Capítulo IX

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—Joder… — un gruñido se escuchó en el salón obscuro del departamento, y la luz se encendió.

Van hacía todo lo posible para abrir la puerta, mientras en su espalda traía a la inconsciente muñeca número 37. El fuerte medicamento que le había suministrado Gustav para sedarlo, había hecho un buen trabajo, tan bueno, que Van comenzaba a preocuparse de si no se habría pasado con la dosis improvisada.

Cerrando la puerta con uno de sus pies, puso el cerrojo de sus múltiples seguros con la mano qué le quedaba libre, y después de cerciorarse qué nadie los había seguido y estaban solos, caminó hacía el baño y tiró a la muñeca en el suelo. Antes de salir, no pudo contener su impulso de voltear hacía el pequeño y débil omega.

—Qué puto asco… — masculló con rabia al mirar al chico inconsciente.

Y la verdad era qué, aquella muñeca no tendría porque tener nada en especial, de hecho solamente le había dado problema tras problema; no era nada más ni nada menos que uno más de los desdichados omegas, qué había tenido la mala suerte de haber caído en la telaraña de mentiras y depravación qué Charlotte había tejido alrededor de la familia Dremmy y todo lo que esta significaba. Sin embargo, desde el día que lo había conocido, un vacío en el estómago y pecho de Van se había vuelto persistente y doloroso, cada vez que veía el rostro de la muñeca 37 y después de darse cuenta de la peculiaridad de sus ojos, no podía evitar recordar a su difunta hermana.

La vibración de su celular en su bolsillo lo sacó de sus pensamientos, y lo hizo por fin salir del cuarto de baño dejando el cerrojo puesto para evitar que la muñeca escapara.

“Gustav:¿Todo bien?”

“Van: Creo que Jix no se trago la mentira de la muerte de la muñeca, me siguió por la carretera como el desquiciado qué es”

“Gustav: Me extraña que de repente Lady le pidiera específicamente esa muñeca. No le hemos dicho nada a nadie de lo que sospechamos del sujeto 37”

“Van: Lo sé, los únicos que sabemos de esto es el viejo, tú y yo y no creo que él hable. Y lo peor es que presiento qué Lady no la pidió. Ella siempre me habla directamente a mí antes de mandar a su perro, y en esta ocasión no he sabido nada de ella”

“Gustav: Sé que a Stefan le conviene mantener su silencio y Lady, debe estar ocupada hostigando a su ex marido. Ya sé supo que ganó las elecciones”

“Van: Si lo escuché en la radio. Maldita sea, todos nos condenamos… ¿Pudiste tomar todas las muestras necesarias de la muñeca?”

“Gustav: Por el momento sí. Cuando necesitemos más iré así que quédate atento, y si el localizador del sujeto 37 te da problemas avísame”

“Van: Entendido”

Van se había tirado en su sofá completamente exhausto por todo lo sucedido, mientras contestaba la conversación con Gustav. Su mente y cuerpo comenzaban a sufrir el agotamiento, y no tenía nada más en la cabeza que la única idea de morirse, pero no podía, y decidió rápidamente distraer su depresivo cerebro con otras cosas que no fueran el panorama desolado qué se avecinaba.

Después de unas horas vagando por su departamento, entre arreglar documentos del despacho, otros del “trabajo” del hospital, arreglar el desastre de su auto y alguna basura qué había desparramada por el sitio, su estómago gruñó y decidió qué debía comer algo para variar. Abrió su refrigerador, y el mismo estaba completamente vacío, solamente había un poco de sobras de un delivery anterior qué había pedido, latas de cerveza cerradas, abiertas y vacías, y una que otra manzana a medio comer qué ya comenzaba a malograrse.

Van estaba pensando si debía salir a comprar algo, o si sería mejor pedirlo, pero antes que pudiera decidir, un golpe seco se escucho proveniente del cuarto de baño y supo inmediatamente qué la muñeca había despertado. Con tranquilidad y seguridad qué no iba a ir a ningún lado, buscó su máscara y después de colocársela, tomó un vaso para llenarlo de agua y caminó a ver a su nuevo huésped.

Los infiernos de Van J. Dremmy (Historia Original) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora