Dos

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Elodie al escuchar lo que le había dicho su hermana mayor dio un salto emocionada junto con un grito que casi le hace explotar los oídos.

—¡¿Entonces mañana iremos a su castillo?!— aplaudió repetidas veces con sus manos.

—Supongo que sí— Cleo, por el contrario, estaba demasiado nerviosa.

—Cuando lleguemos no dudaré en contarle todo el viaje a Thea, seguro le va a gustar saber cómo es un castillo desde dentro.

Thea era la hija de su vecina, con quien Cleo trabajaba, no era una niña; tenía ya diecinueve años pero era amiga de Elodie. Siempre le sorprendió como su pequeña hermana tenía tanta habilidad social con las demás personas.

Aunque Thea también era su amiga, tenían la misma edad y siempre la veía cuando iba a trabajar con su madre, la señora Loughty, casi siempre charlaban el tiempo que tuviesen disponibles e incluso mientras ella lavaba la ropa, a veces se quedaba con ella, contándose todo lo que había sucedido en su día.

—Seguro le gustara mucho eso.

—¡Sí! ¡Tal vez pueda hacer que Thea y Eros queden juntos, ambos son tan guapos que seguro se van a gustar!

Cleo sonrió al escuchar las palabras de Elodie. Desde hacía mucho tiempo tenía esa idea y aunque nunca se las había planteado a los involucrados, siempre que se daba la oportunidad intentaba que hablaran aunque fuese un poco.

Tenía razón en algunas cosas, ambos eran muy atractivos. Thea siempre había sido así, con su cabello largo y casi dorado, su nariz respingada y sus ojos que pese a que eran castaños y oscuros como los de Cleo, estos tenían una forma muy especial, habían ocasionado que en muchas ocasiones le pidieran matrimonio. Ella los había rechazado a todos ellos, les había roto el corazón y aunque se sentía mal por ello, no pensaba decirles que sí a ninguno. Siempre había dicho que quería casarse con un hombre que amara y la amara también.

—Tal vez.

Si pensaba razonablemente, su idea podía resultar.

~ • ~

—¿No olvidas nada?

—Creo que no— respondió su hermana pequeña.

Cleo miró hacia arriba primero, por suerte el día era soleado así que la probabilidad de que lloviera era muy poca. Después vio al frente, Eros ya estaba esperándolas en su carruaje con una expresión tranquila y una vestimenta que aún a la distancia, se veía fastuosa. Muy fastuosa.

Portaba un jubón negro con mangas y ornamentos dorados, se veía hecha a mano de una forma tan fina que debió haber costado mucho tiempo, además llevaba unas calzas igualmente negras hechas con una tela rígida y gruesa.

Cuando los ojos de Cleo se encontraron accidentalmente con los suyos, desvío la mirada casi de inmediato. Pensó en lo absurda que se veía con su vestido tan simple, cualquiera que la viera al lado de Eros pensaría que era una indigente o algo parecido.

—¿Están listas?

—¡Si! ¡Andando!— Elodie tomó la mano de su hermana para arrastrarlo hacia la lujosa carreta con euforia.

Cleo estaba vacilante, era la primera vez que iba a entrar al castillo de Eros y que había sido invitada tan claramente por él. ¿De pronto quería pasar un poco de tiempo con ella para conocerla mejor?

"No", se dijo a sí misma, "es demasiado improbable".

Aunque no se le ocurría ninguna otra idea, aquella le pareció tan absurda que se sentía arrepentida de incluso atreverse a pensarlo.

Eros | Timotheé ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora