Capítulo 20.

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LISA.

Bajé las escaleras ya descansada y recién salida de la ducha. Mi cuerpo estaba un poco menos dolorido, pero gracias a las atenciones de mis padres y amigos, pude sanarme más rápido. Tenía ya dos días en casa de ellos, y necesitaba con urgencia volver a mi trabajo. Tenía que saber como se las estaba apañando Rosé.

Cuando entré al comedor, vi a padre desayunando, a mi hermano listo para ir a la escuela y a mi madre terminando de servir el desayuno que faltaba. En la mesa sólo tenía que colarme yo. Aquellos dos no me habían dicho nada, pero no hacía falta, sabía lo disgustado que estaban ambos.

Me senté en la mesa, junto a ellos, y me serví un vaso de jugo y tomé un plano, serviendo un poco de fruta, no me atreví ni siquiera a dar los buenos días.

—Me imagino que no vuelves a trabajar ahí, ¿cierto? —mi padre habló, sacándonos de la tensión.

Me aclaré la garganta, —Te equivocas. Volveré —llevé el jugo a mis labios y tomé un poco—. Esto sólo fue parte de mi trabajo.

—Claro, ¿la muerte también lo es? ¿Qué tiene que pasar, Lalisa, para que te des cuenta que ese no es tu lugar? —replicó.

—Tengo que hacer mi trabajo, papá. No esperes que me vaya al primer intento, no —me negué—. Era obvio que algo como esto, o como cualquier cosa iba a pasar, estoy lidiando con gente peligrosa.

—¡Por lo mismo tanto! No estás pensando en tu madre, en tu hermano y ni siquiera en mí —golpeó la mesa con el puño—. Parece que no te importamos.

Agaché la mirada, —Siento que lo creas así, sabes perfectamente que los adoro, y que si por mí fuera... estaría con ustedes.

—Es que fue esa nena —dijo pasándose la mano por la barbilla—. Desde que llegó al taller, te convertiste en otra.

—¿En otra? La señorita Kim no tiene nada que ver, papá. Esto se trata sobre mi trabajo —respondí.

—No, Lisa, se trata sobre ella y tú más que nadie lo sabes —me apuntó con el dedo—. ¿Darás tu vida por ella? ¿morirás por una chiquilla como ella?

Me paré de golpe, —No me importa ella —espeté—. Me importa mi trabajo, y no moriré, dejen de estar sacando conclusiones a lo maniático —miré a mi mamá, la cual tenía la mirada perdida—. Te quiero mamá, y tú más que nadie lo sabes —esta me miró—. Pero tu no te va a faltar, sabes que esto es parte de mí, que esto es lo que quiero...

—Pero no dando todo de ti, Lalisa. Mira como te dejaron...

—Me dejó así el carro, porque los frenos estaban cortados, hasta ahora nadie ha intentado matarme por lo menos no apuntándome con un arma; el día que eso pase, les prometo que dejaré el trabajo, ¿sí?

Ambos se quedaron en silencio, parecían estar sopesándolo.

—Yo sí confío en ti —saltó mi hermano—. Creo que eres capaz, eres muy valiente y te quiero mucho.

Sonreí con todos mi dientes, —Yo también, hermanito, yo también. ¿Y sabes? hoy seré yo quien te lleve a la escuela, así que vete a por tu mochila —pasé la mano por su cabello, este salió corriendo en busca de lo que le dije.

—¿Prometes que desde que la cosa se ponga color de hormiga volverás a tu casa? —preguntó mi madre.

Apreté la mandíbula, —Sí, madre, lo prometo.

Estarle prometiendo esto era una de las cosas más hipócritas que había hecho jamás, estaba engañándola, o quizá no, quizá y cuando me decidiera dejaría todo en manos de Dong-min y Rosé. Puede ser que me arrepienta antes de estar en aquel trabajo.

Cuidado Con Sus Labios. (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora