treinta y nueve

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Frené el ferrari a un metro del punto que se supone que es mi destino, según el gps. Me incliné sobre el volante y observé lo que tengo en frente. Es un terreno desolado donde la yerba ya no crece y hay un altísimo edificio abandonado. Hace kilómetros dejé de ver vehículos transcurriendo la zona, no hay locales, casas, nada.

—Oh, realmente me crees estúpida —murmuré calculando la situación frente a mí.

Entrecierro los ojos enfocándome en cada uno de los hombres que rodean el edificio. A simple vista parece ser el lugar donde varios indigentes pasan la noche fría, calentándose las manos en el pequeño fuego que crearon con basura quemada, pero no me dejo engañar tan fácil. Después de aprender de los hermanos Russo, sé que la mayoría del tiempo las personas que rodean el perímetro no son lo que aparentan ser, son hombres encubiertos que trabajan con un solo objetivo, cuidar a su jefe. En este caso están para cuidarle la espalda a Vasily.

Unos veían el vehículo de reojo, otros deambulaban de un lado a otro viendo en otra dirección.

Cuatro, cinco, seis, siete, ocho... once... trece.

Son muchos, no obstante, no dejaré que me asusten. Tengo el dinero, solo tengo que agarrar a mi nana y salir de aquí. Con miedo no podré hacer nada de eso así que volví a poner la pistola de Donovan en mi cintura, cargué la maleta y salí del auto.

Solo fue cuestión de segundos para que yo llamara la atención de todos, seguí caminando en frente con la barbilla en alto. Aprieto la correa de la maleta contra mi cuerpo. Uno de ellos se me acercó y me miró ladeando la cabeza. Extendió una mano como si estuviera pidiendo limosna.

Fruncí el ceño.

—No pierdas tu tiempo —hablé fuerte y claro. Su rostro se esclareció y alzó una ceja. Dejó su fachada de lado e irguió los hombros eliminando la falsa tutuma que aparentaba tener—. Llévame a donde tu jefe.

—Oh —sonrió y rió por lo bajo, me miró de arriba abajo y empezó a peinarse la barba sucia—. Te ha estado esperando —dice con lentitud, empezó a rodearme y verme en cada ángulo, lo seguí con la mirada.

—Llévame, entonces.

El deseo en sus ojos me asquea con locura, me recordó a como me veían los hombres de Vasily cuando me secuestraron.

—Primero tengo que requisar a la princesa. ¿Lo sabes, verdad? ¿O me vas a exigir otra cosa más?

Apreté los dientes y giré y en cuanto vio que llevé una mano a la pistola levantó ambas manos en forma de inocencia. Sí, inocencia mis ovarios.

—Te reto a que me pongas un dedo encima, estúpido —espeté con la sangre hirviendo.

—No te recomiendo entrar con esa actitud —se rió de mí pero no le di importancia—. Podrías arrepentirte...¿Sin policías? —negué con la cabeza— ¿Sin los arrogantes hermanos Russo? —volví a negar— Vamos.

Dejé que caminara en frente de mí y lo seguí. Empezó a guiarme hacia el edificio abandonado, ignoré a los demás que me veían pasar. Me siento segura de mi misma en este momento, no porque llevo un arma o por la cantidad de billetes que tengo en mi posesión. Es la satisfacción de que todo ha estado saliendo justo como lo planeé. Solo basta con entregar el dinero e irme con mi nana.

Antes de entrar al edificio miré atrás. La calle vacía... Todo depende de mí. Nadie vendrá a buscarme.

—Hey, mira al frente bonita.

Mis labios se abrieron de la impresión. Por fuera el edificio se ve abandonado, pero por dentro la historia es otra. Todas las paredes están pintadas de blanco y hay muchas luces blancas. Se siente como un hospital pero sin muebles ni nada que decore. Hay muchas columnas y tan solo dos puertas con cristal polarizado.

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