-¿Ivy...?- un suave susurro despertó al pequeño omega, apenas abrió sus ojos no pudo distinguir nada más que la inmensa obscuridad qué lo absorbía.
-¿Quién está ahí? - contestó con un hilo de voz mientras trataba de moverse pero las cadenas impidieron qué se levantará del todo.
-No te muevas y escúchame. Nadie debe saber que has hablado conmigo - la voz sonó en algún lugar de la pequeña habitación, Ivy intento con todas sus fuerzas distinguir a quien le hablaba pero sus ojos recién se habían abierto y tardarían unos segundos en adaptarse a la poca luz.
-¿Qué quieres? - Ivy contestó tratando de tener más tiempo para saber con quien hablaba.
-Esto será duro, pero pase lo que pase, no debes darte por vencido. Prometo ver la forma para sacarte de aquí pero mientras tanto, solamente obedece todo lo que ellos digan- la voz era sin dudas una voz femenina, suave y maternal qué trataba de mantener la calma.
-¿U... Ume? ¿Eres tú? - Ivy se quedó paralizado ante la sorpresa y sus ojos pudieron distinguir una silueta pequeña qué se movía entre las sombras.
-Logré encontrar la forma de que me permitieran entrar al pabellón restringido del hospital, y cuando supe todo lo que hacían... Esto es peor de lo que pensábamos- susurró Ume mientras se acercaba lentamente a Ivy y su pequeña mano acariciaba la mejilla del muchacho -Nunca vi venir esto, perdóname-
-No hay tiempo para esto, ¿sabes algo de la vieja? - Ivy no había tenido forma de comunicarse con nadie del exterior por días, poder escuchar a alguien de sus conocidos hacía qué su corazón volviera a tener un poco de esperanzas por lo que no debía perder la oportunidad de saber más.
-Sí, ya sabe que te encuentras aquí pero no sé cuales son sus planes- los verdes ojos de Ume brillaron en la obscuridad e Ivy pudo ver como lágrimas corrían por sus mejillas -Mantente fuerte, prometo que no te dejaré aquí-
-¿Qué más sabes? ¿Sabes que están haciendo con nosotros? ¿Sabes si Drao ha dicho algo sobre... ? - la mente de Ivy trajo la imagen de su pequeño primo Hemet y sus fuerzas volvieron a él. Volvió a intentar levantarse pero Ume lo impidió y lo tranquilizo.
-Te lo diré en la próxima vez, debo irme. De seguro me vieron entrar por las cámaras y ya deben venir para acá- Ume se levantó y rápidamente se escuchó como sus pequeños pies caminaban con prisa a la puerta, abriéndose y dejando entrar la luz cegadora del pasillo.
Ivy intentó ver más allá de la puerta pero esta se volvió a cerrar tan rápido como se abrió, cayendo nuevamente la obscuridad. Ivy sabía que habían pasado días, o por lo menos eso deducía al ver como sus heridas habían sanado completamente; su sentido del tiempo se había ido desvaneciendo y su conciencia iniciaba su lento camino hacia el deterioro por el encierro. La mayor parte del tiempo lo mantenían recostado en la cama con las luces apagadas, como si se tratara literalmente de una muñeca guardada en su caja pero aún no entendía porque no le habían hecho nada más en todo ese tiempo. La mayor interacción qué recibía de otros seres vivos estaba en la hora al día que prendían las luces, le pasaban una pequeña porción de comida y le permitían vagar por el lugar.
-Esto sigue siendo mejor que vivir con ese animal- Ivy susurró para si mismo mientras miraba al vacío y recordaba los años que había pasado con la familia de su madre.
Pero antes de que pudiera dejar seguir divagando con su mente, la puerta se volvió a abrir y las luces se encendieron de golpe cegado a Ivy quien solo tuvo tiempo para frotar un poco sus ojos antes que sus cadenas rápidamente lo sujetaran.
-Bueno, al final servirás de algo- nuevamente, su secuestrador estaba allí frente a él. Con sus largas trenzas platinadas y burlona máscara de zorro.
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Los infiernos de Van J. Dremmy (Historia Original)
General Fiction¿Qué tan fuerte debe ser un corazón para no romperse? Secuestrado, torturado y sometido a lo más bajo de los instintos humanos, Ivy un pequeño omega que tuvo la desdicha de haber nacido en un mundo de alfas, luchará hasta las últimas consecuencias...