Capítulo XIX

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Advertencia: Capítulo especialmente crudo. Se tratan temas delicados, por lo que se recomienda leerlo con discreción.

Edmund mantenía su mirada fija en la puerta de la elegante habitación. Había varios guardias rodeando la entrada, y todo estaba monitoreado de tal forma qué aquella reunión se mantuviera en el más absoluto secreto del ojo púbico.

-Has hecho todo muy bien, cariño- habló Charlotte, quien se encontraba sentada en el pequeño salón de la enorme suite presidencial.

-Maldita puta...- masculló Robert lleno de coraje, mientas miraba en cambio a través del ventanal qué tenia la asombrosa vista desde el quinceavo piso, aquella en la qué la cuidad se encontraba sumida en la noche, llena de luces y vibrante movimiento.

-Cuida tus palabras- enseguida Edmund salió a defender a su hermana, sin embargo Charlotte lo detuvo con un gesto de su mano, nunca perdiendo la elegancia del momento.

-Ladra cuánto quieras Robert, solamente no me defraudes en nuestros "pequeños" negocios, y todo irá bien-

-Charlotte, ya te di lo que quieres, todo el puerto de Shinny Valley es tuyo, tienes toda una cuidad entera en la cual el gobierno federal ni siquiera puede entrar, puedes hacer lo que te de gana allí, ¿Es que acaso quieres todo el país para ti? - Robert se giró en sus talones para mirar fijamente a su tan odiada ex esposa.

-Claro que no, no soy tan ambiciosa- los duros ojos violetas de Charlotte nunca le habían temido a los de Robert, por lo que lo miró con desdén y aunque la omega estuviera sentada y el alfa parado, se podía palpar en el ambiente como ella estaba en una posición mucho más superior -Lo único que te pido es una pequeñísima reforma a la ley de salud para quitar unos cuantos controles sanitarios por allí y por allá-

-¡Mierda Charlotte! ¿Sabes lo que las organizaciones internacionales dirían si se dan cuenta de semejante aberración? - Robert se acercó hacía donde Charlotte y Edmund se encontraban -Además ¿Para qué quieres hacer semejante cosa? -

-Eso no te incumbe Robert- interrumpió Edmund rápidamente.

-¡Claro que me incumbe! Tendría que convencer a la mayoría de la cámara de diputados y después ¡al bendito cenado! Charlotte, mi partido no ganó la mayoría en el cenado ¿qué quieres que haga con eso? - Robert tenía una expresión de histeria y pánico en su rostro, las labores presidenciales de por si le consumían gran parte de su vida, y las recientes exigencias e su ex esposa añadían un peso brutal sobre sus hombros.

-Sé que eres muy creativo Robert, se te ocurrirá algo, y para mayor motivación... - Charlotte le hizo un gesto a Edmund y este último tiró una carpeta amarilla en la mesa qué estaba frente a ellos -Sería una pena qué estos documentos cayeran en, no sé, un periodista curioso o mejor aún, uno de tus opositores-

-Si piensas que con algunas fotos mías con omegas te van a...- Robert habló despreocupadamente mientras tomaba la carpeta, pero el momento en que ojeo lo que contenía su voz se quebró -¿Qué... Qué es esto? -

-Algunos fantasmas Robert, o mejor dicho, el fantasma con nombre y apellido qué siempre te atormentará- Charlotte habló despreocupadamente mientras sonreía con cinismo -Siempre sospeché qué tu nariz estaba metida en todo lo que sucedió con la cachorrita Dremmy, pero ¡cielos amor! La tienes bien metida hasta el fondo-

-¿Có... mo... Cómo encontraste esto? -

Robert miró con horror cada documento que de salir a la luz, sería la sentencia final para su carrera política construida con esfuerzo de décadas

Se desmoronaría ante sus ojos en segundos.

-Cielo, nunca fuiste bueno limpiando tu mierda- la anciana omega se llevó una mano a su mejilla, simulando una falsa pena -Siempre fui yo la que cuido tu imagen pública, siempre fui yo quien limpiaba tu asqueroso rastro de putas muertas para que nada te salpicara, y quien procuraba impulsarte a lo más alto... Pero se te olvidó, lástima-

-¡Eso es una maldita mentira Charlotte! - gritó Robert enfurecido mientras lanzaba todo al aire -¡Nadie te va a creer! ¡Y si tan solo te atreves a hacerlo! -

-¿Qué Robert? - contestó Charlotte con desprecio -¿Ya leíste la lista de nombres de atrás? Tengo a cada uno de tus antiguos perros fichados, que estarían más que dispuestos a declarar en tu juicio político y en los que le sigan qué "la manada" qué asesinó a la hija de Jay fue enviada por ti, para secuestrarla y tenerla como TU esclava pero que tus perros no estaban bien educados y terminaron... Haciendo lo que ya todos sabemos-

-Maldita bruja...-

-Y si eso no te convence, mira la siguiente lista. Congresistas, gobernadores, e incluso uno que otro político extranjero, son todos mis fieles clientes, que estarían dispuestos a todo para que sus nombres no se filtraran-

-Vete- gruñó Robert amenazantemente.

-Te dejaré esa tarea cariño, piensa y decide lo mejor para todos- Charlotte se levantó sin perder la gracia y elegancia -Vámonos Edmund, nuestra pequeña reunión terminó-

Enseguida los dos hermanos comenzaron a caminar hacía la salida, dónde parecía que los guardias estaban en pose de ataque, listos para reducir a los invitados tan solo con una señal del Señor Presidente, sin embargo, Charlotte se detuvo a unos centímetros de la puerta y sin perder su mirada amenazante solamente soltó una risilla -Y antes de olvidarme cariño, en el triste caso que algo me llegara a pasar, tengo más de cien contactos qué filtrarían la información más rápido de lo que tú los podrías cazar-

La tensión era palpable en el ambiente, y aunque la omega y su hermano estaban completamente en territorio enemigo, los cabos los tenían bien atados para asegurar que todos sus planes salieran a pedir de boca.

-¿Ya encontraste a Samus? - fue lo último que Edmund le dijo a Robert, mientras lo miraba de reojo.

En ese momento, se escuchó un fuerte golpe proveniente de la mesa donde Robert aún se encontraba -¡Qué se vayan! -

Dicho eso, los guardias se movieron a un lado despejando la salida para Charlotte y Edmund, a lo que ellos continuaron su camino sin mayor prisa.

Una vez en la limusina de Charlotte, Edmund no podía evitar pensar que Robert no se dejaría manipular tan fácilmente y desde ese momento, tendrían qué ir con pies de plomo.

-¿Estas segura que unos simples papeles son suficiente para controlar a Robert? -

-No son los papeles Edmund, es lo que hay en ellos- habló tranquilamente su hermana mayor, mientras cerraba sus lilas ojos y soltaba un suave suspiro -Tengo a cinco de los diez perros qué en el momento de la muerte de la hija de Jay, trabajaban para mi ex marido. Ellos tienen muchas cosas interesantes en su poder, y con todo lo que me mostraron, las piezas faltantes simplemente se acomodaron-

-Siempre me pareció raro qué Robert actuara tan errático después de lo sucedido con Chel- Edmund asintió.

-En ese momento tenía mis sospechas, Robert perdió mucho más de lo que ganó cuando me pidió el divorcio- Charlotte comenzó a rememorar viejas pero vivas memorias -Y siempre supe que estaba encaprichado con la hija de Jay, así que después de descubrir qué sus primeras intensiones de casarse con la hija de su mejor amigo, habían fracasado y después de la "repentina" muerte, nunca dejé de sobrepensar esa posibilidad-

-¿Fue ese tu verdadero motivo para casarte con Jay? -

-En realidad no Edmund, me casé con Jay porque me había cansado de ser la omega detrás del gran alfa- Charlotte permanecía apacible, con sus ojos cerrados daba la impresión que en cualquier momento se quedaría dormida, sin embargo continúo -En ese momento él fue la presa perfecta; su hija muerta, su esposa muerta, y un presupuesto casi ilimitado con excelentes conexiones para hacer y deshacer lo que quería... Y el plus de ser el supuesto mejor amigo de mi ex, vino por añadido-

-Siempre pensé que en realidad sentías algo de cariño por Jay-

-Posiblemente eso fue mucho antes de que conociera a Tyba y se encaprichara con ella, cuando todos éramos jóvenes e inocentes. Mi versión joven sin duda gritaría de emoción si supiera que al final del camino si terminamos junto al gran Van Jay Dremmy... Pfff... Sin embargo, yo hermano, yo que viví todo en carne propia, no tengo el mayor arrepentimiento de haber utilizado a Jay, y de destrozar pedazo a pedazo a Robert- la anciana omega abrió lentamente sus ojos y estos se posaron fríamente en los de su hermano -Y estoy segura que disfrutaste de cada instante del deplorable final de Jay, el hombre que te arrebato a tu preciosa Tyba de las manos, murió entre sus excrementos, completamente solo y en la más absoluta demencia-

-Te equivocas Charlotte, siempre respeté la decisión de Tyba y la apoyé en todo- Edmund sostuvo desafiante la mirada de su hermana -Jay era el único que la haría feliz, así que solo di un paso atrás-

-Siempre fuiste tan noble Edmund Stefan, papá estaría orgulloso... ¿Por eso me mentiste sobre los esposos Dunlap? ¿Para proteger a tu preciosa puta beta?-

-¡CHARLOTTE!- Edmund se sobresalto crispándose en su asiento -Tyba ya no esta aquí para defenderse de tus falsas acusaciones pero yo sí-

-No desvíes el tema, querido hermano y mejor dime ¿cuándo planeabas decirme que la muñeca qué enviaste con mi hijastro es el hijo de Samuel y Theodore? -

-No sé de qué hablas-

-¿Debo llamar a tu queridísimo Van para confirmarlo con él? -

Edmund trató de controlar el repentino temblor en sus manos, y es que sabía desde el día del "festín" donde había visto por última vez a Van, que el insensato muchacho había cometido el terrible error de vincularse con quien había nacido para ser la destrucción de toda la familia Dremmy, y no solo eso, de todos los alfas.

-Bien... Si no quieres cooperar Edmund lo respeto, pero tan solo con ver tu reacción me has confirmado qué lograron encontrar la llave antes de ser asesinados-

-Supe por Nahet qué en el pabellón de Van la rompieron en un accidente- Edmund trató de desviar la atención de su aterradora hermana -Si eso es verdad, en estos momentos debería ser cenizas ya qué no se la entregaron a las sobras-

-Mmmm... Entonces tendré que confirmarlo por mi cuenta- Charlotte se encogió de hombros y tapo sus labios con una de sus manos, disimulando una siniestra sonrisa.

__

Nahet caminaba alegremente por el frio corredor del enorme local acondicionado para congelar y mantener toda la mercancía en buen estado. Cada órgano estaba cuidadosamente empaquetado y listo para ser enviado.

-Jefe, todo esta listo para iniciar la carga- uno de sus perros estaba detrás de él.

-¿Y bien? ¿Qué haces diciéndomelo a mí? Vayan a hacer su maldito trabajo, que yo tengo cosas más importantes en mente- Nahet gruñó a su subordinado y después de pasar a su lado golpeando a propósito su hombro al pasar, continúo su camino mientras silbaba una canción.

De esa forma subió por las escaleras hasta salir del enorme refrigerador y continuar para las habitaciones, que en realidad eran algo más parecido a celdas, donde las sobras no tan muertas daban sus servicios. Caminó hasta el final y abrió la puerta de acero de una patada -¡Cariño ya estoy en casa! -

Allí se encontraba nada más un simple colchón qué servía como cama, lleno de excrementos y sangre donde su única habitante era una omega completamente desnuda de estado lamentable. Se encontraba mirando al techo con sus ojos perdidos en la nada, su piel qué en un momento había sido clara y brillante, en ese momento era seca y blanca; todo su cuerpo qué había sido curvilíneo y precioso, se encontraba comido, con los huesos marcándose, y toda aquella espantosa escena se completaba con mechones de su pelirroja cabellera cayéndose a pedazos por todo el maltrato y desnutrición a la que la habían sometido por quizás meses entre las drogas y violaciones.

-Diablos cariño, deberías cuidarte más- Nahet cerró la puerta detrás de sí para que nadie los molestara y retirando su cubrebocas se acercó hacía la desdichada omega -Aún recuerdo tus gritos y súplicas para después intentar arrancarme una oreja con esa sucia boca que tienes-

A pesar de que Nahet hablaba y hablaba, la omega no reaccionaba. Su cuerpo se mantenía inmóvil en la misma posición qué hace unos días Nahet la había dejado.

-Haaa pero bueno, creo que todo lo bueno se acaba- Nahet se subió sobre la víctima y bajando la bragueta de su pantalón, sacó su ya duro miembro -Aunque debo admitir que verte así me mata aún más de como te vi por primera vez- relamiendo sus labios, abrió las piernas de la casi muerta omega y comenzó unas embestidas fuertes, tan fuertes qué en cualquier otro contexto, la otra persona se habría quejado del intenso dolor -Maldita perra, ruégame piedad como la primera vez que mi gran pene te hizo el favor de rellenar ese asqueroso agujero... - en la excitación del momento, Nahet colocó sus manos en el cuello de la omega y apretó -Haaa... Haa... Un cadáver sería más divertido qué tú, detestable perra... Ha... - entre jadeos, el asqueroso alfa llegó al clímax y corriéndose en su víctima sin importarle nada más, terminó liberando su cuello en el último momento.

El único sonido qué hizo la víctima fue de recobrar el aliento para después vomitar nada más que bilis de su ya vacío estómago.

-En fin... Ya no me diviertes zorra y tengo un nuevo juguete el cual ya quiero estrenar- como si nada hubiera pasado, Nahet se sacudió su propio fluido y colocó bien su ropa -Y lamentablemente ya no tenemos más espacio- se encogió de hombros, y sin pensarlo mucho sacó su pequeño revólver el cual usaba para "defensa" personal pero sobre todo, para sus retorcidos juegos, y apuntó directamente al pecho de la omega -¿Unas últimas palabras antes del divorcio, cariño? -

Contrario a lo que pensaba Nahet, de que la mujer comenzaría a llorar histéricamente rogando por su vida, la valiente omega aún con la droga en su sistema, y su horrible condición, se negaba a que le arrebataran lo último que cualquier alfa podría quitarle, y eso era, su humanidad, por lo que, en un destello de lucidez y como pudo, ella simplemente sonrió.

-¿De qué te ríes maldita puta? ¿He? - aquella pequeña acción era suficiente para quebrar por completo el orgullo de Nahet.

-Por fin...- la omega sonrió ampliamente y simplemente cerró sus ojos.

-¿¡POR FIN!? ¿¡POR FIN QUÉ MALDITA SUCIA PERRA!? - Nahet se abalanzó hacía la omega y con la empeñadura de su arma le dio un fuerte golpe en la boca haciéndola sangrar -¿Crees te estoy haciendo un maldito favor? -

-Sea... Sea lo que sea que te atormente... No se irá por más omegas qué mates- la mujer habló como pudo después de escupir toda la sangre de su boca.

En ese instante y por aquellas palabras, un flash de memoria hizo qué la omega rota qué tenía frente, cambiara por la viva imagen de su fallecida ex, Alejandra. La misma última imagen, después de una de sus tan violentas peleas, en la cual Nahet de igual forma la había golpeado hasta tal punto de romperle todos los dientes frontales.

-Alejandra... Al...- Nahet se detuvo en seco, presenciando horrorizado al fantasma qué tenía frente a él.

Rápidamente se levantó, apartándose del colchón y golpeó su cabeza con sus puños cerrados, tratando de no enloquecer más de lo que ya estaba -Ya, ya, ya... Esa alimaña esta muerta, ya, ya, ya-

-Jefe, la mercancía esta lista para salir del puerto-una voz detrás de la puerta sonó, trayendo a la realidad nuevamente Nahet.

-Si, si, ya voy...- Nahet trató de reponerse, y caminó rápidamente hacía la puerta sin antes lanzar una temerosa mirada hacía donde había regresado la muñeca rota, que esta vez ya no miraba perdidamente hacía la pared, miraba fijamente hacía su carcelero, con el mismo brillo en los ojos de haber tenido una epifanía -Tch... Deshazte de esta asquerosa cerda, ya no la quiero volver a ver- habló al salir hacía su subordinado, a lo que este rápidamente asintió con la cabeza.

Mientras caminaba apresuradamente, Nahet sentía como cientos de voces comenzaban a arremolinarse a su alrededor. Burlonas, enojadas, temerosas, ansiosas, todas tenían el factor común que hostigaban a Nahet como si se tratara de su castigo instantáneo por ser la escoria qué era.

Y la situación con aquel alfa no era tan fácil. Si cualquiera le preguntara qué significaba tener conciencia y moral, Nahet no sabría responder ya qué su maldad, provenía innatamente de su ser. No tenía ninguna enfermedad mental, su niñez fue feliz y tranquila sin ningún trauma al cual atribuir su conducta violenta, por lo que simplemente, su gusto por primero matar pequeños animales y después, torturar a otros seres humanos, lo había adquirido desde muy, muy joven siendo nada más que alimentado por la situación actual en la qué su propio padre lo había arrastrado hace ya varios años atrás.

Sin embargo, desde su relación con Alejandra, y todo lo que vivió junto a aquella omega, lo había dejado mucho más trastornado de lo "normal", llegando a tener incluso alucinaciones visuales y auditivas como la que acababa de vivir qué lo paralizaban en medio de un acto de intensa violencia, y no hacían nada más que empeorar. Posiblemente aún podía controlarlas, pero en algún momento se saldrían de control alertando de su debilidad a los demás, y eso era lo peor que le podía pasar exclusivamente a él como jefe de los carroñeros.

Una vez terminado todo, agotado y fastidiado, el alfa subió a su auto para dirigirse hacía su "cita" y encontrarse con el nuevo interés qué había desarrollado en los últimos días.

De regreso en la "ratonera", como era denominado el restaurante Rose Palace, en el qué capturaban a los mejores omegas, estacionó su auto en uno de los parking cercano y se preparó. El primer día en el qué se topó con aquel omega, no tuvo la oportunidad de engañarlo para que fuera con él, sin embargo en aquellos días Nahet había hecho mejores avances para ganarse la confianza del muchacho y es que, aunque tuviera la libertad para hacer lo que quisiera, la única regla qué le había impuesto su tía Charlotte era qué nada debía llamar la atención, todo se debía hacer bajo el más estricto control y cuidado, por lo que nunca debía alborotar a la madriguera de omegas o levantaría sospechas sobre la "preciosa y perfecta cuidad santuario".

Nahet retiró sus ropas negras y manchadas, para colocarse un atuendo más normal. Arreglo su cabello y limpió su rostro, no había tenido tiempo de ir a su apartamento por lo que todo lo realizó dentro de su auto. Después de arreglar su apariencia, lo último era ocultar su aroma; rocío una colonia sobre sí y por último, sacó de la cajuela del auto un pequeño aplicador listo para su uso, que se trataba del inhibidor inverso, un fármaco salido de los laboratorios de Charlotte con la finalidad de suprimir las feromonas alfas y dar la falsa apariencia de un omega o incluso un beta. El mejor invento para camuflarse.

Llevó el aplicador hacía su cuello y la aguja automática del aparato hizo lo demás, perforando la piel de Nahet inyectó el líquido. Tantas veces lo había echo qué ya era común para él el dolor que provocaba el inhibidor al entrar, y la única razón por la qué su tía no lo había lanzado al mercado, obviando los efectos secundarios como náuseas, vómitos, dolor de cabeza, entre otros, era por el extremo dolor general qué provocaba, cada alfa qué lo había probado describía el inhibidor como "fuego qué quemaba sus entrañas" prolongandose el efecto hasta días.

Después de los primeros minutos de intenso mareo, Nahet comenzó a sentir el efecto y apenas todo estuvo mejor, salió del auto.

Los infiernos de Van J. Dremmy (Historia Original) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora