Se encontraban en lo que parecía ser un hangar abandonado, y más de tres líneas, de diez personas cada una, se extendía por el lugar hasta donde la vista de Ivy alcanzaba. Todos atados de pies y manos, colocados en la misma posición de súplica, con sus cuerpos completamente desnudos, como si se trataran de ganado mientras, sujetos cubiertos con cubrebocas, mascaras, capuchas, caminaban por el lugar retirando las vendas y acomodando a sus “presas” en posición, como si se tratara de una exhibición de sus mejores trofeos mientras que los secuestrados perdían la cabeza, entre desgarradores gritos de súplica y agonía.
Todo aquello enmudeció por un momento a Ivy, pero, al ver cómo Mía y Karl también se encontraban ahí frente a él, desnudos, asustados y humillados, cómo no solo había adultos y adolescentes, si no también niños que difícilmente pasaban los once años, una rabia descontrolada surgió de lo más profundo de Ivy.
—¡Todos cierren sus putas bocas o nos veremos obligados a cerrarlas por ustedes! — gritó uno de los secuestradores con la voz que solo un alfa puede demandar, así haciendo callar a todos, o por lo menos, aminorar sus sollozos, pero Ivy que tenía sus sentidos alertas se percató que era la voz del sujeto que lo capturo.
—Esta noche resultó muy buena, y yo pensé que tras la muerte del viejo ya no vendrían más omegas, pero se multiplicaron— Ivy escuchó las voces de los otros dos secuestradores mientras hablaban con otros, y todos estos se paseaban por el sitió como si se tratara de una feria.
—¡Nuestra Lady está por llegar! ¡Todos hagan silencio! — volvió a hablar el alfa dominante.
En ese momento, las puertas del hangar se abrieron de par en par y una esbelta y alta mujer entró seguida por dos personas a sus espaldas. Todos los secuestradores comenzaron a obligar a bajar la mirada de sus presas, incluido Ivy que para poder ver mejor lo que sucedía, ladeo un poco su cabeza disimulando. La mujer traía un majestuoso vestido turquesa con blanco que parecía estar inspirado en la moda de la revolución industrial, sin embargo, en su cabeza llevaba un gran velo transparente que apenas dejaba ver la pálida máscara pintada como muñeca de porcelana victoriana qué ocultaba su verdadera identidad.
La mujer comenzó a caminar por el sitio, hablando en voz baja con sus acompañantes que tenían igualmente, una apariencia inusual. Uno de ellos era un hombre alto, vestido de igual forma como los secuestradores, con un cubrebocas, pero este era de cuero con adornos de plata, y tenía sobre su cabeza una capucha negra del traje que vestía, mientras que la otra, era una mujer, vestida de un elegante traje ejecutivo rojo, con una preciosa cabellera castaña atada en ondas haciéndola lucir un caprichoso peinado, mientras que, de igual forma, traía uns máscara de porcelana.
En un momento, uno de los niños secuestrados comenzó nuevamente a llorar haciendo llorar a los demás niños y llamando la atención de la dama, quien camino hacía ellos para examinarlos uno a uno. Al estar muy lejos, Ivy no lograba escuchar nada, así que solo pudo ver como en un momento la dama le hacía un ademán a la otra mujer y está a los demás secuestradores, y todos estos comenzaron a arrastrar a los niños entre gritos y sollozos fuera del hangar, solamente dejando a los adultos secuestrados.
Una vez terminado, la dama comenzó a caminar mirando con detenimiento a cada “presa”, susurrando cosas a sus acompañantes, como si se tratará de un día en el mercado seleccionando la mejor carne para la barbacoa. En eso, el alfa líder de los secuestradores se unió a la dama, y está con una señal de la mano hizo que sus lacayos retiraran a ciertas omegas, arrastrándolos fuera del lugar, dejando a la mitad de ellos, e Ivy intuyo que esos omegas habían sido seleccionados como “sobras” porque su amiga Mía y Karl aún se encontraban allí, y entre todos, eran los más preciosos que podían encontrar.
Y, sin previo aviso, Mía y los demás omegas que quedaban, soltaron un fuerte quejido de dolor, como si hubieran aplastado un botón para torturarlos instantáneamente, pero nada había cambiado. Ivy trató de mirar a todos lados, pero no había algo diferente más que todos los demás omegas en agonía, cayendo al piso. Ivy miró de reojo al que tenía más cerca, y aquel omega estaba completamente perdido, sus gritos de agonía se comenzaban a mezclar con los gemidos más lujuriosos que alguna vez Ivy hubiese escuchado de otro omega, todo su cuerpo temblaba, y comenzaba a sonrojarse en lugares como sus mejillas, abdomen, y genitales. Ivy entendió en ese preciso momento, que aquellos alfas habían hecho algo para que todos los omegas comenzaran un tipo de celo más brutal del usual al mismo tiempo, dejándolo impactado pero impotente, simplemente mirando la horrible situación.
—Mmmm… ¿Qué te parece este? — la voz de la Lady, iba acercándose cada vez más a Ivy.
—Para el uno o dos, no lo veo para más— comentó la mujer acompañante.
—Sí, no tiene la calidad de cuerpo o feromonas para un nivel superior— añadió el hombre.
—Bien, sigamos— Lady caminó hasta donde estaban los compañeros de Ivy —Vaya, no había visto a una así desde hace tiempo, ¿tú la conseguiste, querido? —
—Así es, ¿qué tal está? Espero que sea de tu agrado madre, nos esforzamos mucho, la cosecha de ese beta Bain está dando frutos muy buenos últimamente— el secuestrador de Ivy comentó con orgullo, mientras miraban hacía abajo como Mía se retorcía.
—Por… Favor… Ayuda… Du… duele…— logró suplicar entre sollozos y gemidos, pero parecía que los alfas estaban inmersos en sus “negocios”.
—Tiene potencial para el tres, pero me gustaría ver lo que logra en el uno. Con tan buenas caderas y senos, es una buena candidata para lo que necesitamos ahora— comentó Lady.
—Lady, solo quiero recordar que si la enviamos directamente al uno la malograra. Si la enviamos al tres podemos subirla al cinco y venderla por el triple de su valor inicial— comentó el hombre, con la voz tan helada como se podría esperar de un granjero hablando de su ganado.
—Ya tenemos mucho en el tres, si la enviamos al uno como madre propone y le seleccionamos buenos alfas, podremos sacar mucho más provecho enviando sus productos al cuatro, y de ahí a los demás— argumento la mujer, mientras sacaba su celular y escribía.
—Te recuerdo que eso es una inversión a largo plazo, quizá Lady quiera resultados inmediatos— gruñó el hombre.
—Sí, me acaban de confirmar. Solo hay plazas en el pabellón de Dall, ¿crees que tu querido cachorro quiera hacerse cargo de ella entonces? — contestó la mujer en un claro tono de burla.
—Basta, será para el uno— Lady siguió con Karl y después de mirarlo por un momento chisteo la lengua en son de desaprobación —Muy joven, casi para el cero. Pero bueno, a este directamente al dos—
—Si madre— contestó la mujer hábilmente anotando todo en su celular.
—Bien, dijiste que eran tres, ¿dónde está el otro? ¿es esté? — comentó Lady al secuestrador de Ivy mientras señalaba al siguiente en la línea, pero el hombre negó.
—No madre, es el de frente a la pelirroja—
—A ver, oh… Ya entiendo porque lo pusiste en la tercera línea, pero ¿qué es esto? — Lady parecía estar sorprendida, sin embargo, Ivy solo bajo completamente la mirada al piso para no cruzar miradas. Su corazón latía frenéticamente y su estómago estaba completamente revuelto, con todos sus instintos listos para luchar o escapar.
—Creo que no le afecta las feromonas— Lady sonaba decepcionada pero encantada al mismo tiempo —¿le colocaron el bloqueador del inhibidor? —
—Si madre, como a todos— comentó su secuestrador.
—Debe ser aún joven— comentó la mujer a espaldas de Lady —¡He muchacho! ¿cuántos años tienes? — por primera vez desde su secuestro, alguien se dirigió directamente hacía Ivy, pero este solamente bajo más la cabeza mientras mordía su labio con fuerza para evitar contestar.
—Te están hablando bastardo— el secuestrador que estaba detrás de Ivy, tomó de la parte de atrás de su cabeza y de un tirón de su cabello, hizo que su rostro se levantara directamente hacía la alfa. En ese momento, Ivy pudo mirar con más detalle la mascara de Lady, una máscara preciosamente pintada para parecer una bonita muñeca de porcelana de ojos lilas, sin embargo, cuando Lady se movió de un lado a otro para inspeccionar mejor a Ivy, este se dio cuenta que esos ojos no estaban pintados.
—No te ves de más de veinte, quizá dieciséis—
—Diría que usted es más vieja que mi abuela, pero no puedo ver su cara con esa máscara de cobardes— Ivy escupió las palabras enfurecido.
—¡¿Qué dijiste perra?! — gritó uno de los secuestradores, pero Lady lo detuvo.
—¿Me consideras cobarde? — susurró Lady, y un destello de furia pasó por sus ojos.
—Si vas a tratarnos como ganado, por lo menos déjanos ver los rostros de nuestros verdugos—
—Interesante… ¿Tú que crees querida? ¿Uno o dos? — Lady se giró sin más hacía la mujer.
—Dos, no necesitamos productos violentos— comentó la mujer.
—Lady, si me lo permites— interrumpió el hombre quien, en todo ese momento, no había despegado los ojos de Ivy —Su aroma es exquisito, y si aún es muy joven, podríamos esperar un poco más y dejarlo en el tres para subirlo posteriormente al cinco—
—Nadie va a querer una perra como está, intentó soltarse y se escondió— intervino el secuestrador de Ivy.
—Todo dependerá de su pureza… ¿Cuántos años tienes, muchacho? Y no me hagas repetirlo por tercera vez— insistió Lady, pero Ivy solo rechinó los dientes y escupió en el piso.
—Como te atreves…— el secuestrador que tenía a Ivy de su cabello, de un movimiento, lo golpeo tan fuerte en uno de sus costados que sintió como si su alma se escapaba de su pecho, provocando que soltara un aullido de dolor.
—Mmmm… Déjalo, si no quiere cooperar porque no entiende donde esta y su situación, que el estudio médico determiné su suerte— Lady movió su cabeza en desagrado por la situación.
—Lady, aún creo que tiene potencial para ir al cinco— el hombre insistió mientras Ivy se retorcía del dolor en el piso, ya sin prestar atención a lo que sucedía.
—Bien, si su pureza da cien puedes llevártelo para el pabellón de Dall y hacer lo que quieras con él, pero si su pureza da menos, llévenlo directamente al cero. Ni siquiera me sirve para el infierno con esa actitud tan prepotente—
—Sí madre… Ya sabes que hacer— el sujeto le habló al secuestrador, y esté ultimo solamente asintió y sin soltar a Ivy por su cabello comenzó a arrástralo por el lugar.
Entre las lágrimas que le provocaba el intenso dolor, Ivy intentó distinguir algo más para ayudar a sus compañeros, pero no logró conseguir nada. Todos los secuestradores vestían de la misma forma, no había ni un solo distintivo en el lugar que pudiera diferenciarlo de otros, y lo único que Ivy podía procurar guardar en su memoria, eran las voces de los sujetos, en especial, la de esa tal mujer Lady, que, por su apariencia, debía ser la que dirigía toda aquella operación de trata de personas.
El enorme sujeto, arrastró a Ivy hasta fuera del lugar completamente oscuro, y al llegar al garaje había varios autos estacionados entre ellos camiones grandes, de los utilizados para llevar ganado, camionetas lujosas, ambulancias, patrullas policiales y pequeños camiones de comida que claramente estaban acondicionados para pasar camuflados. El secuestrador llegó hacía uno de las camionetas y tiró a Ivy dentro.
—No hagas nada de lo que te puedas arrepentir, zorra— comentó el secuestrador con tono frío y se subió en el lado del piloto.
Ivy seguía encogido por el dolor, pero la suave piel de cuero blanco en los asientos traseros le daba un poco de confort a su maltrecho cuerpo, sin embargo, unos ruidos poco a poco llamaron su atención; gritos y llantos de infantes, que provenían de uno de los grandes camiones junto a ellos, helaron la sangre de Ivy.
—¿Por… Por qué hacen esto? — Ivy preguntó con voz temblorosa, tratando de tragar la agonía que sentía para recuperar el control, pero solo recibió como respuesta la radio prendiéndose en una emisora con música aleatoria —Ya veo… No es muy diferente que allá afuera…— añadió tristemente entre murmullos para sí mismo.
Después de unas cuantas canciones, se escucharon como pasos salían del lugar y todos comenzaban a dispersarse por el garaje, subiendo a sus respectivos vehículos con sus “presas” para alejarse de ahí. Haciendo un esfuerzo, Ivy trato de incorporarse en su asiento con mucha dificultad y mirar por la ventana.
Los últimos en salir habían sido Lady y sus dos acompañantes quienes se quedaron a unos metros de donde Ivy se encontraba hablando entre sí, no se escuchaba nada así que el muchacho solo pudo imaginar que Lady estaba dando ordenes a sus lacayos. Al finalizar de hablar, el sujeto hizo un ademán de despedida de las dos mujeres y caminó en dirección al auto, Ivy rápidamente volvió a recostarse en los asientos.
—Al fin se acabó esto— comentó el hombre al secuestrador apenas subió al auto.
—No creo que Dall desee encargarse de este— contestó poniendo la camioneta en marcha.
—Algo me dice que sí, solo espero que no le hayas roto nada importante. Te he dicho muchas veces que no maltrates la mercancía—
—Va—
Sin más, en todo el trayecto permanecieron en silencio hasta llegar a su destino. La camioneta giro y se adentro hacía un garaje subterráneo más no se estacionó completamente.
—Nos vemos en la siguiente selección, y dile a Jix que si tiene un tiempo se pase por acá— comentó el hombre bajándose de la camioneta y abriendo la puerta trasera para sacar a Ivy.
—Se lo diré, pero no te prometo nada. Esos dos no se han llevado bien últimamente—
—Tú solo has el intento— el hombre tomó a Ivy entre sus brazos, y aunque esperaba que fuera igual de brusco que sus secuestradores, este fue delicado y procuro no lastimarlo más de lo que ya estaba.
Comenzó a caminar alejándose de la camioneta y solo se escuchó un portazo detrás de ellos hasta entrar al ascensor. Una vez dentro y solos, Ivy intentó sacudirse para que lo dejara, pero solo logró que el sujeto lo acomodara mejor en sus brazos y suspirara.
—Puedes dejarme ir, prometo no decir nada— murmulló cuidadosamente Ivy, tanteando el terreno.
—Lo siento, pero eso no va a suceder— la voz del hombre era calmada, increíblemente calmada para la situación en la que se encontraban —Te recomiendo hacer todo lo que se te pida de hoy en adelante, si deseas sobrevivir en este infierno— lentamente bajo su rostro hasta que sus ojos se encontraron, y en ese momento Ivy se dio cuenta que el hombre no era tan joven como aparentaba. Sus ojos grises estaban cansados, rodeados de muchas arrugas, y un par de canas hacían su aparición por debajo de todo ese cabello negro; aún cuando tenía mitad de su cara cubierta por aquel cubrebocas negro, Ivy podía intuir que la mueca debajo de aquella tela debía de ser de tristeza y sumisión.
—Más infiernos… Lo que me faltaba—
El elevador se detuvo y al abrirse sus puertas, dio pasó a un largo pasillo de paredes y suelo blancos, muy parecido a uno de hospital. El hombre caminó con Ivy en brazos hasta llegar a una de las puertas, donde tocó y un típico doctor vestido con su bata blanca abrió.
—Pensé que ya no iban a recibir más— el doctor habló sin mucho ánimo. Su rostro era simple y su contextura mediana, a simple vista se podía deducir que no se traba de un alfa, era otro beta sometido a una mayor voluntad.
—Su aspecto y aroma me parecieron interesantes— el hombre dejó gentilmente a Ivy sobre la camilla.
—Te meterás en problemas con Dall— con un suspiro, el doctor se acercó a Ivy y comenzó a desatar las ataduras que tenía.
—Era esto o lo iban a mandar a las sobras—
—Y no se te ocurrió mejor idea que echárnoslo a nosotros— el doctor soltó un bufido de despreció y le dio una bata blanca de paciente a Ivy —Póntela—
—No creo que se pueda mover, creó que le rompieron algo—
—Revisemos—
El doctor comenzó a hacer el diagnosticó pertinente en Ivy, tocando su abdomen y pecho, escuchando sus pulmones, como si se tratara de una visita normal al médico y que en cualquier momento le dirían que no es nada grave, tomara un par de pastillas para irse a casa, pero nada de eso sucedió. Al finalizar el doctor tecleo algo en su computadora y regresó hacía Ivy.
—No creó que sea una fractura sería, así que te aplicaré esté medicamento para el dolor y después comenzaremos con el análisis a profundidad— comentó mientras inyectaba a Ivy en uno de sus brazos.
—También revisa lo demás, necesito saber su pureza para decírselo a Lady—
—A eso iba, dame unos momentos…— el doctor se alejo de la camilla y se colocó unos guantes y cubrebocas —Bien, ponte en cuatro—
—¡¿Qué?! — Ivy se sobresaltó en su sitio.
—En cuatro, debo revisar todas tus cavidades antes tomar las muestras— el rostro del doctor permaneció tan impasible pero el alfa soltó una carcajada.
—¡No lo haré! —
—Creo que sigues sin entender tu situación— comentó el hombre limpiando sus lágrimas por el ataque de risa reciente.
—Stefan… ¿Quieres que llamé a seguridad? —
—No, déjalo ¿si lo sedas es más fácil verdad? — el hombre cuyo nombre era Stefan se comenzó a acercar a Ivy lentamente, haciendo que su corazón se comenzará a acelerar frenéticamente.
—De hecho la inyección… — el médico hablo pero al escuchar todo eso, Ivy vio la oportunidad de salir de ahí, la medicina ya había comenzado a hacer efecto aminorando significativamente el dolor del golpe, así que sin importarle en lo más mínimo aún seguir desnudo, se movió lo más rápido posible evadiendo tanto al doctor como a Stefan, y logró salir de la pequeña habitación.
—¡Mierda!— Ivy escuchó a sus espaldas como maldecían y pasos comenzaban a perseguirlo, pero el instinto lo hizo huir más rápido corriendo por los pasillos blancos del lugar sin mirar atrás.
No le importaba si todo eso estaba relacionado con lo que quería Draco, no le importaba en lo más mínimo, sabía que, aunque esos dos sujetos estaban siendo amables él seguía estando secuestrado por gente peligrosa y tenía que salir de aquel sitio, iba a ser su oportunidad.
—¡Chico regresa aquí! — pudo escuchar como la voz del alfa retumbaba a sus espaldas, lo que lo hizo correr mucho más rápido.
No sabía donde correr, si debía meterse a alguna habitación, no sabía que hacer, pero un alivió lo abrumó cuando al final de uno de los pasillos estaba la puerta de un ascensor. Si podía perderse entre los diferentes niveles del edificio, quizá podría despistarlos para salir de ahí, sin embargo, con la misma rapidez que la esperanza llenó su corazón, se fue al ver que el marcador eléctrico sobre del ascensor mostraba con un pequeño pitido el piso en el que estaban y las puertas del mismo se abrían pero antes si quiera de reaccionar para girar, sintió como su cuerpo dejaba de responder y la obscuridad volvió a caer para Ivy.
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Los infiernos de Van J. Dremmy (Historia Original)
General Fiction¿Qué tan fuerte debe ser un corazón para no romperse? Secuestrado, torturado y sometido a lo más bajo de los instintos humanos, Ivy un pequeño omega que tuvo la desdicha de haber nacido en un mundo de alfas, luchará hasta las últimas consecuencias...