A la mañana siguiente, Van se despertó con un horrible dolor de cabeza qué con el más mínimo ruido perforaba su cerebro. Lentamente se levantó del sofá donde había perdido la conciencia la noche anterior y se percató del fuerte olor a licor y vómito qué emanaba de todos lados.
—Puta madre… — gruñó completamente enojado pero, apenas sus ojos se posaron en la máscara blanca del zorro qué le habían obligado a utilizar desde que ese infierno se inauguró, su corazón dio un vuelco percatándose de que se había caído y muy posiblemente la muñeca había visto ya su rostro.
De repente, un sonido de platos chocando entre si y agua corriendo llamó su atención, y mirando incrédulo hacía la parte de atrás del departamento, y gracias a tener una sala y cocina abiertas, logró ver como el omega estaba caminando de un lugar a otro de la cocina.
Se paró lentamente sintiendo como todo su cuerpo rugía del dolor y aun entumecimiento, tenía que saber que rayos estaba sucediendo. Dio unos pasos hacía la cocina y allí estaba, el chico lavando los platos qué hacía unos momentos había utilizado para comer mientras qué la mesa estaba puesta, con unos sándwiches calentados en un plato junto a una ensalada improvisada de frutas, algo del jugo de manzana embotellado que Van había comprado hacía algunos días y una servilleta con cubiertos colocados.
—Espero que no te importe qué comiera algo, sé que sigo secuestrado pero por lo menos aproveché qué ya no tengo mis grilletes— el muchacho no se volvió a ver a Van, simplemente seguía lavando.
—Pfff… Esto es demasiado surrealista— Van se sentó aún algo confundido, ni siquiera teniendo tiempo para enojarse o pedir explicaciones.
—Ja, ja, ja, ¿lo sé verdad? — la bonita risa del omega sonó por el lugar, crispando toda la piel de Van, como si hubiese escuchado una psicofonía.
—¿No quieres saber por qué te traje aquí? ¿Por qué te secuestraron? ¿Por qué…?—
—No… — el muchacho interrumpió a Van mientras cerraba el grifo de agua —No quiero saber nada mientras tú no quieras saber nada de mí, solamente promete cumplir lo que dijiste ayer y yo prometo que no escaparé—
—¿Ayer? — Van se quedó completamente en blanco mientras trataba de recordar algo más allá del olor a su vapeador y licor.
—Sí— el muchacho se volteó y sus intensos ojos se fijaron en los de Van —Qué no me tratarías de nuevo como una muñeca si yo te decía mi nombre—
En ese momento, como un golpe justo en la cara, Van fue azotado por los recuerdos de la noche pasada, y lo último que logró escuchar; el nombre de Rigel y la cobija cayendo en su cuerpo.
—Bien, come. No pude hacer nada más porque solo tienes pura comida basura en tu refrigerador— Rigel se sentó un poco alejado, en el otro extremo de la mesa y apoyó sus codos mientras colocaba una mano en su mejilla, sin dejar de mirar a Van.
—Gracias… Supongo— Van bajó la mirada hacía la comida, pero el persistente olor de la noche pasada hizo fruncir su nariz.
—Mientras comes, déjame arreglar tu cabello, ayer lo vi y es un desastre— Rigel se levantó para llevar su silla detrás de Van y acercó sus manos hacía el alfa pero este rápidamente se apartó —Vamos, si me vas a tener encerrado por lo menos déjame ayudar un poco—
—¿Por qué eres tan espeluznantemente amable conmigo? Cuando nos conocimos juraría qué querías sacarme los ojos por como me mirabas… —
Rigel solamente se encogió de hombros y sonrió —¿Para qué empeorar la situación? Prefiero que me tengas aquí a que me obligues de nuevo a ser violado noche tras noche—
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Los infiernos de Van J. Dremmy (Historia Original)
General Fiction¿Qué tan fuerte debe ser un corazón para no romperse? Secuestrado, torturado y sometido a lo más bajo de los instintos humanos, Ivy un pequeño omega que tuvo la desdicha de haber nacido en un mundo de alfas, luchará hasta las últimas consecuencias...