Ocho

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La puerta de la nevera se cierra.

—Me apetecen pepinillos.

Alzo una ceja.

—Con mantequilla de cacahuete.

Me río siguiéndolo con la mirada porque ese repentino antojo no es mío sino de Ethan que pasa por detrás de Karen —que también lo observa extrañada— para buscar en la alacena el tarro de mantequilla de cacahuate.

En cuanto tiene la mantequilla vuelve a la nevera.

—¿No quedan pepinillos?

—Nunca te han gustado los pepinillos, cariño —le dice Karen riendo.

—Pues ahora quiero —replica como niño malcriado.

—Tengo que comprar unas especias y unas cosas para la comida de hoy —habla Karen más para si misma—. Iré ahora a comprar.

Ethan sonríe triunfal viendo a Karen coger su bolso. Le entrega dinero y la mujer sale del piso para cumplir los caprichos de mi marido mientras yo sigo revolviendo la maldita mezcla de avena y semillas.

No me gusta las semillas.

—Los antojos son cosa de embarazadas y creí que la embarazada era yo —señalo burlándome.

Se encoge de hombros chupando los dedos que hundió en el cacahuete y mientras el disfruta yo sufro revolviendo esta pasta asquerosa sin sabor.

Se acerca a mi lado para coger una rebana de pan que hay sobre la encimera y yo me aprovecho agarrándolo por sorpresa chupándole los labios manchados de mantequilla.

Ethan parpadea aturdido por la sorpresa y yo me relamo los labios.

—Este desayuno me gusta más.

Se mete una cuchara de mantequilla en la boca y me pone morritos.

—Te doy cuanto quieras, nena.

Me cuelgo de su cuello y le devoro los labios como una muerta de hambre y seguimos besándonos hasta que nos duelen los labios.

Media horas después estamos en el coche de camino al trabajo con los dos coches de nuestros guardaespaldas siguiéndonos hasta el edificio. Deja el Audi es un plaza de siempre y caminamos hasta la entrada cogidos de la mano como siempre. Antes de cruzar las puertas ya veo como Ethan adquiere esa expresión dura y profesional que pone siempre en el trabajo y que lo convierte en un jefe temido pero respetado.

Desgraciadamente tengo que soltarlo al llegar a nuestro pasillo después de saludar a las recepcionistas. Me siento en mi mesa con mi portátil y saco los papeles que tengo pendientes de enviar y los que me acaban de subir de mi equipo de Marketing. 

Le envío unos mensajes con Hannah, seguramente esté trabajando y por eso no puede contestarme. 

Al apuntar la fecha en uno de los informes me doy cuenta de que golpe de que hoy es el último capitulo de La Casa del Dragón y como una loca fanática abro HBO con manos temblorosas ansiando ver ese increíble final. una hora después aparecen los títulos de crédito cortando en la parte más interesante dejándome con ganas de más y de llorar por todo lo triste que acaba de pasar. 

Llaman a la puerta y enseguida me recompongo fingiendo ser una profesional ante la persona que entra por la puerta. Me relajo un poco cuando se abre y es Ethan quien asoma la cabeza, pero ante esa cara seria y que Natalie va detrás me mantengo seria. Ambos se acercan a mi escritorio, Ethan lleva una carpeta entre las manos que me entrega.

—Señora Langford, necesito que revise esto —me dio una carpeta con papeles—. Y los nuevos socios te han enviado unos correos.

—Me pongo con ello enseguida.

Llama del amor ✔️ [Llamas #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora