Capítulo XX

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—¿Syd no ha llamado aún? — la voz de Rigel sonó detrás de Van, quien se encontraba sentado en una de las sillas del comedor, con su mirada perdida en la pantalla apagada de su celular.
 
—No es como si me importara— Van azotó el pequeño aparato furiosamente contra la mesa mientras gruñía, sin embargo su enojo desapareció tan solo sintió como su compañero colocaba suavemente su mano en uno de sus hombros —Bueno… Sí me gustaría poder hablar con él—
 
—Dale un poco más de tiempo, conocer todo lo que esta sucediendo de la boca de su hermano mayor, no debe ser nada fácil—
 
Van regresó su mirada hacía Rigel mientras este hablaba, y no pudo evitar soltar un suspiró de resignación.
 
—Aún no entiendo porque debiste decirle, estaba evitando eso por lo mismo—
 
—Porque si no se lo decía yo, tú nunca lo harías y al final del día, lo único que tenemos es a la familia para no caernos a pedazos— Rigel subió su mano del hombro de Van a su cabeza, y peino sus largas trenzas plateadas con el amor y delicadeza qué siempre caracterizaban al omega —Cuando Syd este listo, te hablará y juntos buscarán una solución a todo este desastre—
 
—Odio qué hagas esto…— Van bajó la cabeza y con una sonrisa rota se levantó para apartarse del lugar pero Rigel lo detuvo tomando su mano.
 
—¿Odias qué me preocupe por ti y por Syd? — Rigel preguntó con una clara confusión en su rostro.
 
—No, odio que no te cuentes como mi familia— masculló con una furiosa rabia brotando de sus entrañas, sin embargo, siempre qué miraba a los ojos de Rigel, a su precioso rostro, un sentimiento de contradicción surgía, disipando un poco su volátil carácter.
 
—Lobito… No lo soy…— Rigel susurró con una media sonrisa en sus labios y bajó la mirada.
 
—¡No seas tonto! ¿POR QUÉ… Por qué aún no te consideras ya mi familia? ¡Llevas a nuestro hijo en tu vientre! Y te prometo que cuando esto pase…—
 
—Shh… — el omega lo interrumpió colocando uno de sus dedos en sus labios —No nos adelantemos a los hechos que cualquier cosa puede pasar y por eso, es mejor solo vivir el presente, y aquí y ahora, la única familia qué tienes es Syd así que debes procurar ser siempre honesto con él para apoyarse mutuamente—
 
—Eres mi familia también…— Van se negaba a aceptar las palabras de Rigel, por lo que tomó de la mano qué este tenía en sus labios y con su mano libre lo agarró de la cintura para atraerlo completamente hacía su cuerpo —Y pase lo que pase, eso no cambiará—
 
Aunque su diferencia de estatura era bastante marcada, a Van nunca le había importado inclinarse hasta quedar al mismo nivel de Rigel, por lo que así lo hizo y besó con furia los labios de su pequeño omega, como si de una advertencia se tratara, pero Rigel contrario a sentirse intimidado, soltó una suave risa entre en beso.
 
—¿Por qué siento que me estás intentando callar? —
 
—¿Necesitas otro?— tomando a Rigel por su cintura, lo subió al mesón de la cocina y continuaron con su hambriento beso.
 
Aunque el omega ya no había tenido otro celo por encontrarse en “estado”, su aroma seguía siendo increíblemente dulce y desquiciante para Van. La piel bajo su camisa era cálida, y suave, su cabello perfumado rizado, sus mejillas sonrojadas, sus ojos brillantes, y sobre todo, la pequeña curva qué ya se pronunciaba en su vientre, hacía qué el alfa deseara tener todos los hijos posibles junto a Rigel.
 
—Ja, ja, ja… Van… Lobito… ¿No tenemos tu cena de fin de año en unas horas? — Rigel logró detenerlo apenas, cuando ya comenzaba a desabrocharle el pantalón.
 
—Podemos llegar tarde— susurró el alfa ya completamente fuera de sí, y continúo ahora besando el cuello de su pareja haciendo qué soltara gemidos llenos de placer.
 
—Haa… No… No creo que eso sea muy amable… Mm…— el omega cerró sus ojos, resistiendo con todas sus fuerzas dejarse someter por Van, pero no duró mucho.
 
—Qué se jodan— sin más, Van retiró la camisa de Rigel y lo recostó completamente en el mesón, bajando con igual rapidez del pantalón y bóxer del omega, dejando al descubierto aquel suave y fino precioso cuerpo qué lo enloquecía.
 
—Eso no esta bien…— musitó como pudo Rigel entre sus gemidos, mientras Van abría sus piernas y las subía a sus hombros acariciando sus muslos y mirándolo desde arriba.
 
—Estoy seguro que cuando me vean llegar contigo, entenderán porque tardamos— comentó alegremente Van, mientras relamía sus labios y una traviesa sonrisa aparecía —Eres el chico más precioso y perfecto qué alguna vez haya existido… Pero volvamos a dejar en claro quien es el dueño de este gatito callejero— pasó sus dedos por todo el cuerpo de Rigel, mirando como este se estremecía y arqueaba su espalda, sus piernas involuntariamente se abrían más y más permitiendo al alfa ver cada lugar de su cuerpo.
 
La boca de Van se hacía agua, mientras la presión de su enfurecido miembro contra su pantalón comenzaba a doler, sin embargo aguantó, se quería probar a sí mismo que lo que sentía por Rigel era genuino amor y devoción, por lo que solamente se limitó a levantar al omega entre sus brazos y besar con desesperación su cuello bajando hasta su pecho, lamiendo y mordiendo todo a su paso.
 
—Lobito… Vamos… No me tienes que probar nada— como sí Rigel leyera su mente, le suplicó para que las cosas no se quedaran a medias, y mientras se apartaba un poco para sentarse bien en el mesón, el omega llevó sus manos hacía la pretina del pantalón de Van, y la bajó para zafar su pantalón, logrando meter sus delgados dedos bajo el bóxer y acariciarlo.
 
Aquello hizo qué Van por fin perdiera el poco control qué aun tenía de sus sentidos, perdiéndose en el calor del acto; subió nuevamente sus labios y mordió con fuerza el cuello de Rigel hasta el punto de sentir un sabor metálico en su lengua, haciendo qué el joven gimiera del placer estrujando el miembro del alfa qué aun estaba debajo de su ropa. Después de la mordida, volvió a recostar a Rigel, y sacando su miembro al fin, embistió a su omega con tanta fuerza qué por un instante a este último se le corto la respiración.
 
—Eres mío… Mío…— masculló Van entre gruñidos y gemidos, mientras entraba y salía de un tembloroso y mojado Rigel, que se encontraba igual de perdido en el abrumador placer del momento —Te amo, te amo, te amo tanto—
 
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La noche anterior, justo después de la cena de Samus y Lude…
 
—Fue muy divertido Samus, espero que todo te gustara— Lude sonrió hacía Samus mientras los dos por fin entraban a la casa del alfa.
 
—No me puedo quejar… — contestó distraídamente Samus.
 
—Bien, descansa, yo tengo que continuar con algo de trabajo en mi estudio. No te duermas muy tarde— Lude hizo un elegante gesto de despedida hacía el omega y comenzó su camino de subida por las elegantes escaleras del salón.
 
No miró hacía Samus al alejarse, pero solamente escuchó el gran suspiro dramático qué soltó su visita, como si quisiera pedir algo más que no se atrevía a pedir, así que Lude lo ignoró. Estaba demasiado cansado, y aún tenía una larga jornada de trabajo toda la madrugada, por lo que ya no poseía las fuerzas necesarias para complacer al caprichoso omega.
 
Sin más, al llegar a su estudio, se sentó pesadamente en su silla y comenzó las horas extras de arduo trabajo. Pasó más o menos una hora aproximadamente hasta que comenzó a escuchar unos ruidos del otro lado de la puerta, eran altas horas de la madrugada, y posiblemente sería alguno de sus guardaespaldas tomando el siguiente turno, así que no le prestó importancia, hasta que de repente, un fuerte aroma inundó la nariz de Lude, crispando su cuerpo al acto.
 
—¿Qué te parece si acabamos con este maldito juego de una vez? —
 
Apenas Lude en shock logró subir su mirada de los papeles que tenía en su escritorio hacía la puerta qué se había abierto, se encontró con un Samus qué desconoció por completo; el omega, traía nada más que una de aquellas obscenas lencería qué Lude solamente se había encontrado por “accidente” en anuncios de Internet. La tela transparente negra del babydoll apenas y cubría los rosas pezones de Samus, su cabello rojizo caía en ondas por sus hombros, y sus desnudas y largas piernas comenzaron a caminar hacía el alfa, que por la tan repentina sorpresa, se había puesto de pies completamente aterrado.
 
—¡¿Qu… Qué haces?! — Lude no salía de su shock inicial cuando de repente Samus tomó de su camisa y lo tiró nuevamente en su silla.
 
—Estoy haciendo lo que tú, estúpido alfa, no pudo hacer en todos estos años— el rostro de Samus era inexpresivo, no había deseo, no había cariño, no había nada, y lo que posiblemente había, era algo parecido a la decepción.
 
—¡No Samus…! POR FAV…— antes de poder seguir hablando, Samus se sentó en sus piernas y lo besó furiosamente.
 
En ese momento, el mismo aroma de unos instantes atrás, terminó de ingresar al cuerpo de Lude. Era algo que jamás había sentido antes; al principio un aroma cítrico, como un fuerte perfume, pero mientras más lo percibía, más dulce y embriagador comenzaba a quemar su garganta, como si se tratara de alguna droga qué rápidamente nubla el pensamiento y provoca nada más que torpeza.
 
—Cállate… Cómo si no te gustara por fin tenerme— Samus gruñó contra los labios del alfa, mientras los mordía y con sus manos comenzaba a retirarle temblorosamente la camisa.
 
—No…Samus… ¿Qué me has hecho? — Lude susurró agitado, sentía como sus mejillas ardían, y su cuerpo se estremecía, pero lo más preocupante era el terrible golpe de excitación qué comenzaba a endurecer su miembro.
 
—Como mis feromonas solas no te fueron suficiente, te di una pequeña ayudita— por fin, Samus tuvo una expresión desde que todo esto había iniciado, y no fue ni más ni menos, que la cínica sonrisa que ponía cuando por fin estaba consiguiendo algo que quería —Así que no te resistas cariño… Te obligaré a follarme tan salvajemente, que te dejaré completamente seco, y huuy, por lo que siento, ya estas tan listo como yo—
 
Samus estrujó sus piernas abiertas a los costados de Lude, y comenzó a frotar su trasero desnudo contra el enorme bulto en los pantalones del alfa. Contrario ha ser una experiencia gratificante para Lude, la angustia qué sentía, solo podía ser opaca con la asfixiante necesidad qué sentía de poseer a Samus, así que simplemente obedeció.
 
—Haz lo que quieras Samus… Pero solo… Termínalo pronto— rogó Lude entre gemidos de lo que parecía más bien dolor, en vez de placer.
 
—Tch… Me haces ver como el villano— Samus chisteo con desprecio su lengua, y subió sus dos manos hacía la cabeza de Lude para tomar su cabello entre sus dedos y darle un fuerte tirón hacía atrás, descubriendo el cuello del alfa —Atrévete a negarme qué yo no te gusto—
 
Lude no sabía que más hacer, y solo consiguió gruñir mientras su conciencia se comenzaba a perder. En ese momento, Samus mordió su cuello y bajando una de sus manos, desabrochó el pantalón de Lude y liberó su enfurecido miembro. Contrario a lo que haría una pareja “normal” qué amara a su compañero, Samus lo tomó sin nada de cuidado y lo estrujó entre sus dedos, provocando un intenso dolor en el ya incapacitado alfa.
 
—Me imaginaba que lo tenías grande, pero me has sorprendido de grata manera— Samus abrió mucho más sus piernas y llevó la punta del miembro de Lude a su cálida y ya palpitante entrada, soltando un suave gemido al sentirlo —Mmm… Pero no te preocupes, puedo con todo esto, he practicado mucho con tu querido viejo—
 
—Dia… Diablos…— las palabras se distorsionaban en los oídos de Lude, pero la sensación de asco y disgusto era demasiado fuerte como para ignorarla —Por lo menos… Déjame utilizar algo… —
 
Antes de sí quiera poder terminar de rogarle, el omega se penetró completamente, sentándose en el miembro de Lude, haciendo qué gimieran al unísono —No cariño… No necesitamos eso… Quiero una pequeña garantía, y me la darás tú— dicho esto último, Samus comenzó a mover su cadera, de arriba hacía abajo, con un ritmo constante qué paralizó a Lude en el acto.
 
Así continuaron por unos momentos más, hasta que lo inevitable sucedió y Lude lo llenó completamente con su esperma, haciendo qué el omega por fin se dejara caer exhausto en el pecho del alfa —Ja… Para la próxima has tú también un poco del trabajo y… —
 
—¡¿Próxima?! — como si se tratara de una llave de cañería qué por fin se abrió para dejar ir toda la mierda, liberando la presión por fin, Lude aventó a Samus al piso —Esto es lo más bajo qué me has hecho— gruñó con odio mientras se levantaba y torpemente se arreglaba  los pantalones para salir de allí.
 
—¡¿Y AHORA QUÉ MI QUERIDO PRÍNCIPE?! ¡Me echarás de tu casa ya que me has ultrajado! ¡Ya obtuviste lo que querías! ¡TIENES QUE CASARTE CONMIGO!— Samus comenzó a sollozar desesperadamente, pero ante los ojos de Lude, no era nada más que otro teatro para dar lástima.
 
—No Samus, no te echaré pero tampoco pienso jamás casarme con una alimaña tan asquerosa como tú. Mañana iremos a la cena, y te ofreceré a Van— Lude se detuvo en la entrada, lleno de asco y culpa —Así que ruega para que él se fije en ti, porque ahora es la única salida qué tienes para ponerte seguro de mi padre… Y de mi furia— sin nada más para decir, Lude caminó rápidamente hacía su habitación y de un portazo se encerró colocando seguro.
 
Sin ninguna duda, lo que acababa de suceder dejó completamente en estado de shock a Lude, quien con su cabeza en blanco solo logró a dudas penas llegar al cuarto de baño de su habitación, retirar toda la ropa llena de fluidos, y entrar a la regadera para comenzar un largo baño con el agua más caliente que pudo soportar.
 
Poco a poco, el estado de shock se iba disipando para dar pasó a una abrumadora culpa y asco. Lo sucedido era atroz, y solo pensar que Samus lo había ¿drogado?, para de esa forma someterlo, era algo inaudito y difícil de digerir pero sobre todo le inundó la gran duda de “¿Dónde había conseguido semejante droga?”. Al terminar de limpiar todo su cuerpo a detalle, asegurándose de que ni un solo rastro quedara en su piel, salió y comenzó a secar todo, frotando violentamente su cuerpo con la toalla aún sintiéndose sucio y enojado.
 
Posiblemente para muchos esto se catalogaría como una reacción exagerada de parte del alfa, había “follado” con un “precioso” omega, y muchos lo felicitarían, sin embargo su crianza tradicional impartida irónicamente por su padre libertino y su madre sobreprotectora, había logrado hacer estragos en las creencias personales de Lude, quien a pesar de ser un guapísimo alfa, exitoso y muy cotizado, siempre había sido todo lo contrario, a por ejemplo Van, ya que su moral firmemente le dictaba qué las relaciones sexuales fuera del matrimonio eran indebidas e innecesarias.
 
Así que sí, aunque fuera difícil de creer, Lude hasta aquella noche nunca había estado con ningún omega, o si quiera persona, siempre manteniéndose listo y “puro” para la pareja “adecuada”, pero todo aquello ya no importaba.
 
Después de colocarse una pijama limpia, se sentó en su cama y simplemente esperó que el nuevo día llegara, sin poder dormir, solo sobrepensando una y otra vez lo que había sucedido. Y así llegó la mañana, salió de su casa lo más temprano que pudo para no toparse con Samus, refugiándose en su trabajo, hasta que la inevitable noche llegó y tuvo que hacerle frente al traicionero omega qué alguna vez había querido.
 
—¿Por fin me vas a volver a hablar? — habló Samus apenas vio entrar a Lude por la puerta principal dejándola abierta.
 
—No te mereces ni siquiera un saludo de mi parte…. Vámonos— Lude caminó rápidamente hacía la limusina qué los esperaba frente a la lujosa mansión sin detener por más tiempo la puerta, obligando a Samus ha acelerar su paso.
 
—YA… Deja de comportarte como un niño y admite qué te encaaaanto lo de la anterior noche— Samus trató de acercarse hacía Lude pero este inmediatamente lo alejó de un empujón.
 
—Cállate… — Lude tomó del brazo del omega para jalarlo rápidamente dentro de la limosina y acabar con toda aquella tortura de una vez por todas.
 
—Tch… Por lo menos dime que me veo bien…— Samus logró sacudirse débilmente el agarre de Lude y se arregló la ropa que hasta el momento el alfa no había notado; un elegante vestido rojo sangre qué resaltaba su esbelta y preciosa masculina figura, complementado con una piel blanca de lo que parecía ser de algún animal silvestre alrededor de su cuello, una joyas en sus orejas, su precioso cabello rojizo peinado prolijamente en ondas, labios rojos, ojos ámbar maquillados y mejillas sonrojadas por el artificial maquillaje, cualquiera que lo mirara, diría que Samus era una estrella del cine o un famoso músico, un modelo, un ángel o mejor dicho, un peligroso demonio… Sin embargo, su divina apariencia ya no deslumbra el roto corazón de Lude.
 
—NO ME IMPORTA— gritó Lude lleno de rabia y lanzó a Samus contra el asiento de la limusina —Cállate hasta llegar y guárdate todo ese veneno para Van, lo vas a necesitar—
 
—No te diferencias mucho de tu padre… — dicho aquello, el omega permaneció en completo silencio, posiblemente temiendo en lo que la furia del alfa podría desatar si seguía picando el avispero.
 
Sin embargo, Lude lo ignoro completamente en todo el camino hacía el compromiso, estaba asqueado de escuchar a aquel omega qué lo había cautivado con falso encanto pero que por fin le había mostrado sus verdaderos colores.
 
Una vez en el lugar, después de salir de la limusina, Lude le ofreció el brazo a Samus quien se quedó impactado por unos segundos —No lo hago por ti… Debo guardar las apariencias— Lude masculló con un inevitable odio, pero Samus entendió claro y fuerte el mensaje así qué sin más, entrelazo sus brazos con los de Lude y fingió su más falsa y grande sonrisa para todos los presentes, incluidos periodistas y paparazzi qué esperaban obtener la última exclusiva.
 
Por lo que no era de sorprenderse, aquella reunión aunque no fuera parte del mundo del espectáculo, habiendo una qué otra celebridad invitada, sin duda era un evento importantísimo de la “crema nata” de la sociedad del país, por lo que todos tendrían sus ojos puestos en la más minina acción, error y debilidad, que los asistentes mostrarán, especialmente hacía los alfas, ya que nadie quería un mundo dominado por débiles.
 
Una avalancha de periodistas y paparazzi fue retenida por los guardias del evento, y rápidamente los guardaespaldas de Lude lo guiaron hacía la entrada. Así, una vez ya estuvieron en el gran y lujoso salón, varios de los asistentes regresaron la mirada hacía el alfa y su compañía por unos momentos.
 
—Hola hijo, pensé que no nos acompañarías esta noche— el primero en recibirlo fue el gran coronel Hicks, con una enorme sonrisa en su rostro, pero sus ojos ojerosos y apagados reflejaban los duros momentos que debía estar atravesando Henry después de la muerte de su preciosa hija.
 
—Sin duda no me perdería esta noche por nada, debo estar junto a Van para apoyarlo— Lude sonrió cálida mente hacía el coronel.
 
—¿Entonces no aceptaste la recomendación de la junta de socios? — Henry elevó su gris ceja mientras su mirada se endurecía.
 
—Dejaré qué los alfas hablen de sus negocios… Me iré por allá…— Samus qué no había pronunciado ni una sola palabra desde que entraron, se aburrió pronto de todo el parloteo y simplemente se alejó perdiéndose entre la multitud.
 
—¿Y además trajiste al juguete de tu padre a una reunión tan importante? — el coronel ya se veía claramente molesto, y en parte Lude entendía el porque de su enojó. Era uno de los mayores accionistas del bufete, por lo que era de esperarse qué se preocupara por el destino de su dinero invertido.
 
—Coronel no seamos injustos, esta noche traje a Samus porque lamentablemente no tengo una mejor opción de acompañante, y él estaba libre— Lude mantuvo como siempre la compostura, sin perder el encanto qué lo caracterizaba y que tanto deslumbraba a los demás —Y considero que Van hará un excelente trabajo, solamente debemos darle una oportunidad—
 
—¡¿Cómo puedo darle una oportunidad si ni si quiera ha llegado?! — la morena piel del coronel se veía algo enrojecida por el coraje que comenzaba a aflora en sus entrañas —Es tan irresponsable, nunca atento a su deber, es una lástima que sea… Qué sea… —
 
—¿El hijo del abogado Dremmy? — Lude ayudó al balbuceante coronel a terminar la idea.
 
—¡Sí! ¡A veces dudo que sea su hijo! Jay era tan formidable y excelente en cada aspecto qué hacía, nunca apartó su mirada de sus objetivos—
 
—Coronel… Quiero pensar que es el dolor el qué esta hablando—
 
—Si hubiera tan solo aceptado el matrimonio qué arreglamos con Jay… Alejandra lo quería bastante, no sé porque Van se rehusó a casarse con mi precioso… Si tan solo…— la voz del coronel se quebró y trató de contener las lágrimas.
 
—Coronel, no se culpe de las cosas que no tienen remedio y no sobre piense el porque de lo sucedido, porque no encontrará ninguna respuesta qué satisfaga a su roto corazón— Lude palmeo amigablemente del hombro de Henry y suspiró —Y no es que Van no quisiera casarse, las circunstancias fueron algo complicadas entre él y Alejandra—
 
Antes de poder continuar con la conversación, Gloria se acercó hacía los dos alfas, tan elegante y determinada como siempre, sin embargo, detrás de la mujer había una persona que Lude jamás había visto antes, pero que supo al instante, por el fuerte y marcado aroma qué desprendía, que se trataba de un alfa mayor de cuidado.
 
—¡Bienvenido abogado Vaudeville!... Discúlpeme Coronel Hicks, voy a robarle al muchacho por unos momentos— Gloria tomó suavemente del brazo de Lude para jalarlo hacía ella y apartarlo del alterado Coronel.
 
—No hay problema, seguiremos con esta charla después hijo— el coronel asintió varias veces con su cabeza, como tratando de sacudirse en vano su tristeza y se alejó.
 
—Abogado Vaudeville, le presento a nuestro reciente nuevo socio el señor Trynaritte—
 
Lude miró al hombre, un poco más bajo qué él, de cuerpo delgado y piel pálida, sin dudas era el cuerpo de un bonito omega, con su cabello cenizo y ojos almendrados, tan brillantes como dos monedas de oro, pero el olor qué desprendía de su cuerpo era sin dudas de un alfa, siendo completamente disonante.
 
—Un placer joven Vaudeville— la voz del nuevo socio era suave, tanto como un suspiro, con un acento extranjero fuertemente marcado.
 
—El placer es todo mío, y perdón por mi atrevimiento pero… ¿No es acaso Gabrielle Trynaritte de la farmacéutica Bellritte? —
 
—Ja, ja, ja, Gloria, prometiste que nadie aquí me reconocería— Gabrielle sonrió forzadamente, mientras la expresión de su rostro era de incomodidad —Así es joven, veo que ha escuchado de mí, soy el mismo Gabrielle Trynaritte—
 
 —Así es abogado Vaudeville, el señor Trynaritte es nuestro nuevo inversionista, y lo recomendó personalmente tu señora madre— interrumpió Gloria con un tono de orgullo en su voz, como si el logro se tratara de ella sola.
 
Y es que, la familia Trynaritte era una de las familias de alfas más poderosas del otro lado del mundo, su imperio se había consolidado algunas décadas atrás con su antepasado Bell Trynaritte, un reconocido farmacéutico alfa creador del primer inhibidor de la hormona omega qué no causaba ningún efecto secundario para la salud de los consumidores. Con su logro, pudo comercializar con éxito el primer inhibidor con omexistha del mundo y del cual todos los demás de otras líneas comerciales se basaban.
 
—Oh sí, recuerdo que mi madre me comentaba el otro día sobre el acuerdo de asociación qué realizaron los laboratorios Dremmy con su farmacéutica— Lude asintió con su cabeza, intrigado por conocer a uno de los socios tan queridos de su madre.
 
—De hecho, gracias a los esfuerzos conjuntos de nuestros laboratorios con el difunto señor Dremmy y su viuda, logramos desarrollar muchas mejoras como la nueva variante omexistinnha— mientras tanto, Gabrielle ladeaba su cabeza de un lado a otro, algo inquieto —Pero bueno esta no es una reunión para negocios de la farmacéutica, ¿no estamos acaso aquí para festejar al nuevo presidente de la firma? Ja, ja, ja—
 
—¡Sí, sí! Claro que si señor Trynaritte, simplemente que…— Gloria comenzó a mirar de un lado al otro buscando con la mirada a Van solo que este aún no se encontraba entre los distinguidísimos invitados —… Este muchacho… — susurró con odio para sí misma.
 
—Tranquila directora, estoy seguro que no tardará en llegar— Lude le ofreció una gran sonrisa y palmeo del hombro de la estresada mujer, y aunque esas no eran más que palabras vacías para calmarla, fueron como una mágica invocación ya que en ese mismo instante los murmullos de todos los presentes se elevaron en el salón y las miradas se colocaron en los dos nuevos invitados qué habían entrado al salón.
 
—Iv… No puede ser… — escuchó la exclamación del coronel Hicks qué aún no se había alejado tanto; en lo que dura un segundo, Lude regresó su mirada hacía el coronel pero al ver que este había perdido completamente el color de su piel empalideciéndolo, y tenía sus ojos tan abiertos qué parecían qué iban a salirse de sus cuencas, el joven alfa volteó a ver velozmente hacía donde miraba el coronel encontrándose con lo más impactante de la noche.
 
A la distancia, lo primero en distinguir fue a un alegre Van, su rostro tenía una especie de luz qué iluminaba sus plateados ojos llenándolos de vida, algo que jamás había visto antes en todos los años que se conocían, y eran muchos; su largo y plateado cabello ya no estaba atado descuidadamente, ni se veían sus raíces negras, en cambio estaba prolijamente peinado en bonitas trenzas qué caían hasta sus piernas. Ya no se veía tan delgado y demacrado como lo había visto hacía un mes atrás en el velorio de Alejandra, era todo lo contrario, sus robustos músculos se podían apreciar debajo de su elegante traje negro qué contrastaba con los tonos plata de su ser.
 
Pero eso no fue lo que le quitó el aliento a Lude, fue la persona que estaba tomada de su brazo. Sin dudas, era el omega más perfecto qué alguna vez había visto. Ningún actor, modelo, cantante omega qué había conocido Lude, tenían punto de comparación con aquel nuevo omega, ni siquiera Samus. A simple vista parecía una mujer omega, demasiado femenino incluso para un hombre omega, pero al darle un segundo vistazo Lude se percató qué efectivamente era un chico; más alto que los omegas “normales”, su cuerpo esbelto vestido con un elegante y caprichoso traje completamente blanco, se movía al unísono con Van, que mientras más se acercaban, el rostro del omega se hacía más hermoso, de piel nívea, cabello castaño claro y rizado, pero todo esa belleza resaltaba aún más con esos dos ojos qué al mirarlos mejor, Lude se dio cuenta que eran de diferente color y cuando se encontraron con los suyos, una descarga eléctrica pasó por toda la espalda del impactado alfa, poniéndole la piel de gallina.
 
—Gloria, ¿Quiénes son? — preguntó el señor Gabrielle subiendo una ceja tan intrigado como todos los presentes qué ya comenzaban a preguntarse lo mismo casi a gritos.
 
—Pues… El joven alfa es el abogado Dremmy… Pero el omega… — Gloria tartamudeó también en shock.
 
—Tendremos que asegurarnos de preguntarle a Van— Lude trató de sonar lo más casual posible, pero el recuerdo de lo que tenía planeado para Samus chocó en su cabeza y rogó para que aquel hermoso omega fuera solamente algún otro ligue de una noche de su mejor amigo, mientras admiraba como ellos dos terminaban de acercarse a donde estaban.
 
 —Buenas noches Gloria— saludó alegremente Van, ignorando a propósito a todos los demás incluido Lude.
 
—Buenas noches abogado Dremmy…— Gloria devolvió el saludo como pudo.
 
—Buenas noches Van— Lude también saludó a su amigo, tratando con todas sus fuerzas de no desviar la mirada hacía el omega, sin embargo al ya estar más cerca no pudo resistirse, porque fue inevitable qué las feromonas no le llegaran, y lo que su olfato percibió fue incluso más embriagador qué lo que Samus le había dado la noche anterior, pero aún a pesar de ser tan intoxícate, algo no le terminaba de cuadrar del aroma del nuevo omega a Lude.
 
—Bien… Me alegró qué ya se encuentre aquí abogado Dremmy, déjeme primero presentarle a nuestro nuevo socio el señor Trynaritte—
 
—Un placer…— Gabrielle extendió su mano hacía Van, y este solamente lo miró de pies a cabeza para después volver la mirada hacía Gloria.
 
—Sí, sí, hola…— el omega qué hasta ese momento solo mantenía una suave sonrisa y rostro tranquilo, de repente le dio un suave golpecito con su codo a Van en las costillas, tan disimuladamente por el agarre entre los dos que solamente Lude se pudo percatar de aquel gesto —El placer es mío— rápidamente Van forzó una sonrisa y apretó la mano de Gabrielle.
 
—Y bien, ¿no nos dirás quien es tu preciosa compañía hoy Van?— Lude habló hábilmente para romper el tenso ambiente qué se había hecho presente después del apretón, mientras se permitía ver ya ahora de cerca el rostro del omega qué no parecía perturbarse con nada, y solo ahí cayó en cuenta del peculiar color de ojos del chico, siendo idénticos a los de la fallecida hermana de Van.
 
—Buenas noches a todos— habló el omega, con una suave y tierna voz.
 
—Pues, Gloria me dio la amable sugerencia de “asentar cabeza” antes de aceptar el puesto de mi muerto padre, así que… PARA TODOS LOS PRESENTES HOY, este es MI prometido— Van elevó su voz, y casi a los gritos proclamó la última frase asegurándose qué todos los presentes escucharan —Su nombre es Ri…—
 
—Ivy Lerig, y estoy encantado de poder estar aquí con ustedes, ¿verdad amor? — el omega interrumpió rápidamente a Van, pero nunca perdió su calidez y amabilidad.

Los infiernos de Van J. Dremmy (Historia Original) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora