Capítulo 9. En el gimnasio

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A la mañana siguiente, Vanesa se levantó a las seis de la mañana, antes de que su despertador sonara. Tenía que estar en comisaría a las ocho. Esa noche había dormido y descansado más o menos bien, por lo que se levantó rápidamente de la cama. La inspectora se asomó a la ventana y sin quererlo, acercó la nariz al cristal, sintiendo el frío de éste en su cálida piel. Su cuerpo se estremeció. Y para colmo estaba lloviendo. Cojonudo. Tenía ganas de volver a la cama y taparse de nuevo con el nórdico. Llevaba unos minutos fuera de la cama y su cuerpo ya estaba percibiendo el frío que hacía en la habitación. Tenía que vestirse cuanto antes si no quería resfriarse.

Vanesa se dirigió a su armario, para ponerse un sujetador deportivo, una sudadera y unas mallas que le quedaban perfectas a sus fornidos muslos. Se cogió ropa de recambio y todo lo necesario para ducharse, y se marchó al gimnasio.

Como era temprano, sólo había cinco personas más en el gimnasio. Dos hombres y tres mujeres. Había una en particular que a Vanesa le llamó bastante la atención. Nunca antes la había visto en el gimnasio y la mujer tenía un cuerpo digno de observar. De hecho Vanesa no pudo quitar sus ojos de su escultural cuerpo. Joder si iba a tener esas vistas todos los días, no le importaría para nada ir todas las mañanas al gimnasio antes de ir al trabajo. A parte de mejorar su estado físico, tenía que aprovechar las divinas vistas que tenía delante de ella, y además eran gratis.

Cuando Vanesa miró a los ojos a la chica, se percató de que ésta también la estaba mirando fijamente, por lo que desvío la mirada rápidamente y se sonrojo a la vez. Pero la chica lejos de sentirse observada y molesta con la inspectora, le gustó ver lo que provocó en Vanesa y sólo pudo sonreír.

Vanesa estaba tan avergonzada que se fue directamente a la cinta de correr. Correría media hora a una velocidad más o menos rápida y se centraría en ello, así intentaría no mirar más a la chica. Ya había tenido bastante con la pillada de la joven.

La joven estuvo haciendo ejercicios de cardio mientras Vanesa se decantó por hacer algo de pesas. La inspectora tenía un abdomen plano, duro y marcado, mientras su brazos eran fuertes y fibrados. Le encantaba sentirse a gusto consigo misma. Lo necesitaba para su bienestar mental y físico. Y cuando se miraba al espejo sabía que merecía la pena dejar el alcohol. Tenía que intentarlo por lo menos.

Cuando Vanesa terminó, todo su cuerpo estaba lleno de sudor. El top que llevaba lo tenía empapado y las mallas todavía más pegadas a su piel por lo sudadas que se encontraban. Necesitaba una ducha urgente. Cogió su mochila y se dirigió a las duchas directamente. Estaba ella sola. Cuando se estaba desnudando en el vestuario, de repente vio pasar a la joven que había estado mirando en la sala de actividades, completamente desnuda, y a Vanesa casi le dio ahí mismo algo. La chica la miró de forma provocadora y Vanesa no pudo ni quiso retirar la mirada de ese cuerpo tan perfecto. Porque sí, tenía un cuerpo que a Vanesa la podía volver loca.

Para colmo a la chica solo se le ocurrió ducharse en la ducha que se encontraba a la vista de Vanesa. Comenzó a ducharse y cuando la inspectora vio como el agua resbalaba por la piel de esa diosa, las gotas deslizándose por sus maravillosos pechos y sus pezones totalmente erectos, Vanesa no pudo evitar que su entrepierna se humedeciera. No podía ser que sin ella buscar nada, esa chica la estuviera excitando sin siquiera tocarla. Definitivamente le había merecido la pena pegarse el madrugón que se había pegado.

La joven se echó jabón por todo su cuerpo y lo frotó con delicadeza; recreándose en sus pechos, en su abdomen y en su intimidad. Vanesa ya no aguantaba más. Estuvo a punto de meterse en la ducha con esa chica, pero cuando lo iba a hacer, le vino a la cabeza Olivia. Joder, lo que le faltaba. Por lo que se le acabó cortando el rollo. Se maldijo así misma por ser tan imbécil. Llevaba un año casi acostándose con cualquier mujer que se cruzaba por su camino y ahora que se encontraba como nunca de excitada, le vino a la cabeza la forense. No se lo podía creer. ¿A santo de qué Olivia se adueñó de sus pensamientos? Si ya por la noche se había quedado dormida pensando en ella. ¿Eso significaba algo para ella? Sólo esperaba que sólo hubiera sido ese par de veces el que la forense se había metido en su cabeza. No quería pensar en esa mujer más de lo necesario. Prefería seguir como hasta ahora.

Vanesa dejó de mirar a la joven y comenzó a desnudarse. Pero ahora era la chica la que miraba descaradamente a Vanesa. Cuando ésta se dio cuenta, se avergonzó al momento de estar desnuda, y se sintió incómoda, por lo que se fue a otra ducha individual que había. Seguro que la chica pensaba que era imbécil, pero a Vanesa le dió exactamente igual lo que la otra pensara de ella. De hecho se puso de espaldas a la chica e hizo como que ésta no estaba mirándola, y se dedicó a darse la ducha que tanto necesitaba darse.

Cuando terminó de dársela, se dirigió al vestuario de nuevo y se percató de que la chica se había ido ya. Mejor así. La estaba poniendo muy nerviosa. Pero cuando se acercó a su mochila, vio una nota donde la chica le había dejado su número de teléfono y ponía:

"Creo que te gustaron mucho las vistas que has tenido hoy en el gym. Si ha sido así, llámame cuando quieras. Me llamo Marta, por cierto."

Vanesa sonrió para sus adentros. O sea, que a la chica también le había gustado ella. Sí podría llamarla para pasar un buen rato juntas. Con el cuerpazo que tenía estaba más que segura que sí iba a disfrutar de su compañía, sólo tenía que buscar el momento adecuado y la llamaría, por qué no.

Vanesa terminó de vestirse y se fue para la comisaría, pero por el camino le llamó García para desayunar juntos antes de comenzar a trabajar, y no se lo pensó dos veces, necesitaba coger fuerzas para el día que se avecinaba.

Malasaña I. (5° Historia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora