Veintiuno

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—H-hola— Cleo murmuró mientras daba una diminuta sonrisa de cortesía.

Mar estaba con ella, ambas estaban fuera de la iglesia como de costumbre. Sabía que ella estaba esperando a Eros ya que seguía adentro. ¿Por qué otra razón estaría justo al lado de su carreta?

Cleo simplemente quería hablarle un poco antes de que se fuera, por eso había salido, pero si ella también estaba afuera, ya no sabía si quería. No quería pasar un momento incómodo, sabía que a ella le gustaba Eros. A Cleo también. No pensaba que fuese posible una especie de rivalidad, ella detestaba meterse en problemas, además, no podía forzar los sentimientos del chico de ojos verdes. Era tan extraño, ya le había confesado sus sentimientos, la había besado, aún así pensaba que podía existir la posibilidad de que le gustase Mar.

—¿Estas bien? Dios mio, tu rostro está morado...— exclamó mientras se inclinaba a examinarla con ojos muy abiertos.— ¿Te caíste o algo parecido?

Cleo sintió la necesidad de taparse con sus manos y salir corriendo. Ella no lo había hecho con mala intención, pero al hablarlo tan fuerte hizo que algunas personas voltearan a verlas. Podía sentir los pares de ojos viéndole el rostro y hasta pudo notar a un par de señoras murmurandose en el oído.

—No.. No... Estoy bien... No es nada..— tartamudeó, puso una mano en su mejilla para tapar un poco de forma más discreta.

—Bueno, se ve como algo serio— insistió sin dejar de mirarla como si se tratara de una cosa sorprendente.

La avergonzaba demasiado toda esa situación, ¿no podía hablar con un poco más de disimulo? No le gustaba ganar la atención de la gente, tampoco que le recordaran la causa de los golpes, era algo que todavía no superaba del todo.

—Cleo— llamó la voz tan familiar del chico que estaba esperando, se escuchaba la emoción en la forma en la que pronunció su nombre.

Ella se giró de inmediato. Eros estaba caminando hacia ella, verlo le quito todo el aliento. Se veía tan ideal. Todo su rostro era tan cautivante y delicado, y al tener esa sonrisa alegre en sus labios hacia que todo el panorama se volviese cientos de veces mejor.

—Hola— dijo más tímida. No podía creer que él fuese real.

—Hola— repitió. Sus ojos hicieron contacto y es como si hubiese surgido una chispa. Luego notó un movimiento al lado de ella— Oh, hola, Mar, lo siento mucho.

No había podido notarla, no había podido ver absolutamente nada más que a la chica pelinegra más bella de todo el universo que estaba justo frente a su carreta.

—Está todo bien— le restó importancia al asunto y dio un paso más— ¿Cómo ha estado?

—Bien, ¿y ustedes? ¿Cómo han estado?— dijo, sus ojos se posaron sobre Cleo.

—Bien, gracias— Mar le sonrió— ¿Ya notó sus marcas?

No entendía porque sacaba nuevamente el mismo tema. Quizás sólo estaba muy preocupada, tal vez sólo quería hacer sentir avergonzada.

—Sí.. ¿Cómo sigues?— sus cejas se fruncieron levemente por la preocupación.

Pasó saliva. Debía inventar alguna cosa para poder salir de allí, pero ¿por qué iba a hacerlo? ¿Y si eso era lo que Mar quería: hacerla sentir mal para pode restar a solas con el chico de ojos verdes? No sabía si eso era cierto, algo en ella le decía que podía tener razón. A Mar le gustaba Eros, se lo había dicho directamente. Pero Cleo también se lo había dicho, Eros mismo le había confesado todo lo que sentía hacia ella.

¿Entonces por qué se seguía sintiendo tan sobrante en esa situación?

—Estoy bien..— murmuró mientras se esforzaba por lucir relajada, claro que su tono no le había salido con la suficiente espontaneidad.

Eros | Timotheé ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora