La mano sana de Eros la tomó por la cintura mientras que la otra hacia lo mismo sin ejercer fuerza. Siempre qué eso pasaba, Cleo empezaba a desmoronarse. Su firme agarre impedía qué pudiese caer y le daba cierto soporte, también le hacía mucho más difícil mantenerse serena. Las piernas de Cleo estaban a los costados de Eros y su cabello chocaba con el rostro del chico debido a la cercanía.
—P-
—Esta bien— la calmó Eros, sabiendo que iba a disculparse.
Cleo asintió muy cortamente. Se quedó casi atontada mirando los ojos verdes del hijo del lord. Él los desvió un segundo para enfocarse con suma atención en sus labios.
Ella se inclinó un poco más para terminar con aquella espera, cerró los ojos mientras le besaba. Eros respondió al instante, con la misma forma afectuosa con la que siempre lo hacía. Decidió poner ambas manos a los lados de los hombros del chico. Podía sentir el corazón de Eros latir fuertemente contra el suyo.
Se alejó un poco para observarlo, le gustaba mucho hacerlo. Él también lo hacía, la miraba con tal adoración que la hacía sentir lo más valioso del mundo.
La mano de Eros había subido lentamente en un recorrido desde su cintura hasta llegar a su cuello, el suave tacto apenas perceptible hacia que todo su cuerpo se pusiese atento. Finalmente se detuvo en su nuca y la volvió a acercar lo suficiente. Eros la besó con mayor intensidad, Cleo podía notar su respiracion afectada, su pulso irregular.
—Te quiero, te quiero tanto— murmuró el chico de ojos verdes entre besos.
—También te quiero— respondió en un susurro inestable.
El chico se separó mínimamente de sus labios, plantó un beso en las comisuras de este y luego poco a poco siguió un camino hasta la mandíbula de Cleo, ella sintió unas extrañas cosquillas. Los labios de Eros se mantuvieron en su cuello, suaves y fríos, allí fue cuando Cleo soltó un suspiro. El cabello alborotado de Eros rozaba con la piel de su cuello, el aroma fresco inundaba sus fosas nasales, el suave sonido de sus respiraciones, todo en conjunto era demasiado.
Sus manos se habían comenzado a cansar, cuando se movió a un lado, escuchó un pequeño quejido de dolor de parte de Eros, lo había querido disimular, pero aun así lo había logrado oír. Había olvidado por completo qué su mano estaba lastimada. Se levantó y retrocedió para alejarse de él.
—¡Perdón! perdón, lo siento— exclamó mientras se ruborizaba de la pena— ¿Te golpeé muy fuerte?
Eros también se levantó al segundo, mientras negaba.
—No, no, no te disculpes— se apresuró a buscar que lo mirase.
Cleo no podía hacerlo, estaban compartiendo un momento tan íntimo y lo había arruinado todo. Quería poner sus manos en la cara y exclamar de la frustración.
—¿Estás bien?
—¿Estas bien?
Lo habían dicho al mismo tiempo. Eros, angustiado de que quizás aquel acercamiento nuevo no le hubiese gustado y Cleo, muy preocupada por su brazo herido.
Cuando se miraron, igualmente a la par, ambos sonrieron.
—Yo sí— afirmó Eros, si era honesto, se había olvidado por completo de su condición— ¿Y tú?
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Eros | Timotheé Chalamet
Romance¿Por qué Eros, el hijo del lord, parecía de pronto querer romper aquella barrera que existía entre ambos?