían subido a sus habitaciones. Porque si. Nosotros también teníamos habitaciones aquí.

— Luces preciosa. ¿Que te hiciste?

— Nada abuela. Bueno me hice un tumor en la cabeza quizás sea eso.

Mi mamá me miró de mala gana, sin embargo mis abuelos empezaron a reír. Siempre estaban de buen humor, de verdad no entendía como mi madre era su hija. No sé parecían en nada más que en los rasgos físicos.

— Cristal por favor.

— Déjala hija. Siempre es bueno verle el lado divertido a las cosas.

Mi abuela dejo un beso en mi frente y después se separó de mi para caminar hacia donde estaba Diego.

— ¿Quien es el joven de aquí?

— Mucho gusto. Diego Martinez. Soy el novio de su nieta.

Mi abuela lo miro raro al percatarse de su rostro el cuál aún permanecía pintado. Estaba apunto de decir algo pero mi abuelo le hizo una seña para que no dijera nada, así que solamente le sonrió y estrecho su mano.

Antes de ella.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora