-¡Muchas gracias por habernos acompañado en esta transmisión de nuestro programa "Entre Flashes"! Nos vemos pronto y recuerden ¡Todo chisme es bueno si lo sabes contar! - la bonita presentadora del show sonrió forzadamente al público mientras movía su mano apuradamente, despidiéndose de las pocas personas qué apenas aplaudía.
-Muy bien Ester, ha sido una transmisión brillante como siempre- uno de los asistentes se acercó hacía la presentadora para retirar su pequeño micro de su ropa y la mujer solamente bufó.
-¿Cómo puede estar esto bien? ¡Mi ranking esta bajando cada vez más y más! Maldita sea... Esa porquería de las redes sociales me están arruinando... - la fastidiada presentadora caminó rápidamente hacía su camerino seguida de varios asistentes qué le ofrecían agua, comida entre otras cosas pero ella los rechazó a todos -Debería intentar con eso... No quiero que nadie me fastidie... -
-Madame Ester llegó... - una de sus asistentes personales trató de avisar a su jefa sobre una visita pero Ester la apartó apáticamente.
-Déjame en paz Lilia, que ya tuve suficiente con... Oh... Eres tú- Ester habló mientras abría la puerta de su camerino pero todo se vio interrumpido cuando miró a alguien sentada en su silla de masajes personal.
-Pastelito... ¿Ya se acabó el amor? - su visita susurró sarcásticamente y eso enfureció aún más a Ester.
-¡Todos fuera, fuera! - gritó la presentadora mientras echaba a todo su equipo y cerraba la puerta ferozmente -¿Qué mierda haces aquí Dahalia? ¡Te he dicho que no me gusta que vengas a MI lugar de TRABAJO! -
-Vamos Ester, nuestro trato fue ese, tengo que venir a inspeccionar en que gastas mi maldito dinero- la mujer se levantó y caminó lentamente hacía Ester. Sin dudas se trataba de una alfa mayor, su corto cabello rubio se encontraba peinado hacía atrás, su rostro rudo y cuadrado era compensado con unos finos labios y ojos marrones alargados, mientras qué su ancha y fornida figura, la hacía tener más parecido con un hombre.
-Dios mío Dahalia... ¿Cuántas veces te tengo que pedir perdón para que me dejes en paz? - Ester caminó ignorando a su invitada, y se dirigió directamente hacía el asiento del tocador. Tomó toda su caja de maquillaje, y comenzó a retocárselo. Contraría a la alfa, Ester se había tratado de una bonita omega menor, de ojos azules obscuros, cabello negro y tez más morena qué blanca debido a los trabajos bajo el sol que tenía que tomar para sobrevivir; al principio, no había nada destacable en ella más allá de su magnética personalidad, y con un golpe de suerte, al conocer a la ahora su esposa, logró acceder a un listado de los mejores cirujanos, nutriólogos, entrenadores personales y maestros de actuación, que lograron convertir a Ester en una de las omegas más reconocidas y cotizadas de la industria con una atlética figura, cabello blanco y brillante qué hacía lucir aún más pálido el blanqueamiento de su piel, siendo sus ojos lo único que quedaba de la Ester de los viejos tiempos, aunque en esos momentos no era su mejor etapa.
-Las necesarias hasta cansarme- su esposa se levantó del lujoso asiento de masajes y se acercó por detrás a Ester, posó sus grandes manos en sus hombros y comenzó a realizar un masaje brusco, sin mucho cuidado -Además, ¿Por qué te molestas tanto? Al principio hasta me rogabas para que no me fuera-
-YA, ya, no comiences- Ester estrelló uno de sus labiales contra el tocador y se regresó para mirar a su pareja -Solamente dime que quieres de mí-
-No porque este aquí signifique qué quiero algo, caramelito- Dahalia acercó sus labios al cuello de Ester y comenzó a besarlo, pero esto en vez de provocar placer en la omega, le resultó desagradable por lo que se apartó sin disimular en nada su asco -Pero debo llevarte conmigo - la alfa también se aparto al ver el desagrado de su esposa, y su apacible rostro se desfiguro en una mueca de molestia.
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Los infiernos de Van J. Dremmy (Historia Original)
General Fiction¿Qué tan fuerte debe ser un corazón para no romperse? Secuestrado, torturado y sometido a lo más bajo de los instintos humanos, Ivy un pequeño omega que tuvo la desdicha de haber nacido en un mundo de alfas, luchará hasta las últimas consecuencias...