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—Si no necesitara el dinero ya estuviera lejos de aquí —se quejó Margarita arreglándose el labial frente al espejo adornado con luces en los bordes de cristal.

—Si los clientes no fueran tan exóticos —Karmen soltó una risita coqueta— y no dieran regalitos tan bonitos, quizás ya estuviese lejos de aquí.

—Si no tuviese para pagar la renta, ya estuviese lejísimo de aquí —comentó Elah exasperada mientras se ponía el tacón que le faltaba en el otro pie.

De repente las tres me miraron esperando que les siga el juego. Siempre tiran comentarios así cuando estamos a punto de salir del camerino, es tradición diría yo.

Puse los ojos en blanco y me acerqué al espejo. Definitivamente este corset me queda hermoso, fue buena idea hacerle caso a Margarita.

—Si no me gustara bailar, la paga, los regalos, y tener a los clientes como bobitos, quizás, y solo quizás —las miré divertida de reojo— estuviera lejos de acá.

Elah se puso detrás de mí agarrándome por los hombros y viéndome en el espejo.

—Y tú sí que los traes bobitos, amiga —me halaga haciéndome sonreír. Elah es la mujer más dulce que he conocido nunca, me sorprendería si la veo en la calle y me dice que en las noches trabaja en un club de stripper.

Karmen se aclaró la garganta llamando la atención, su pasatiempo más preciado.

—Creo que todas lo hacemos, ¿no? —intervino poniendo cara seria viendo nuestras expresiones— Ponerlos bobitos, digo —nos dio la espalda y se dirigió a su espejo a arreglarse su cabello esponjoso con hondas hasta el pecho.

—Sí —confirmó Margarita—, pero hay que admitir que Esthela se ha llevado los mejores clientes en este mes, ¿cómo rayos lo haces? Es como un superpoder— Esthela, Esthela. Mucho me costó acostumbrarme, pero finalmente mi subconsciente entendió. Nunca he revelado mi nombre en el club, todos me conocen por Esthela y no Violet.

—Si atraer hombres fuera un superpoder, sería el de una villana. Y no hay truco. Solo bailar y nunca decirles que sí —miré a Karmen mientras seguía hablando—. A un hombre le atrae una mujer difícil.

Vi como tragó con fuerza y se volvió al espejo para seguir acomodando su cabello. Entre nosotras hay una tonta rivalidad que nunca entendí, aunque siendo honesta, no me lo tomo personal. Así es Karmen con todas, envidiosa y venenosa. Como una serpiente que a veces no sabe medir sus presas.

—Esta será una buena noche, estoy segura.

—Nos han estado preparando para esta noche —dijo Margarita, yo asentí—. José no se ha callado sobre la llegada de los nuevos dueños del club. Según él, no cambiarán nada. Pero al haber nuevo personal tenemos que lucirnos si no queremos que nos saquen de aquí —ella hizo una mueca.

La tensión subió como espuma en el lugar, por más que digamos que queremos salir, todas necesitamos el trabajo. Unas más que otras, esa es la verdad. Por otro lado, la realidad es que somos totalmente reemplazables.

Somos un total de 50 mujeres trabajando en el bar, este camerino solo nos pertenece a nosotras cuatro, somos las que más tiempo llevamos aquí salvo por Elah que es nueva, tiene tan solo cinco meses trabajando. Dice que necesita el dinero rápido para pagar su apartamento y tener suficiente para pagar los siguientes meses de alquiler, pero si hace lo justo para tener uno propio eso sería lo mejor que le pueda pasar.

No estoy segura de las intenciones de Karmen y Margarita, pero sé que las de Karmen son ambiciosas. Margarita... Margarita es fiestera. Le gusta todo esto, pero a la vez lo odia. Es como una mujer tranquila viviendo en el cuerpo de una fiestera sin juicio.

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