—¿Qué se le ofrece?
Estaba casi tartamudeando. Sabía perfectamente de que se trataba aquella visita. Llevaba el papel en sus manos, aquel papel que le iba a dar a Albern a cambio de Cleo. Como si no fuese más que una cosa de la que debían deshacerse lo más pronto posible.
No le respondió, se limitó a empujar la puerta para poder pasar dentro de la casa como si fuese suya. Cleo no pudo evitar que eso sucediese.
Si así era en aquel momento, no podía imaginar cómo sería cuando estuviesen juntos.
—¿Y Albern?
—No está.
Suspiró fastidiado. ¿Eso significaba qué no le había dicho nada a él, que no le había avisado que vendría? Albern cómo siempre estaba trabajando mientras que su madre había ido a visitar a Mía, así que todo indicaba que no llegarían hasta la tarde.
—¿Sabes dónde está?— se sentó en una de las sillas del comedor.
Claramente sabía dónde estaba, pero no estaba nada segura de querer decírselo.
—Dame agua, al menos, ¿cómo puedes ser tan desconsiderada con las visitas?
Cleo mordió su labio inferior y asintió. Fue hasta el recipiente que había llenado su madre el día anterior. En ese momento se sintió como si fuese una sirvienta, él parecía ser el dueño de la casa. Sabía claramente que no quería eso. ¿Cómo podía dejarse tratar así? Era algo muy común pero no le gustaba. No le gustaba aquel hombre para nada.
Cuando le entregó el agua, la arrebató de sus manos. Ella no sabía bien que hacer. Sus manos estaban temblando, cosa que pasaba cuando Radcliffe estaba cerca, no podía sentir un poco de tranquilidad.
—¿Qué?— bramó el hombre mientras la veía, ella se notaba realmente perdida.
Cleo abrió la boca para hablar. Quería salir corriendo de aquella casa y nunca más volver, detestaba verse envuelta en una situación así. No podía hacer nada, casi nada para evitarlo. Al menos sentía que tenía una oportunidad, no habría otro momento, solo aquel, en cuanto su madre o Albern llegarán eso sería todo.
Sentía su corazón acelerarse angustiado, sus manos estaban sudando, y aún así pronunció:
—No lo haré.
Su voz había salido más firme de lo que pensaba que podía hacerlo. Tuvo que sostenerse de la silla porque sus piernas iban a caer.
—¿Perdón?— espetó, sabía exactamente a lo que se refería.
Cerró los ojos por un segundo despejando su mente. Quería tener sus pensamientos claros. Había actuado tan impulsiva. Nunca le había respondido a un hombre.
—No lo haré, no quiero hacerlo— respondió ella con el mismo tono que él— Será mejor que se vaya.
La estaba viendo casi ardiendo en ira, se sentía "humillado", no le había gustado que una mujer le hablara así. ¿Acaso importaba? A Cleo no le interesaba nada más, solo quería que él se fuese por aquella puerta y finalmente pudiese titubear como estaba queriendo hacerlo.
Una parte de ella tenía miedo, estaba sola con él. Se dirigió a la puerta y la abrió con la intención de que hubiese más distancia entre ambos. Se quedó estática, paralizada. El nerviosismo que sentía había sido tanto que le nublaba la vista a ratos, su corazón corría, su mano estaba aferrada a la puerta y sus piernas estaban luchando por mantenerse de pie.
Él se levantó y ella retrocedió un paso. Que cobarde. Lo había hecho enfurecer pero luego se había puesto a dudar. Mordió su lengua mientras luchaba por no romper el frío contacto visual.
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Eros | Timotheé Chalamet
Romance¿Por qué Eros, el hijo del lord, parecía de pronto querer romper aquella barrera que existía entre ambos?