Capítulo 43. Y tanta proximidad... Sí era buena

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Vanesa prefería conducir por carretera que por la ciudad, por lo que decidió salir de la misma, ya que a pesar de que las calles estaban vacías por la hora que era y el frío que hacía, podía ir más rápido por carretera y no tenía que pararse cada dos por tres en los semáforos que había distribuidos en las calles de la ciudad.

Olivia se aferró fuerte a la chaqueta de cuero de la inspectora. Llegó incluso a notar el duro abdomen de Vanesa. Y ésta no podía estar más feliz. Sólo esperaba que a la forense le gustara lo que estaba tocando en ese momento. Y vaya si a Olivia le gustaba, de hecho se estaba imaginando a Vanesa en ropa interior y sabía a ciencia cierta que esa mujer sería puro espectáculo en bragas y con brasier. Luego se atrevió a pasar sus brazos por debajo de la chaqueta de Vanesa.

A Vanesa le animó a ir más rápido el hecho de sentir los muslos de Olivia apretarse a sus propias piernas, y creyó enmudecer cuando sintió la entrepierna de la forense pegarse a sus nalgas.

Pero para Olivia pasó algo parecido. No sabía que ir en moto pudiera ser una experiencia tan maravillosa y estimulante. Sabía que la culpa era toda de Vanesa. Cuando apretó sus piernas a los muslos de la inspectora y juntó su entrepierna al trasero de ésta, sólo deseó que ese viaje no terminara nunca.

Como las dos mujeres habían previsto, cuando llevaban más de media hora sobre la moto, se puso a llover sin piedad. A Vanesa no le quedó otra que aminorar la marcha, pero Olivia, lejos de ponerse nerviosa por el peligro que suponía el ir en moto lloviendo, se sintió más plena que nunca. Llegó a pensar en decirle a Vanesa de irse con ella cada vez que hiciera una escapada en moto por las montañas algún fin de semana, pero eso ya sería pasarse con la inspectora. Estaba claro que las dos mujeres eran de gustos muy similares. Ya no sólo coincidían en el gusto por la música clásica y por la plena dedicación a sus respectivos trabajos, sino también en las escapadas en moto en fin de semana.

Vanesa decidió regresar ya a la ciudad y llevar a Olivia a su casa. Hacía frío y a esas alturas, iban totalmente caladas con la lluvia que había caído. El agua ya había penetrado en sus ropas llegando hasta sus cuerpos, haciendo que éstos comenzaran a tiritar de frío.

Cuando llegaron, Vanesa aparcó la moto en el mismo portal de la casa de la forense. Además, parecía que la lluvia estaba remitiendo, ¡A buenas horas! Pensaron ambas mujeres.

-Ya hemos llegado, Olivia. Al final nos hemos mojado pero bien. Lo siento -Vanesa lo sentía sólo por Olivia. Ella, en realidad, había disfrutado del trayecto más que cualquiera otra vez cuando ella salía sola. Había descubierto que le encantaba llevar a Olivia de paquete en la moto, y todo por cómo ésta se aferraba a su propio cuerpo. La sensación le había gustado muchísimo y no le importaría repetirla una y mil veces más. Cuando llevó a Marta no sintió ni la mitad de lo que acababa de sentir en ese momento con la forense.

-Vanesa, por mí no lo sientas, yo lo he disfrutado mucho. Sabes, hacer el loco de vez en cuando no me viene nada mal. Tanto trabajar y tanto estudiar, creo que me está pasando factura en mi humor y en mi vida social - le dijo Olivia mientras le devolvía el casco que la inspectora le había dejado.

-A mí me pasa igual. A menudo necesito desconectar con el ruido de la ciudad, así que me gusta perderme por la montaña- le respondió Vanesa mirándola con cierta timidez. No quería irse. No quería alejarse de Olivia, pero sabía que debía irse, no le quedaba otra así que intentó despedirse de ella - bueno, Olivia, ha sido un placer dar una vuelta contigo, y más en estas circunstancias. Espero que ahora puedas entrar en calor. Nos vemos en otro momento - le dijo Vanesa arrancando de nuevo la moto.

Olivia tampoco quería terminar la noche así. Había pasado una velada increíble tanto con sus amigos como con Vanesa, y no tenía ninguna gana de subir a su casa sola. Quería hacerlo con la inspectora. Deseaba tenerla en su casa. No sabía cómo podía acabar la noche si la inspectora subía con ella, pero quería descubrirlo. Se moría porque esa mujer no la dejara sola esa gélida y desapacible noche.

-Espera, Vanesa. Creo que te vendría bien venir conmigo a casa. Y cambiarte la ropa, parece que está dejando de llover. Vas a coger frío y te vas a resfriar, y a estas alturas del caso no estás para dejar a Marco sólo, ¿No crees? Él te necesita a su lado y con tus plenas facultades intactas.

Vanesa creyó haber oído mal. ¿Olivia la había invitado a subir a su casa? ¿Y le iba a dejar ropa para cambiarse? A la inspectora le entraron unos nervios incontrolables por pensar que iba a estar en el espacio personal de la forense. Se imaginaba que era afortunada por ello, puesto que estaba más que segura que Olivia no invitaría a su casa a cualquiera. Pero quería seguir al lado de ella. De eso también estaba muy segura. No quería irse a su casa, sola. Así que se armó de valor y le contestó, pero de su boca no salieron las palabras esperadas por ella misma.

-Olivia, es tarde, seguro que mañana quieres madrugar, y yo no quiero entretenerte.

-Vanesa, no me entretienes de más, en serio. Necesitas cambiarte de ropa.

-Tranquila. Puedo cambiarme en casa.

-Si no te cambias ya, te aseguro que el lunes te reportaras como enferma. Y si no me equivoco, mañana ibais a ir a hablar con los vecinos del presunto asesino, ¿no?- la forense seguía insistiendo. Quería que Vanesa subiera con ella a su casa. No tenía ni idea de que podía pasar entre ellas, pero sí tenía claro que quería subir con la inspectora - y querrás saber qué piensan los vecinos de ese hombre. Así que vamos, ven conmigo.

A Vanesa le gustó que Olivia le insistiera de esa manera. Eso quería decir que quería pasar más tiempo con ella porque debía disfrutar de su compañía, entonces lo que Vanesa sentía por la forense podía ser perfectamente recíproco. A pesar de entrarle las dudas a la inspectora, y desestabilizar un poco su propia forma de pensar y de ver las cosas, se armó de valor y le contestó que sí subiría con ella. A la forense se le veía una mujer de carácter, y eso a Vanesa le gustó.

-Está bien, Olivia. Me cambio de ropa y me voy. Necesitas descansar, es tarde - le contestó finalmente Vanesa. Si por ella fuera, no se iría ni en una ni en dos horas de casa de la forense.

-Bien, lo primero es lo primero. Hace mucho frío, necesitamos entrar en calor- tal cual dijo ésto Olivia, se arrepintió. Pues debió de sonar mal porque sintió la mirada de Vanesa algo perturbada. Lo que ella no sabía la causa de dicha perturbación, creyendo que se debía a lo que acababa de decirle, pero en realidad Vanesa se encontraba en ese momento totalmente perturbada por tener la oportunidad de estar en casa de la forense a solas con ella. Ni soñando de forma consciente podía imaginarse estar con Olivia a solas en su casa.

Vanesa, a pesar de estar tiritando de frío, se centró más en las vistas que tenía delante de ella que en el frío que su cuerpo llevaba tiempo padeciendo, cuando Olivia se dirigió al portal para abrir la puerta. Tenía razón la forense, necesitaba entrar en calor si no quería caer enferma y tener que dejar el caso de lado, sólo esperaba que Olivia le ayudara a conseguirlo.

Malasaña I. (5° Historia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora