Catorce

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Su madre estaba a punto de gritarle, lo sabía, su notable desagrado estaba plasmado en su rostro. Entonces fue cuando vio al hijo del lord.

—Eros, que gusto verte— había pasado a ser la mujer más agradable del mundo.

Eros sonrió cerradamente, bastante escaso.

—El gusto es mío— su mirada viajó hacia él hombre que estaba sentado y de pronto se desvaneció la pequeña sonrisa de su rostro— ¿Él quién es?

Cleo alzó sus cejas, podía ser por las instrucciones que le había dado su madre de cómo hablarle o alguna cosa que ella desconocía pero la manera en que Eros lo había hecho le había parecido casi fría, cuando él siempre era tan cálido. Momentos atrás era completamente dulce y en ese instante solo era inexpresivo.

—Es un amigo del tío de Elodie— su madre no dejaba de tratarle tan bien, sé recargó sobre una de las sillas— Viene a ver a Cleo. ¿Necesitas que te ayude con ella?— señaló a la niña que estaba tan dormida entre sus brazos, ella no se percataba de lo que ocurría.

—Puedo llevarla, ¿dónde quiere que la recueste?

—Allí está bien— señaló la cama donde Albern solía dormir, no iba a llegar hasta la noche por lo que no había ningún problema— Muchas gracias.

Eros siguió las instrucciones mientras avanzaba con cuidado para no interrumpir su plácido sueño.

—Ven— le dijo a Cleo a regadientes, no lo suficientemente alto para que él resto de personas presentes pudieran escucharla.

Ella le obedeció y la hizo sentarse en una silla cercana a él, justo como la vez anterior. Radcliffe estaba evidentemente inconforme, no sabía cuánto tiempo había estado esperando pero sabía que no era mucho porque sino ya se hubiese marchado. No había mucho interés en ella, dudaba que existiese algún interés.

Para Cleo fue como si después de haber sido un día soleado, surgiese una pesada tormenta.

Eros regresó, ella sentía tanta vergüenza de lo que pasaba; la forma en la que le había hablado su madre, que haya tenido que ver a Radcliffe, que supiese el trasfondo de la visita. Tuvo que desviar la mirada. La vulnerabilidad de la situación era muy desafortunada.

—¿Gusta qué le ayude en algo más?— Eros le preguntó, hablando un poco lento como si quisiese permanecer el máximo tiempo posible dentro de su casa.

—No, muchas gracias.

Pensaba en hacer cualquier otra pregunta para poder quedarse un tiempo más, pero su mente estaba en blanco porque tenía a la madre de Cleo observándolo. Abrió la boca pero no tenía nada más que decir.

—De acuerdo... Entonces, creo que me iré— retrocedió un paso lentamente y luego otro, estaba viendo a Cleo pero ella no lo hacía.

—Hasta luego, con cuidado.

Eros asintió, dio un último vistazo y contra su voluntad, se fue. Cleo no supo si sentirse menos apenada o muy angustiada por su ausencia.

~ • ~

—¿Por qué llegaste tan tarde? No me avisaste que iban a salir.

Cleo estaba a nada de sufrir de un terrible dolor de cabeza por la charla tan incómoda que había tenido con el amigo de Albern, estaba tan tensa que no había podido ni respirar tranquila. Su madre últimamente le reclamaba por la cosa más mínima que hacía.

No le respondió pero quería hacerlo. Estaba cansada de siempre tener que quedarse en silencio mientras todos le decían que era lo que debía hacer o reclamarle lo que había hecho mal. Ni siquiera parecía tomar en cuenta todo lo que ella hacía.

Eros | Timotheé ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora