Capítulo 21. Un poco de relajación.

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Vanesa llegó a su casa y lo primero que hizo fue prepararse un café mientras llenaba la bañera de agua caliente. Le daba tiempo de sobra para darse un baño caliente y relajante. La cabeza llevaba horas doliéndole y aún no había tomado nada. El insomnio y el estrés diario que tenía en el trabajo le hacían padecer unas migrañas considerables. En ese momento le molestaba hasta la tenue luz que entraba por las ventanas. Ya estaba anocheciendo, y la tarde era algo fría, aunque la lluvia había dado un respiro a los transeúntes de la ciudad. Finalmente decidió tomarse algo para el dolor de cabeza. A pesar de no ser amiga de las pastillas, esa noche necesitaba estar en perfectas condiciones.

La inspectora se llevó el café al baño. Mientras se desnudaba, comenzó a sonarle el móvil. Sabía que era su madre por el tono de llamada que tenía cuando ella la llamaba. Decidió que no se lo cogería. Ese era su momento de evadirse de todo y de todos, y su madre no iba a ser una excepción. Además, solía llamarla cuando ella no podía coger la llamada. La mujer era así de oportuna.

Antes de meterse en el agua caliente, puso música clásica a un volumen muy bajo. Vanesa era muy considerada con sus vecinos y siempre intentaba no molestarlos, como tampoco le gustaba que la molestaran a ella.

Cuando se metió por fin en la bañera y su cuerpo tocó el agua caliente, sólo esperó no dormirse con su cuerpo entero cubierto por el agua, porque era ya lo que le faltaba. Pero lejos de dormirse, se relajó tanto que a su cabeza le vino la forense. ¿Cómo sería cenar con ella en vez de con Marta? ¿De qué hablaría con Olivia?¿Cómo la miraría cuando la forense se dirigiera a ella para hablarle?¿Y qué sentiría ella si la tuviera a menos de un metro de distancia? ¿Y sólo para ella? De sólo pensar en tener a la forense cerca de ella, mirándola fijamente mientras le hablaba y además sonriéndole, su cuerpo se estremeció dentro del agua. Hacía mucho tiempo que no sentía algo así. Con la ruptura de Sara se fueron las emociones y sentimientos de la inspectora hacia alguien. Llevaba un año sin sentir ni padecer. Por lo menos cosas bonitas. Porque lo que sí sentía era mucho resentimiento y dolor. No podía ser de otra manera. Nadie antes le enseñó a levantarse después de una dolorosa e inesperada ruptura. Y llevaba un año sufriendo las consecuencias. Quizás ya había llegado el momento de cambiar y revertir la situación. Y tal vez la indicada para ayudarle a dar dicho cambio era Olivia.


Mientras tanto, Olivia estaba ocupada con un cadáver de una mujer de cuarenta años que había muerto en circunstancias extrañas. Estaba metiendo los órganos en el cuerpo, después de haberlos observado, analizado y estudiado, y luego se dispuso a coser el cuerpo. La familia de la mujer no había dado el consentimiento para que emplearan los órganos para fines educativos y de investigación, y eso a ella la molestaba sobremanera.

La forense terminó con el cuerpo y se dispuso a rellenar unos informes. A las siete decidió que ya era hora de irse para casa. Había quedado con Fabiana sobre las diez en el Dubliners. A las diez y media finalmente acudirían Marco y Rosa. Quería darse una ducha, cenar y buscar algo que le quedara muy bien en su armario. Por si acababa yendo también la inspectora. Quería llamar su atención, y para eso tendría que emplear más tiempo del necesario en arreglarse. Así que lo mejor sería no demorarse y darse prisa.

También estaba pensando que necesitaba tener más información de Vanesa, y para ello tendría que hablar con Marco y preguntarle. Pensaba que si Vanesa se mostraba siempre de mal humor y distante, sería como consecuencia de algún desengaño ya fuera con algún familiar o bien con una pareja que hubiera tenido o tuviese. Porque a decir verdad no sabía si la inspectora estaba soltera. Ella misma era una mujer introvertida y poco cariñosa. Le costaba mucho abrirse a las personas y mostrarles cariño. Estaba segura que Vanesa tendría una mala impresión de ella. Pero se lo había ganado porque como le dijo Marco, sí reconoció que la trató mal al principio de conocerla. Vanesa le provocaba desconfianza porque pensaba que era la típica mujer con muchas conquistas a sus espaldas. Y a ella no le agradaba nada ser una conquista más en la vida de esa mujer. No le importaría para nada saber si iba a terminar por conocer más a la inspectora, y en qué términos lo haría. Tendría que pasar el tiempo para saberlo.


Olivia llegó a su casa e hizo como Vanesa, fue directamente a la ducha. Pero la forense no quería perder tiempo en el baño y sí buscando algo de ropa acorde a esa noche. A pesar de salir poco, era una mujer muy coqueta en cuanto a su imagen. Le gustaba vestir siempre muy femenina, cuidarse el cabello, la piel y las uñas, por lo que perdía bastante tiempo al día en encontrarse así misma perfecta. Y esa noche tenía una razón muy importante para arreglarse más de la cuenta. Ya llevaba las uñas de los pies y de las manos arregladas. El cabello se lo arreglaría ella misma después de ducharse. Y tenía pensado ponerse un vestido muy fino que tenía un escote muy pronunciado, a pesar del frío que hacía en la calle. Ya se pondría un buen abrigo por encima, y en el Dubliners cuando estaba tan lleno de gente, siempre terminaba por sobrarle la chaqueta o el abrigo.

Olivia, de repente se notó más nerviosa de lo normal. Sabía cuál era el motivo. Sí le habían gustado otras mujeres y había intimado con un par de ellas en los treinta y dos años que tenía. Pero nunca había llegado a nada más con ninguna de ellas. Estaba muy perdida en el tema de las relaciones personales, tanto de amistad como de pareja. Ella sabía que tenía que empezar a dedicar su tiempo a otras cosas aparte del trabajo. Éste la tenía completamente absorbida, y tenía que reconocer que empezaba a necesitar quedar con gente y hacer amigas. Su vida era muy monótona y ya se estaba comenzando a aburrir. Tenía que empezar a socializar, pero para eso tendría que buscar a alguien acorde a ella.

Mientras se estaba preparando algo liviano para cenar decidió llamar a su hermano. Hacía días que no hablaba con él, y más bien era por culpa de sus interminables jornadas laborales, que no le dejaban tiempo para nada, pero su familia ya sabía que ella vivía por y para su trabajo.

Malasaña I. (5° Historia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora