El lugar estaba completamente obscuro. No había ni una sola fuente de luz cerca, y el silencio era sofocante. Se ánimo a dar unos cuantos pasos en la nada y cuando el "crack" de su subconsciente sonó, supo que eso era otro de sus tantos sueños lúcidos.
-Buenas noches Stefan, es muy lindo verte fuera del trabajo ¿en qué te puedo ayudar?- la espectral voz sonó haciendo eco en el vacío, como una psicofonía y en ese momento el corazón de Edmund comenzó a latir frenéticamente en sus oídos.
-Hola Sam- sin haber abierto su boca, su voz sonó desde su garganta; qué comenzaba a abrirse y sangrar.
Las primeras veces que había tenido esa pesadilla, no pudo hacer nada más que desesperarse e intentar huir, pero después de haberla tenido por más de una década, solo le quedaba observar.
Como si su sueño se tratara del patio de juegos de un niño pequeño, las cosas fueron cayendo desordenadamente hasta armar a la perfección una réplica de juguete de, la que había sido en la vida real, la casa de los esposos Dunlap. Y allí, frente a Edmund, se encontraba una marioneta a tamaño real de Samuel Dunlap.
El rostro de la marioneta sonrió, tan tenebrosamente como podría sonreír algo inanimado hecho de madera.
-Por favor, entra, en estos momentos estaba preparando la cena. Hoy hice lasaña- la marioneta se movió tan torpemente, jalada por sus hilos, hacía un lado de la puerta para dejar entrar a Edmund, y aunque este quería salir corriendo de ahí, todo su cuerpo no era más que madera qué también era controlada por hilos.
Así los dos entraron a la aterradora casa de muñecas.
-Te extrañamos en el cumpleaños de nuestro pequeño, habría sido lindo que tu hijo y los hijos de Tyba lo conocieran- la marioneta se movía de un lado al otro, simulando limpiar y acomodar platos en la mesa.
-Sam, no estoy aquí para socializar- de la rota garganta de Edmund brotaban las palabras al igual que la sangre que comenzaba a manchar el lugar -Jay me pidió venir-
-Oh... - la marioneta se detuvo, dándole la espalda a Edmund -Que mala ocasión para estar solo en casa-
-¿Dónde está tu hijo? -
-¿Para qué quieres saberlo? - las extremidades de la marioneta comenzaban a chocar entre sí, haciendo un insoportable ruido de madera.
-Jay... Solo quiere al niño...- la monstruosa voz de Edmund se detuvo, ahogada por ahora los ríos de sangre que brotaban.
-Je... Je... Theo y yo pensamos que cubrimos nuestros pasos bien. Supongo que solamente el ingenio e inteligencia no son suficientes para derrotar al poder qué otorga el dinero-
-Sam, por favor... No hagas esto más complicado y solo entrégame al niño, prometo que te lo devolveré sano y salvo cuando Jay tenga lo que quiere- las piernas de madera de Edmund se arrastraron por el piso, hasta acercarse a la marioneta y la "conciencia" del sueño obligó a que le tocara el hombro a la temblorosa muñeca.
-Dime Stefan... ¿Tú me aseguras qué no utilizarán a mi hijo como conejillo de indias? ¿Es acaso cierto que me lo devolverás bien? -
-Yo...- Edmund sabía muy bien que eso no sucedería.
La marioneta se volteó violentamente y tan fuerte como pudo abofeteó la cara del alfa.
-¡¿CÓMO LE PUEDES PEDIR A UN PADRE SACRIFICAR A SU HIJO?! - el rostro de la marioneta estaba descompuesto de la rabia y odio, con sus ojos completamente desorbitados llenos de sangre.
-Sam, te juro que no es lo que parece- "Sí, sí lo es" -Tú hijo estará a salvo si me lo das a mí- "No es cierto, mientes" -Jay no le quiere hacer daño, solo quiere comprobar unas cosas que involucran a su hijo pequeño- "Lo quiere muerto"
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Los infiernos de Van J. Dremmy (Historia Original)
General Fiction¿Qué tan fuerte debe ser un corazón para no romperse? Secuestrado, torturado y sometido a lo más bajo de los instintos humanos, Ivy un pequeño omega que tuvo la desdicha de haber nacido en un mundo de alfas, luchará hasta las últimas consecuencias...