Capítulo 22

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Camila Hernández.

Al día siguiente.

Desperté.

Al abrir mis ojos me quedé observando el techo por unos segundos, seguido me giré y pude notar que Mauro se había levantado de la cama. Escuché el agua del lavamanos correr, inmediato supe que se encontraba en el baño.

–¡Mauro! –Levanté un poco la voz.

Después de poco tiempo el agua dejo de correr y salió del baño. Me dio una mirada tranquila y sonrió. Desde hace un tiempo ya no me da sonrisas cálidas o sinceras, son muy secas y amargas.

–Buenos días, Cami –Me saludó, tranquilo. Seguía con esa sonrisa fría.

–¡Cuidado, me vas a matar de amor! –Le respondí con ironía. Él solo rodó los ojos y suspiró.

–No estoy de humor para soportar tus pésimos chistes –Remarcó, molesto.

–¿Tiene que ver con la otra? –Le pregunté calmada. Era posible.

–¡Ya vas a empezar! –murmuró y se cruzó de brazos–. Deja de meterla en todo. Ella no tiene nada que ver –me levanté de la cama–. En la relación los problemas son culpa de ella, cuando tú muy bien sabes que no es así.

Me acerqué a él. Mauro continuaba con su cara de seriedad y mantenía su postura. Ha cambiado mucho.

Desde que me enteré que mi novio tiene a otra chica las cosas cambiaron demasiado, más bien, cambió él y todo tiene que ver con ella. Quisiera que todo fuera diferente. Me gustaría volver a ver al chico cariñoso, atento y sincero que conocí hace unos meses.

Mauro me dio una fría mirada, tomó un poco se aire y dio unos pasos para alejarse de mí. Él y sus distancias.

–Deberías ir a desayunar –comentó y le dio una mirada a su celular–. Después bajaré, pero por el momento pienso ir a la habitación de Manuel.

–Ve, te espero –Él negó.

Mi novio no se preocupo por decir algo más, solo tomó su celular y salió de la habitación. Me quedé observando a través de la ventana y me acosté un momento en la cama.

Manuel es el único amigo que tenía y lo entiendo, es tan sincero, amigable y muy alegre. Él no es como los estúpidos gemelos, son unos malditos narcisistas, engreídos y cabrones. Creen que el mundo gira alrededor de ellos o que les gustan a todas las personas.

Después de unos minutos me levanté de la cama, me cambié de ropa, arregle un poco mi cabello y salí de la habitación con dirección al comedor del hotel. Moría de hambre, pero no quería levantarme de la cama y siempre he vivido con ese problema.

Pasaron unos pocos segundos cuando la puerta del elevador se abrió, dejando ver a Mauro, Damián y Mariana. Los tres tenían la cara de seriedad y fastidio que tanto los caracterizaba. Tenían su espacio, pero estaban claras sus ganas de querer matarse.

Mariana acomodó su cabello, sonrió con burla y movió los labios para decir algo. Mi novio puso mala cara y la tomó de las muñecas, la estaba enfrentando, pero ella solo se reía. Damián no estaba preocupado por defender a su hermana, solo los observaba y rodaba los ojos.

Después de unos segundos soltó sus muñecas, pero antes le dio un pequeño empujón. Ella no se molestaba en hacer algo, solo se reía. Damián la abrazó y continuaron caminando, parecía que conocía las actitudes de ambos, pero ¿cómo? ellos nunca han convivido .

–Mauro –Murmuré y me dio me dio una mala mirada. Suspiré.

Los gemelos tienen un don para hacer que Mauro se ponga de mal humor con lo más mínimo. Ellos tienen una forma de ser muy rara y complicada. Son las personas que menos soporto en este estúpido planeta.

Dulce Traición • Lit Killah Donde viven las historias. Descúbrelo ahora