Treinta y nueve

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—No me cierra la falda —me quejo.

—Garbancito creció, nena —se acerca por detrás, veo su reflejo en el espejo del vestidor—. Quiere hacerse notar.

—No me siento sexy.

—Eres muy muy sexy —me besa la sien—. ¿Por qué no te pones la que te compré yo? No escondas a mi hijo.

—No me gusta verme grande.

—A mi me encantas así —me pone las manos en los hombros y me besa en la cabeza con dulzura.

Eso que eligió no son vestidos premamá. Parece ropa que diseñaron con la intención de que oculten la figura como si no pudieran enseñar las curvas de forma orgullosa. Solo se marca mi barriga hacia delante y yo quiero ver las curvas de mis caderas, mi culo y mis pechos. No llevar un poncho que enseña mi barriga hacia delante.

Yo quiero que se marque mi culo, mi tetas y mis caderas que para eso las tengo aunque no quiero que todos vean a Garbancito y me ponga esa sonrisa de enhorabuena que subliminalmente grita: ¡Estás gorda!

La ropa no hace milagros.

Y como no puedo ponerme la falda que marque mi culo con la blusa ancha que disimula mi barriga voy a por un vestido ancho que directamente disimula todo porque no tengo otra opción. Ninguna falda me cierra.

Que mierda que solo las mujeres pasemos por esto.

—¿Por qué no vamos de compras y elijes algo que sí te guste?

—Porque me gusta mi ropa —me quejo—. No me la puedo poner por tu culpa, Langford.

Se queda un instante en silencio y traga saliva. Alzo las cejas.

—Estaba deseando que pasara y estoy encantado —murmura.

Me paso el pulgar por el cuello para que entienda que lo voy a matar un día de estos.

Pasa la mano por mi barriga y sale del vestidor dejándome regodearme en mi desgracia.

Capullo.

No me quedo otra que quitarme la ropa que quería ponerme y coger un vestido de los grandes para que me oculte todo. Me sigo viendo grande pero no tengo alternativa. Me pongo unas sandalias bajitas aprovechando que hace un sol radiante y voy a por mi bolso.

[...]

—Holaaa —gritaron mis mejor amigas entrando en mi despacho.

—Hola, ¿qué hacéis aquí?

—Hemos pensado en tener un tarde de chicas para comer contigo y cotillear un rato —sonríe Rebekka.

—Queremos ir de compras porque es hora de renovar el armario —se apoya Hannah en mi escritorio con una de esas sonrisas siniestras que auguran problemas.

Entrecierro los ojos.

Renovar el armario, eh?

—Os llamó Ethan, a que sí?

—Noo —se le agudiza la voz a Hannah, está mintiendo—. Queremos ir de compras contigo.

—No sabes mentirme, perra —la señalo.

Hannah pone los ojos en blanco y coge mi bolso obligándome a levantarme.

—Plan B: llevarte a la fuerza —dice agarrándome por el brazo sacándome del despacho—. Nos vamos de compras.

Me cuelgo el bolso al hombro escribiendo a Patrick mientras salimos en busca del ascensor.

—Nos llevamos a tu mujer de compras —el grito de Hannah me hace levantar la cabeza.

Llama del amor ✔️ [Llamas #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora