Prólogo

714 29 0
                                    

Desde que era una niña pequeña crecí viendo novelas, películas y series en donde había una pareja que era muy feliz, pero por cosas del destino todo cambiaba en un abrir y cerrar de ojos. A veces era la mujer y otras veces era el hombre, pero el punto es que uno de los dos conocía a otra persona y poco a poco terminaban siendo amantes.

Gran ejemplo que mi madre me dio y la verdad es algo que destesta mi abuela.

Emma (mi madre) nunca le importaba si veía esas novelas, apesar de que fuera contenido inapropiado para menores. Ella decía que era una niña, que no entendía nada y qué en algún momento eso se me iba a olvidar, pero no fue así. No se imagina todo lo que se ha cruzado por mi cabeza.

No conoce los planes de lo que para mí es una dulce traición.

La mayoría de veces las traiciones más grandes y dolorosas llegan a ser entre amigas o familia. Creo que eso se debe al gran vínculo afectivo que uno tiene con esas personas.

En algunas situaciones que he visto me he dado cuenta que los amantes disfrutan traicionar a esas personas que los aman sin importar lo que pase y en otras ocasiones a alguno de los dos le llega el sentimiento de culpa, termina por decir y perder todo.

¿Qué se sentirá vivir una traición de ese tipo? ¿Estará bien?

Me quedé observando la hermosa vista que tenía la habitación del hotel. Nunca me imaginé que la playa se vería tan hermosa en el atardecer. Disfrutaba tanto de esto que si por mí fuera nunca me iría de este lugar, pero hay cosas que hacer.

Una sonrisa llena de tristeza comenzó a formarse en mis labios. La situación se me estaba saliendo de control. Nada de está mierda tenía porque pasar y todo es mi culpa.

No pasó mucho cuando escuché como la puerta de la habitación se abría y seguido una risa mataba el silencio que yo había formado. Sabía que era él y conocía sus intenciones: hablar de ese maldito tema. No tengo porque hacerlo y quizás lo mejor que tengo que hacer es regresar al departamento.

–Mariana –escuché su voz y solté un suspiro. ¿Podemos hablar? –Estaba tranquilo–.

No le respondí y suspiré. Mi vista seguía fija en el mar y en los bonitos colores que el atardecer tenía.

Luego de unos pocos segundos sentí como la cama se hundía, se dejó caer a mi lado y resopló. Sin hacer algo más se giro y comenzó moverse para poder abrazarme por la espalda. Lo conocía muy bien.

–Mariana –Murmuró nuevamente. Me excitaba el tono en el que me hablaba.

Él estaba tranquilo y pude notarlo en el tono de su voz; era muy suave.

Cuando me abrazó, beso mi cuello y con uno de sus dedos comenzó a hacer caricias sobre una mi cintura. Al sentirlo no pude evitar soltar un jadeo.

Tenerlo cerca de mí, mientras que me besa el cuello o toca cualquier parte de mi cuerpo, me hace desearlo como a nadie y sin olvidar lo desesperada que me pone. Él lo sabe muy bien, pero ahora no es momento de cariñitos. No estoy de humor.

Sabía muy bien que no se quedaría tranquilo si yo evitaba el tema y lo único que haría sería presionarme para que pudiéramos hablar. No dejaría la conversación a medias. Quería qué él fuera solo mío, pero estaba muy segura que él no accedería. Lo voy a intentar de todas formas.

–Mauro, salí de mi rutina diaria para que ambos la pasáramos bien –empecé a hablar y me giré para mirarlo–. No para que vinieramos a hablar de sentimientos o de tu novia.

Lo último lo dije con un poco de burla y fastidio. Mauro sabía que me estaba cansando de fingir que nada pasaba y que solo quería estar él y que fuéramos algo oficial.

–¡Lo sé! –me respondió y noté que se comenzaba a desesperar–. No puedo evitar pensar en ella y en lo que está pasando entre nosotros, Mariana. Los dos tenemos el mismo debate mental y eso es un problema.

Sabía que lo diría. Todo era como si en su frente tuviera un letrero gigante que decía: nada de sentimientos.

–Entre nosotros no está pasando nada importante –claro que está pasando–, solo somos amantes y estoy segura que así van a ser las cosas. Deberías entenderlo, Monzón.

–¡No te entiendo a ti! ¡No entiendo lo que pretendes! –reprochó para después alejarse de mí–. Un día actúas como si estuvieras enamorada de mí, al otro no tienes ningún puto sentimiento y me tratas como una mierda. Así son todos los días desde hace meses –Su tono de voz era de obvia confusión y al mismo tiempo de desesperación.

Me puse de pie y le di una mirada. Antes de poder hablar me quedé en silencio por unos segundos, estaba buscando las palabras correctas para decir lo que quería.

–Quiero que termines con tu novia. –le pedí mientras lo miraba–. Es lo mejor que puedes hacer por ambos.

–¿Qué? –se levantó bruscamente–. ¡Ni lo sueñes! –bufé y rodé los ojos–. ¿Cómo me puedes pedir algo así?

–Es tu decisión, cariño –sentencié y me quedé en silencio–. Sabes lo que puede pasar con tus acciones y decisiones. En un mal movimiento vas a terminar perdiendo todo.

Él bufó. Estaba muy molesto.

–Tu noviecita se va a enterar de lo que tenemos y créeme que cuando eso pase tu maldita reputación se irá directo al carajo.

En ese momento fue lo último que dije antes de tomar mi toalla y salir de la habitación con dirección a las piscinas. Necesitaba relajarme después de este amargo momento.

Después de unos minutos lo vi salir del hotel, traía su toalla y solo suspiré de manera cansada. No quería seguir con este tema de conversación y parecía que él no lo entendía. Quitó su playera, se metió a la piscina y se acercó a mí.

–Mi reina –murmuró y me dio una tierna mirada–. No sé lo que quiero, pero me gustaría que dejáramos de pelear y siguiéramos con lo nuestro.

Conocía muy bien esa mirada, quería que mi molestía pasará y que siguiéramos disfrutando nuestras pequeñas vacaciones. Él no quería seguir discutiendo y lo entiendo, pero hay veces en las que pienso mucho en todo lo que tenemos o en lo qué pasará en el futuro.

–Mauro, tienes que decidirte pronto.

Tomó mis manos, me empujó hacía la orilla de la piscina, pegó su cuerpo contra el mío y me besó.

–Te prometo que lo haré –Me prometió al separarse y me dio una sonrisa.

Después de esa sonrisa volvió a besarme, deje de agarrar sus manos y lo abracé. Se puede decir que ahora estábamos en un momento muy romántico y pasional.

Sólo es cuestión de esperar.

Dulce Traición • Lit Killah Donde viven las historias. Descúbrelo ahora