Capítulo 7.

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—Te juro que no entiendo nada —traté de sonar menos irritada, pero no podía—. ¿Cómo le haces? ¿tienes una memoria USB?

Lia sonrió, —Bu-bueno... no exactamente, es más fácil de lo que parece —dejó el lapiz descansar en la alfombra de mi habitación—. Sólo tienes que poner todo tu empeño.

Yo me encontraba recostada de la cama, mientras aquella estaba a mi lado, explicandome lo que para ella era fácil, pero llevábamos una hora completa y yo no entendía ni la teoría.

—Vale —le fui quitando el cuaderno de la mano—. Está bien que me quieras enseñar, yo lo aprecio, pero no te invité precisamente para eso.

Sus ojos se agrandaron, —¿No?

Negué, —Nop —me puse en una posición donde pudiera verla mejor. Sus ojitos brillaban, y con la luz del sol que entraba por la ventana, se veían aun mejor—. Te invité porque... —puse mi mano sobre la suya, ella no tomo el impulso de apartarla, así que supuse que no se sentía incómoda—. Quiero conocerte, Lia.

—¿A mí? —se apuntó con su dedo índice, llena de confusión—. Pe-pero no hay mucho que decir.

No, ella no me puede parecer tierna.

Pues sí, y su sonrisa es muy linda, lo hace leve y repetidas veces. Sus ojos no son muy grandes ni muy pequeños. Lia es una chica verdaderamente hermosa.

Aparta esos pensamientos, Jennie. Tú sólo quieres una cosa de ella.

Aparté mi mano, —Tiene qué —me puse de pie—. ¿Color favorito?

—No tengo —musitó.

—¿No?

—Es que... no sé, no entiendo quien tendría un color favorito —se encogió de hombros—. ¿Tú tienes?

Asentí, —Ajá. Es el rojo.

—Bonito. Quiero decir, te he visto con ese color y te queda muy lindo —se cruzó de piernas, parecía darle vergüenza hasta pararse.

—Gracias. ¿Tienes comida favorita?

—Puede. Pero tengo muchas que me gustan, no sabría decirte cual sí y cual no, ¿tienes tú?

—Es el Kimchi. Lo comería siempre; bueno, si no tienes ninguna pregunta por hacer, seguiré yo —me mordí el carrillo—. ¿Eres virgen?

Pareció tragar fuerte, sus mejillas se pusieron rosadas y admiré la timidez de sus gestos. Como movía sus dedos, y jugaba con ellos. Sonreí de lado, esperando su respuesta.

—Yo... en realidad... —se quedó pensando.

—Sabes que puedes decirme, o sea, ser virgen no tiene nada de malo. Es más, no considero ni que se le pueda llamar virginidad, sólo tienes tu primera vez y listo, más nada —me encogí de hombros, y para que no se sintiera tan intimidada, volví a sentarme a su lado, apoyando la espalda de la cama—. ¿Y entonces?

—Pu-pues sí —titubeó. Sabía que era virgen pero escucharlo de sus labios me dio más satisfacción—. Es que... no soy de las personas que creen que eso se tiene con alguien que es tu amor eterno, no, pero —habló fluidamente—. Quiero en serio dejarlo para una persona con la cual no me sienta forzada.

Me acerqué más, —Ajá. ¿Y esa persona ya llegó?

Ambas nos miramos, ella no se aguantó y cuando remojé mis labios miró hacia ellos.

—Creo que sí...

Y así nos fuimos acercando, tan cerca que podía sentir su respiración, y era sorprendente como no había lujuria en el ambiente, como no sentía esa necesidad de arracancarle la ropa cuando se supone que eso es lo único que tengo que querer de ella, es increíble como Lia me hace sentir tranquila, y no debería ser así. Es algo egoísta por su parte. Me estaba haciendo sentir.

Cuidado Con Sus Labios. (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora