03. extra

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El tiempo había pasado volando, ahora la pequeña Lia ya contaba con un añito completo.

Siendo un poco más hiperactiva de lo esperado. Contaba con la personalidad de su madre cada que le daban chocolate. Y con la de su padre cada que la despertaban de su siesta.

Últimamente aquel matrimonio había intentado conseguir las primeras palabras de su creatura.

- Mamá - repitió la pelinegra, intentando que así retoño se le guardara la palabra - No es tan difícil decir mamá.

Mientras tanto, el pelirosa llegaba de una jornada de trabajo. Dónde básicamente había ido a un restaurante para probar la salubridad de la comida.

- Llegué - informó el, sonriendo ligeramente cuando su hija se alteró al verlo.

La pequeña comenzó a mover sus pies con emoción, alzando sus brazos de la misma manera.

- ¿Quién es? - preguntó la madre de aquel retoño - ¿Quién es?

La bebé abrió la boca, soltando bastantes balbuceos de por medio.

Pero ambos casados abrieron los ojos en grande cuando la pequeña formuló una palabra concreta.

- Kusuke - murmuró la menor, por lo que sus padre parpadearon incrédulos.

- Debe ser una broma - se quejo el psíquico, quien se giró a su esposa con reproche cuando la escucho soltar una risita. Pero regreso su mirada a su niña, notando que ella ya no estaba.

- Oh, mierda - murmuró la mujer, notando lo sucedido. Con desesperación comenzaron a buscar a su pequeña. Y ambos soltaron un respingo cuando el timbre de aquella casa sonó.

Con una mala cara, como siempre, el pelirosa abrió la puerta. Encontrando a su hermano, quien enseño a la pequeña que tanto había buscada.

- ¿Dónde la tenías? - preguntó su hermano rencoroso, pues aún no superaba lo que le había hecho a su esposa hace unos años atrás.

- ¿Yo? - pregunto el rubio, llevándose una mano al pecho completamente ofendido - Ella apareció se la nada en mi laboratorio. Casi me muero de un infarto.

- Como sea - el japonés tomo a su hija en brazos, mirando a su hermano con recelo en todo momento - Ahora que sabes lo que puede hacer te quiero muy lejos de ella, ¿entendido?

- Claro, hermanito - el formó una gran sonrisa en su cara - Como tú órdenes.

El hijo menor de los Saiki le cerró la puerta en la cara a su hermano. Disfrutando cuando el solo un grito de dolor debido a que la puerta, como ya lo había dicho, había sido cerrada en su cara.

- ¡La encontraste! - exclamó la pelinegra, suspirando de alivio al tener a su hija en brazos - Dios, por poco muero de la angustia.

- Debemos de hablar - sentenció el psíquico mirando aquella escena con ternura.

- Lo se - lo interrumpió su esposa, acariciando la cara de la más pequeña - Debes enseñarle a controlar su poderes, lo entiendo. No me molesta.

- De acuerdo - admitió su esposo.

(...)

- No es tan difícil, ¿bien? - el pelirosa levanto un cubo de madera con sus poderes, ganando una risa de su hija. Quién al mismo tiempo, aplaudía con emoción.

Pero al llegar al tercer aplauso, hizo que la habitación temblará un poco. Por lo que algunas cosas sobre los estantes que habían en las paredes cayeran.

- Yare yare - murmuró él, mirando a su hija de reojo. Quién mantenía una mueca confundida con lo reciente ocurrido - Supongo que eres muy poderosa, ¿eh?

OPHELIA | Saiki Kusuo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora