Doce

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Sus manos estaban sudorosas, no podía dejar de mover uno de sus pies, no estaba nada tranquila. Frente a ella estaba el hombre, amigo de su tío, tenía alrededor de cuarenta años, aunque podía apostar que más por todas las arrugas que tenía en el rostro, la estaba observando directamente a ella como si fuese algo que quisiese ver si estaba en un buen estado.

—¿Gusta tomar un poco de agua?— la madre de Cleo interrumpió.

—Así estoy bien.

Ella asintió, tan fugazmente como había llegado, asimismo se fue. Casi se desvaneció. Ojalá pudiese salir corriendo por la puerta sin ninguna clase de rumbo pero tarde o temprano tendría que volver a casa, y la idea de encontrar a su madre y a Albern furiosos por haberlo abandonado, le daba más miedo.

—¿Cuidas a tu hermana, entonces?

Cleo asintió.

No era un secreto que buscaba alguien que fuese lo suficientemente útil para ejercer el rol clásico de esposa. Sus preguntas casi todas eran respecto a lo que sabía hacer en la casa.

—¿No hablas?

—Sí— estaba a nada de volver a dar un asentimiento.

No había hablado prácticamente nada, desde que llegó, sólo le dijo su nombre y él le dijo el suyo. Se llamaba Radcliffe, desde el inicio supo que tendría una actitud muy poco afable ya que había entrado como si fuese su casa.

—Supongo que así es mejor— fue lo que dijo, se recargó sobre el respaldo del asiento— A nadie le gusta las que hablan mucho.

No era cierto. Sabía que eso no era cierto. Mientras él decía eso, Eros se había esforzado por poder entablar una conversación con Cleo, hasta se lo había dicho. Se sentía tan mal que podía pasar su tiempo al lado de él, pero, en su lugar, estaba encerrada con un sujeto que le ganaba por al menos veintidós años.

—¿Cuántos años tienes?

—Dieciocho.

—Debe ser difícil ser soltera, ¿hay alguna razón por la qué eso ha sido así?— se recarga para quedar más cerca de ella— ¿Eres defectuosa?

"Defectuosa". Eso le había causado pánico. Sabía que se refería a la posibilidad de que no podía concebir hijos, la realidad es que nunca se lo había preguntado, no sabía absolutamente nada respecto a ello pero suponía que no.

Negó.

—Debe haber algo— inquirió para después soltar un suspiro.

—Creo que estuve ocupada cuidando a mi hermana— dijo mientras mantenía la vista sobre sus zapatos.

Era tan cierto. Su madre siempre estaba trabajando en lo que se le permitía y ella se hacía responsable desde muy pequeña, se quedaba en casa todo el día con Elodie y el tiempo que tenía para ella prefería pasarlo descansando o apartada de todo.

Radcliffe no dijo otra palabra más.

—Ya me tengo que ir, supongo que vendré otro día más. Dile eso a tu madre.

Cleo asintió. Le agradecía a Dios que tuviese que irse, no soportaba más la tensión, incluso su mano estaba temblando. Aquel hombre se alejó y salió por la puerta sin despedirse. No le sorprendió.

~ • ~

—Hola.

Ni siquiera tuvo que preguntar dónde iba a estar, ya lo sabía. Después de haberse visto continuamente, supo que estaría en aquel mismo lugar solitario. Había pasado a su casa y al tocar y darse cuenta que no estaba nadie en casa, supo que estaría allí.

Eros | Timotheé ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora