Treinta y siete

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Me termino de poner el top deportivo. Cojo la toalla del armario y en la cocina Karen ya me tiene preparado mi zumo de frutas. Entro en el gimnasio y pongo la esterilla de yoga en el suelo frente a la ventana. Yoga con vistas de mi mar favorito hace esto mucho más relajante.

Pongo el aire acondicionado más suave y tras hacerme un coleta bien apretada me siento en el suelo y pongo el móvil a un lado para ver la tabla de posturas que nos dieron en las clases de preparación al parto.

Empiezo con las respiraciones.

La puerta se abre y entra mi rubio descerebrado. Lleva un pantalón corto deportivo y una camiseta de tirantes.

—Nena, no me esperaste.

Va hasta el banco, deja su toalla y la botella de agua antes de inclinarse a mi lado a darme un beso. Estaba ocupado en su despacho haciendo cosas en el ordenador, decidí dejarle terminar y venir antes sola.

—¿Me dejas ayudarte?

—No es necesario.

—¿Seguro?

—Ethan... —advierto porque se supone que está superando tanta sobre protección.

—Perdona —alza las manos apartándose—. Haz yoga tranquila que yo voy a levantar pesas.

Asiento satisfecha.

—Si me necesitas para alguna postura estoy ahí mismo.

Menudo pervertido. Aunque tomo nota porque me parece interesante.

Intento centrarme en hacer posturas pero con Ethan detrás no puedo. No dejo de verlo en la cristalera sentado tan guapo levantando pesas enormes con esos músculosos brazos. Se le marcan las venas desde la muñeca hasta el cuello.

Empieza a sudar. Su pelo rubio sin peinar le cae en la frente y pequeñas gotitas brillan en su piel blanca.

Que guapo es.

No sé cuanto tiempo pasa. Se levanta y de un tirón se quita la camiseta quedando desnudo de cintura para arriba.

Me tengo que apoyar bien para no desmallarme. Se me escapa todo el aliento por la boca al verlo a través de la cristalera quitarse la camiseta. Se pasa la mano por ese maravilloso pelo rubio tan sedoso y húmedo por el sudor.

No sé si lo hace a propósito pero abre la botella de agua le da un trago y luego se la echa por la cara y resbala por su cuello hasta su pecho lleno de cuadritos. Y esa increíble V que se pierde en el pantalón.

Que hijo de puta.

Le brilla la piel por las gotitas de agua.

Se pasa la toalla por el pelo y la coloca alrededor de su cuello.

—¿Nena?

—¿Qué? —miro por encima del hombro disimulando.

—¿Estás haciendo yoga?

—Por supuesto.

Por supuesto que no. Y no pienso admitirlo en voz alta. No es bueno que su ego crezca más.

—Llevas diez minutos en esa postura.

—Me gusta tomarme mi tiempo.

—Se te caía la baba, nena.

Joder.

Soy tonta. Si yo le veo a él por el cristal él me ve a mi. Si es que cuando se trata de él no me funcionan las neuronas, no lo digo yo lo dicen los hechos.

Me relamo los labios limpiando la babilla que me cae aumentando su disfrute.

—Haces trampas, capullo —espeto tirándole mi botella de zumo que rueda por el suelo—. Te quitaste la camiseta y...y...el agua...tu pecho es... —empiezo a bajar la mirada por su pecho húmedo lleno de músculos increíbles y... —. Te odio.

Llama del amor ✔️ [Llamas #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora